BESITOS DE COCO

BESITOS DE COCO

manuel dragón

15/06/2024

La panadera se llama Minerva. Así consta en bordado rojo sobre el blanco de la bata, que cubre su cuerpo de un metro con sesenta centímetros y sesenta y seis kilogramos, el cual sostiene su faz angulosa y rubicunda.

Está ordenando las barras antes de abrir el negocio al público. Coge una con ambas manos, la mira, viste de besos y lametones un currusco y repite el tratamiento con el otro. La oculta bajo el mostrador.

La mañana transcurre con normalidad; la clientela entra, compra, charla brevemente y se va. A última hora llega Aarón, despeinado, vistiendo colores incombinables sin planchar sobre su metro con setenta y cinco y sesenta y seis kilogramos, en la solapa de la camisa reluce una mancha.

—Buenos días —saluda sonriente.

—Buenos días, ¿una sobada tostadita?

—Como cada día.

Minerva coge la barra que había apartado y se la tiende, mirándole fijamente a los ojos, mientras pregunta:

—¿Cómo va la novela?

—Hoy estoy un poco atascado —contesta arrancando un trozo de pan y llevándoselo a la boca—. A estas horas siempre tengo hambre, ya lo sabes, pero cuando me falla la inspiración tengo más todavía —añade masticando.

—¿Qué se te resiste?

—No acabo de ver clara la resolución del tema de Roberto y Helena —dice tras tragar.

—Normal. No te lo he querido decir antes, pero es que lo has planteado fatal. Toma un coquito de regalo.

Aarón calla muy serio mientras devora el dulce.

—¿Sabes que también se llaman besitos de coco? —pregunta ella sonriendo.

—¿Por qué está planteado fatal?

—Porque no tiene sentido. ¿No ves que Helena está loca por Roberto?

—A ver, Minerva, ¿sabes tú mejor que yo lo que sienten mis pers… Hostia, hostia, hostia.

—¿Ves? Ahí lo tienes —le guiña el ojo derecho—. Yo creo que Helena debería ayudar a Roberto en lo de la exposición. Cómo lo hace, ya te lo curras tú. Y en agradecimiento, Roberto le invita a cenar, por ejemplo, y ahí ya, tacatá.

—Joooder. Qué pasada, eso cambia todo el libro, ¡mejorándolo mucho!

Aarón mira a la sonriente Minerva durante unos instantes. Se ruboriza y le pregunta:

—¿Te gustaría cenar conmigo una noche?

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