Nuestro pan de cada día

Nuestro pan de cada día

Correteo por el jardín viendo a los niños jugar.

Les llamo, «niños es hora de merienda».

El pan tierno, la mermelada, las frutas.

El olor de pan recién hecho, que me traslada a mí infancia, a mí lejana tierra, al jardín de mil secretos.

Es el aroma de mil recuerdos, de una bella infancia.

Veo a los niños correteando por el jardín y les llamo: » Niños es la hora de la merienda», no parecen escuchar, los juegos son más divertidos.

Y mientras repito la misma frase, me detengo un instante recordando mi jardín, aquellos panecillos que hacía la abuela, que olían a gloria y sabían aún mejor.

Me siento feliz, pero vuelvo a mí realidad, a mis niños, a los panes recién hechos, a su aroma que se mezcla con el aroma de las flores del jardín.

Al fin los niños se sientan para su merienda,  veo sus miradas felices,  sus sonrisas tiernas y vuelven otra vez a mí, recuerdos de una infancia ya muy lejana, de los panecillos de la abuela con sabor a gloria y olor a flores.

Siento una profunda alegría, que se mezcla con una nostalgia lejana.

Despierto y veo a los niños comer con placer, saborear ese pan tierno, hecho con amor y horas de duro trabajo y me siento con ellos, me como yo también un panecillo y vuelvo a ser por un instante la niña de antaño.

Saboreo con placer lentamente y disfruto de las risas de los niños, de su inocencia y vuelvo por un instante a la ilusión primera del panecillo tierno de la abuela…

Votación a partir del 02/09

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS