CORNER LA PANADERIA DE LA ESQUINA

CORNER LA PANADERIA DE LA ESQUINA

Federica Rogeles

24/06/2024

Era pleno verano, el día aún se veía oscuro, pero el canto de los pájaros anunciaba que eran las tres de la madrugada, muy lentamente el día iba tornándose claro, y ella quería desayunar…su noche en vela la había pasado imaginando lo que anhelaba probar.

Todo se daba…pues estaba caliente, y las ganas de desayunar eran irresistibles, el panadero aun no abría, pero eso no la detuvo en sus antojos, tras insistentes golpeteos la reja se abrió haciendo un chirrido estridente.

En sus manos…suave y blanda la masa se preparaba, el tacto sobre ella generaba pequeñas montañitas que se iban adaptando al masajeo de los dedos expertos del panadero, un sorbo de café tras una pequeña pausa daba inicio al oficio de transformar aquella hermosa masa en algo más vital…seductora leudaba reposando para él.

El mesón estaba enharinado, con entusiasmo la levanto para luego derramarla sobre el…hundía suave y vehemente los dedos en la masa que se agitaba burbujeante y elástica, el calor era desbordante y la masa cedía expandiéndose apetente.

Todo estaba dispuesto, aquella barra endurecida de mantequilla parecía disolverse al sumergirse por completo en la masa que al mismo tiempo se ponía húmeda, la masa no generaba resistencia alguna. Tras el calor de la fricción, la mantequilla penetraba todas las partículas de la masa que se agitaba caliente tras el vigoroso movimiento, y toda la fuerza que generaba el panadero quien con astucia lograba transformarla en algo diferente.

El horno estaba ardiendo y el sudor caía por todos lados, siendo panadero y masa la misma cosa…era un cuarto estrecho con muy poca ventilación…los aromas se mezclaban con los sonidos de la masa creando un ambiente embriagador…quizá ese era el secreto del panadero, ya que los panes siempre estaban esponjosos y calientes…después de un rato la levadura hacia efecto dentro logrando consistencia.

Se escuchaba constante el golpeteo del mesón contra la pared, donde el panadero se esforzaba por darle vida, al tocar todas las formas de aquella masa suavemente húmeda y pegajosa…y de vez en cuando la saboreaba con su lengua para medirle la sal.

La panadería llevaba casi cuarenta años en aquella esquina, y todo el barrio se deleitaba con el aroma cálido, reconfortante y acogedor que se fugaba por los antiguos ductos del local… el viejo panadero siempre se caracterizó por ser devoto a su clientela, le gustaba regalarles galletitas a los niños que salían de las escuelas, y seducir a sus madres con roscones rellenos de mermelada de guayaba. A los hombres les aconsejaba llevar postres a sus esposas, y a las abuelitas se las ganaba repasando historias, mientras tomaba tinto con ellas, al tiempo que les empacaba tostadas y calaos…era un viejo panadero muy agradable, al que se le asomaban los pelos del pecho por encima del uniforme, eso si conservaba todos sus dientes, de aspecto varonil, corpulento, pelo cano, y bonita mirada, tenía unos setenta y tantos, era un tipo bastante apuesto…poseía toda la maestría, tras haber pasado por sus manos cada tipo de masas, podría decirse que era la persona más respetada y conocida de todo el barrio.

El efecto del desayuno no se hizo esperar, cuando el hambre y la gula se juntan, el cuerpo refleja las consecuencias.

Un par de meses después la adolescente parecía haber cambiado sus formas, la cintura empezó a desaparecer, del mismo modo que su esbelta silueta, la pancita no tardo en asomarse, unos cachetitos rozagantes y coquetos también.

Y aunque su dorado y florecido cuerpo de mujer era tan provocativo como pan recién salido del horno, el viejo panadero se intimido…pues la conocía desde que era niña, y le regalaba trocitos de queso costeño…era atractiva, con la bella alegría que carga la juventud, adoraba ese aroma a pan caliente que tienen los pueblos, y que se mezclaba con sus deseos de vivir, deseos que saciaba al visitar la panadería de la esquina.

A la muchachita su mamá la llevaba todos los días antes de la escuela, primero fueron galletas con ojitos, le encantaban porque eran dos galletas pegadas en una y tenían por encima ese polvito blanco, haciéndolas aún más divertidas, llegaba repleta de moronas y azúcar en la jardinera…adoraba las galletas de avena contorneadas gruesas, llenas de gránulos y uvas pasas, totalmente placenteras para su pequeña boca en que las deshacía con su saliva… y que también eran las primeras en venderse, otro día eran unas largas tiras endurecidas con azúcar en la parte superior, llamadas lenguas…

Luego eran masas en hojaldre, otro día croissant, panecillos de queso, cachitos de arroz pop, rosquitas de mantequilla, pandoro, brioche tradicional…brioche de miel, bizcocho de espuma, rollitos de canela, pan de naranja, ciabatta de chocolate, de cerezas…trencitas dulces, roscas de azúcar, hojaldre de miel…hojaldre de plátano, empanadas de guanábana, pan de pasas, pan moreno, pan de cebollas, pan de calabaza, pan de jengibre, de ajo y perejil, de zanahoria y orégano, de higos y queso, de manzanas e higos, pan nuevo, pan de mostaza, pan viejo, pan integral…pan pan, pan por todas partes…

Lo que el viejo panadero ofrecía era variedad y una gran destreza con sus dedos, así que…ella no soñaba con ovejas sino con pan…por lo tanto al ir creciendo entre tantos sabores, la jovencita tuvo hambre de algo nuevo.

Por otro lado el panadero, no solo se sentía intimidado con la nueva figura voluptuosa de la muchacha, lo que en verdad le atemorizó, fue la conversación que días antes tuvo con la abuela, donde ella le contaba que la muchachita había tenido unos rebotes, desmayos y malestar, que si las agüitas que le estaba preparando no le surtian efecto, tendría que llevar a su nieta a visitar a un pariente que era médico…¡la blancura del panadero se tornó morada, y sus ojos se expandieron más de lo normal!, carraspeo sugiriéndole a la abuela que quizá la joven estaba comiendo de más, a lo que ella exclamo con sarcasmo, ¡ay Harol si mi muchacha está enferma es porque se la pasa aquí metida!, el comentario de la abuela le sentó bastante mal, generándole un profundo terror…

De repente una mañana algo sucedió, todo el barrio entro en furor, una multitud de gente aguardaba exaltada frente a la reja de la panadería que aún se encontraba cerrada, y un enorme y extraño letrero de fondo rojo con letras blancas, que decían… “SE ARRIENDA” … del panadero no se volvió a saber nada, debió haber desocupado en las horas usuales en que se dedicaba a su labor, y aunque todo el barrio lo conocía a nadie le dio ninguna explicación.

Los ojos de la jovencita quedaron perplejos ante tal escena, sintió nostalgia y también cierta liviandad, pues el médico le había dicho que su metabolismo era sensible a la ingesta en exceso de gluten y azúcar, y que los demás cambios en su cuerpo se debían al desarrollo normal. Ella adoraba la sensación que le generaba la panadería de la esquina, era como un gorgojo que no puede abandonar la alacena, llena de ensueños…quería ser libre como los trigales que se mecen suavemente con el viento a pleno sol, y ahora la movía un deseo mayor, solo el deseo de ir a trotar al parque…pues un apuesto profesor de educación física daba entrenamientos gratis.

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