Ashleen y Pan

Un día, mientras Ashleen estaba sentada en su silla alta en la cocina, observaba a su abuela amasando la masa con sus manos expertas. De repente, Pan apareció a su lado, invisible para todos excepto para ella.

“¡Abuuu, pan pan!” exclamó Ashleen, con sus ojitos brillando de entusiasmo. Luego, susurró a Pan: “¡Cuéntame otra historia!”

Pan, el amigo imaginario, se acomodó junto a ella y comenzó su relato. “Ashleen, ¿sabías que el pan ha sido muy importante para la gente durante mucho, mucho tiempo?”

Ashleen ladeó la cabeza, intrigada pero un poco confundida. “¿Mucho tiempo? ¿Cómo cuánto, Pan?”

Pan sonrió y continuó. “Hace miles de años, nuestros antepasados ya hacían pan. Al principio era muy simple, solo agua y harina, pero con el tiempo aprendieron a hacerlo más delicioso y variado.”

“¡Miles de años!” exclamó Ashleen con asombro. “¿Cómo hacían pan? ¿Tenían hornos como el nuestro?”

“No exactamente,” dijo Pan. “Al principio, cocían el pan en piedras calientes al sol. Luego, en lugares como el Antiguo Egipto, comenzaron a usar hornos de barro. Los egipcios hacían pan todos los días y lo usaban incluso como dinero.”

“¿Dinero de pan?” Ashleen abrió los ojos, sorprendida. “¡Yo quiero dinero de pan! ¡Para comprar más pan!”

Pan rió. “Sería divertido, ¿no? En Grecia, había panaderos que eran famosos por sus recetas, y en Roma, el pan era tan importante que tenían panaderías públicas para que todos pudieran tener pan fresco.”

Ashleen imaginó a los griegos y romanos corriendo por la ciudad con panes gigantes en las manos y se rió. “¡Grecia! ¡Roma! ¡Pan volando!”

“Bueno, no volaba exactamente,” dijo Pan, riendo también. “Pero el pan siempre ha sido importante. Durante la Edad Media, el pan se convirtió en la base de la dieta en Europa. Había muchos tipos de pan: pan blanco para los ricos y pan negro para los pobres.”

“¿Pan negro?” preguntó Ashleen, frunciendo el ceño. “¿Era malo?”

“No, no era malo,” explicó Pan. “Era diferente. El pan negro era más denso y nutritivo, y llenaba el estómago de las personas que trabajaban duro en los campos y las ciudades.”

Ashleen pensó en esto por un momento y luego dijo: “¡Yo quiero probar pan negro! ¡Debe ser muy fuerte!”

“Quizás algún día,” respondió Pan, acariciando el cabello de Ashleen. “Ahora, ¿quieres ayudar a tu abuela a poner el pan en el horno?”

“¡Sí!” Ashleen saltó de su silla, lista para la tarea.

Juntas, abuela y nieta colocaron la masa en el horno. Mientras esperaban, el delicioso aroma del pan llenó la casa. Ashleen, impaciente, se paseaba de un lado a otro, sus pequeños pies haciendo eco en la cocina.

“¿Abuuu, falta mucho?” preguntó, mirando el horno como si pudiera acelerarlo con la mirada.

“Solo un poco más,” respondió la abuela. Mientras tanto, Pan contaría un poco más sobre el pan

Ashleen miró que Pan le esperaba para seguir con la historia, y que estaba esperando ansiosamente. ¡Sí, Pan! ¡Cuéntame más! , dijo Ashleen.

Pan continuó: “Durante las guerras, cuando la comida escaseaba, el pan se convertía en un lujo.”

“¿Luxur… qué?” Ashleen intentó repetir la palabra.

“Lujo, querida. Significa que era algo especial y raro. La gente hacía lo que podía para asegurarse de tener pan en su mesa.”

“¡Guau!” Ashleen se quedó pensativa. “El pan es como un héroe. Siempre ahí cuando lo necesitamos.”

Pan sonrió. “Sí, Ashleen. El pan ha sido un héroe para muchas personas a lo largo de la historia.”

Finalmente, el pan estuvo listo. La abuela sacó la hogaza dorada y crujiente del horno. Ashleen aplaudió con entusiasmo. “¡Pan! ¡Pan! ¡Yummy pan!”

La abuela cortó una rebanada y se la dio a Ashleen, quien la tomó con sus manitas y la olió antes de darle un gran mordisco. El pan estaba caliente y delicioso, con una corteza crujiente y un interior suave.

“¡Mmm, Abuuu, pan bueno!” murmuró Ashleen con la boca llena.

“¿Sabes, Ashleen?” dijo Pan, observándola con ternura. “Tú también puedes ser parte de esta historia del pan. Cuando crezcas, puedes aprender a hacer pan y compartirlo con los demás, como lo han hecho tantas personas antes que tú.”

Ashleen asintió con entusiasmo, con la boca llena de pan. “¡Sí, Pan! ¡Pan para todos!”

La abuela le dio un beso en la frente. “Así es, mi amor. Pan para todos.”

Y así, la pequeña Ashleen continuó creciendo, aprendiendo a hablar y a entender el mundo, todo a través del lente del pan y las historias de su amigo imaginario, Pan. Con el tiempo, su amor por el pan no solo creció, sino que se transformó en una pasión por compartir y cuidar a los demás.

Ashleen se convirtió en una gran panadera y narradora de historias, contando a todos los que conocía sobre las maravillosas aventuras del pan a lo largo de la historia. Cada vez que compartía una rebanada de pan fresco con alguien, recordaba las palabras de Pan: “Pan para todos,” llevando consigo la tradición de amor y cuidado a través de un simple pero poderoso alimento.

Y así, el legado del pan continuó, pasando de generación en generación, uniendo a las personas con cada bocado y cada historia contada, todo gracias a una niña llamada Ashleen y su amigo imaginario, Pan.

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