EL PAN DE CADA DIA

EL PAN DE CADA DIA

El susurro de mis ancestros en el viento me manifiesta su presencia a través del trigo, cuyas espigas doradas se confunden con el sol. Esta materia prima, tan importante para aquellos hombres que se dedican a la siembra, el arduo trabajo que ello implica de esfuerzo y devoción. A pesar de las duras inclemencias del clima, siguen adelante con sus tareas en esos campos que se extienden en mi bello pueblo natal, donde nací y crecí. En mi pueblo, tienen una tradición muy particular: en épocas de primavera e invierno, la cosecha se realiza antes del alba y así ser llevado a un silo donde quedara almacenado por veinticuatro horas, para transformar esos granos de cereal que son separado logrando sacar el salvado del espemo que se obtendrá gracias a su reducción dando la harina aquella que nos proporcionara la energía y los nutrientes necesarios para enfrentar las actividades del día a día.

Mi historia comienza así, en una zona boscosa, se encuentra una casa pequeña con tejas rojas A lo lejos, se puede ver el humo que sale del tiraje de la chimenea, junto a aquel fogón que hoy solo sirve para calentar el ambiente. Una vieja cocina de hierro, alimentada con troncos a la par se encuentra una antigua mesa de madera que sirvió de herramienta para su dueña , que hoy es anciana y se sienta junto a ella rememorando viejos recuerdos, aquellos donde pasó muchas madrugadas cuando comenzaba su tarea de elaboración.

Bendecidas las manos que toman aquel arduo trabajo de panificación, colocando primero la harina, luego la sal, la levadura, la grasa y el agua para unir logrando así una firmeza y fuerza en la masa, al dejarla reposar esta crecía elevando su volumen. Dándole así el toque final formando futuros panes que serían redondos, largos, medianos o pequeños, según cómo los moldeara con sus manos. Una vez en el horno, se cocinaban, siempre impregnados del amor con el que habían sido preparados.

Hoy, esta tradición será transmitida a su nieta, quien, cuando era pequeña, solía jugar a ser como su abuela Cata. Se ponía aquel delantal con estampados de flores de colores y a pesar que le quedaba grande lo arrastraba por el piso y una que otra vez cayéndose en su andar y aun así sonreía con gran satisfacción sintiéndose maravillada por ser parte de ese mundo tan especial, subida en aquel banquito lograba con sus pequeñas manos ser parte de todo ese proceso, mientras la abuela hojeaba, con las manos llena de harina un cuaderno de tapas negras donde, observa paso a paso la receta, no porque no se la supiera de memoria, sino era la manera de tener presente a su madre de origen española, quien era la autora de ese escrito y la acercaba un poquita a ella y a sus raíces.

Se escucha un chirrido es el sonido de un frenada en la entrada de aquella humilde morada, poniendo se de pie estirando su vestido y acomodándose su saco de lana azul a tono del mismo color para estar más presentable que nunca Cata siente como su corazón se acelera, sabe quién llega a verla, sus ojos de color verde tienen un brillo especial a pesar de necesitar sus lentes, esperando que entre por esa puerta su nieta Martina, quien se encontraba viviendo fuera del país, habría emigrado por cuestiones laborales. Ahora toda una mujer, volvió para establecerse nuevamente y vivir más cerca de esta.

Una pequeña cruzo, la puerta tenía el mismo rasgo de Martina, pero sus cabellos eran ondulados que caían en cascadas, pronunciando:

-Hola Abu, “Cata, abrazándola y rodeándola con sus pequeños y diminutos brazos”.

Cata se quedó tan sorprendida.

-Hola mi pequeña, eres muy fuerte me acabas de dar un abrazo de oso. Le dijo sonriendo y guiñándole el ojo.

– ¿Cómo te llamas? Justo cuando la pequeña estaba por dar su respuesta se sintieron unos pasos en la puerta de entrada, una figurase se apoyó en el marco de la puerta contestando su pregunta:

-Se llama Leila abuela.

¡Oh!, mi querida niña ya volviste, uniéndose en un abrazo de tres. Lagrimas caen por la mejilla de ambas mujeres, mientras la pequeña se encuentra abrigada en el mejor refugio del mundo, tres generaciones se habían vuelto a reunir como si nunca hubiera pasado el tiempo, este que siempre fue tan implacable para todos.

Mientras afuera de la ventana se encuentra enfriándose una pieza de pan que había sido preparado para esa ocasión tan especial, adentro se escuchan carcajadas de alegría mientras tomaban un té de manzanilla con anís en las tazas de porcelana utilizada en ocasiones especiales, acompañado de anécdotas de ambas mujeres haciendo una tarde muy amena, mientras Leila se encuentra sentada junto al fogón, jugando con su peluche. Pronto empezó a oscurecer, ambas sabían que debían partir había llegado el momento, el tiempo había volado esa tarde y la oscuridad se asomaba, esa era la señal para volver a la ciudad. Se fundieron en un abrazo sabiendo que debían despedirse.

-Abuela, pronto volveré, debo de terminar con la mudanza, acomodar todo para el local que pronto inaugurare y me encantaría que vengas a conocerlo. Sabes que te quiero cerca mío. Eres mi inspiración.

-Mi niña sabes que me encantaría acompañarte, me es difícil salir, mi reuma y mi visión está cada vez peor, más que ayudarte voy a ser una carga. Y tienes mucha responsabilidad. Sabes que puedes venir cuando quieras y espero que la próxima vez se queden con Leila a dormir voy a preparar tu habitación, quiero que pasemos tiempo juntas.

-Si abue, aquí estaremos. Y tú vendrás conmigo a casa.

-Muy pronto estaré contigo mi niña.

Rin, ring, ring, se siente el despertador dando las cuatro, mientras una mujer se sienta en la cama angustiada, sin querer despertarse de su sueño, levantándose de un solo brinco para dirigirse a la ducha y así empezar con su rutina diaria. La pava ya estaba lista, le urgió prepararse una taza de té, tomándola con las dos manos dándose calor, se sienta en la silla frente a la pantalla del monitor para dar el último toque a su arduo proyecto. No importaba, en ese momento cuanto tiempo le llevo, debía de cumplir con su promesa asia alguien especial, suena su teléfono y contesta:

-Si, marcos es del color que quería, debe estar listo para esa hora. Ok, ahí estaré. Colgando la llamada.

En la esquina céntrica, de aquel local de color pastel, la gente se agolpaba, esperando poder ingresar. Martina llegaba muy apurada, logrando pasar…

-Oh, permiso.

Parándose en la entrada se dirigió a la multitud

Gracias a todos por estar aquí, amigos, vecinos y futuros clientes por acompañarme en este proyecto bienvenidos al PAN DE CADA DIA DE DOÑA CATA, mientras tiraba de una cortina para descubrir aquel cartel y abriendo sus puertas donde todos ingresaron a degustar todos los deliciosos panes que se encontraban en los canastos de mimbre de los exhibidores del local. Mientras se atendían uno a uno los clientes y ya quedando vacío, Martina tomo un respiro, posando la mano en su vientre le hablo diciéndole , Leila cumplimos la promesa, la abuela esta con nosotras.

fin.

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