El pueblo se está reuniendo afuera de la casa de Juan Pérez, han sabido quizás lo que está aconteciendo. Juan Pérez emocionado, sale a saludar y les comenta lo ocurrido.

  • ¡Propongo que me acompañe todo aquel que quiera venir a luchar para salvar a mi nieta! – exclamó – ¡¿Quiénes están conmigo?!
  • ¡¡¡NOSOTROS!!!- gritó el Pueblo en una voz, levantando el puño izquierdo.

El pueblo se armó, con todo lo que tenía, y salieron en marcha hasta la mansión, liderados en frente de las filas por el Sr. Juan Pérez.

En eso que ocurrían los hechos afuera, en las calles, un teléfono sonaba en la mansión. Contesta la segunda empleada de la Mansión, llamada Gabriela.

  • Ring ring….
  • Hola, habla Doris.
  • ¿Doris? Mi amor, soy yo, Gabriela – exclamó – Supe que el Sr. George te despidió.
  • Si, y no me ha pagado mi sueldo.
  • ¡Esto es el colmo!¡Hasta cuando tenemos que soportar a este hombre!
  • Tu tranquila, se me ocurrió una idea.
  • ¿Cuál?
  • Tu sale por la puerta trasera, yo te comento después.
  • Ok….

Luego de eso, cortó el teléfono y se aproximó a la puerta. Doris estaba allí esperándola.

Doris traía consigo una botella chica con veneno líquido. Doris saca la botella y se la muestra disimuladamente a Gabriela.

  • Ahora si ese pelmazo tendrá lo que se merece. – dice agitando la botella – Si, sabes a lo que me refiero…

Gabriela sonríe. Recibe la botella y se besan.

SE DESATA UNA GUERRA.

  • ¡El Pueblo Unido Jamás Será Vencido!¡El Pueblo Unido Jamás Será Vencido! – gritaba el Pueblo unánime mientras marchaban a la mansión Maldoney.

En eso, se comenzaron a escuchar disparos de metralletas. Salieron los Narcotraficantes con armas AK-47 y Bandas y Pandillas con cuchillos directo a matar.

Comenzó la guerra.

El pueblo luchó valientemente, mientras que Juan Pérez se aproximaba raudo y veloz hacia la gran puerta que tenía aquella mansión.

La sangre se derramó en el suelo y el pavimento. De ambas partes caían uno a otro siendo asesinados.

En eso, el Sr. George se encontraba encerrado en su habitación con los Narcos que mejor disparaban para así defenderlo. En eso tuvo hambre, y llamó con su campana a Gabriela.

  • Sra. Gabriela, prepáreme pan amasado, y uno de esos pasteles tan ricos que le quedan a usted por favor.
  • Sí, señor. – dijo Gabriela.
  • Ah, y también un café caliente por favor
  • Sí, señor.

Gabriela bajando las escaleras, comienza a maquinar el asesinato en su mente, mientras que recuerda las palabras de Doris.

Prepara el PAN, y los pasteles y les agrega el veneno a los ingredientes y al café del Sr Maldoney, y lo coloca en una bandeja de plata.

  • Todo listo – dice Gabriela, pensando – ¡Por la Libertad!

Se aproxima a las escaleras para luego subirlas, pensando aún en su amada.

EL SR. GEORGE ES ASESINADO

Mientras caía la tarde, el suelo se manchaba más y más de sangre y por las calles, y pavimentos se podían observar los cuerpos que yacían sin vida.

Los sobrevivientes seguían luchando.

En eso, dentro de la mansión se encontraba el señor Maldoney en su habitación. Sentado viendo las noticias por la televisión. Cuando en eso, ingresa Gabriela con los alimentos que preparó.

  • Sr. George, aquí están los alimentos que usted ordenó.
  • Muchas Gracias preciosa. – exclamó él, dándole una nalgada.
  • ¡Oh Señor George!¡Hasta aquí! – gritó Gabriela y echándose sobre él comenzó a golpearlo y ahorcarlo.

La Bandeja salió volando por los aires y la comida con el veneno se desparramó por la habitación. Ahora ¿Cómo iba a matar al Sr. George?

En eso, el Sr. George se levanta y comienza a reducir a Gabriela en el piso.

  • ¡Eres mía Gabriela! ¡Solo Mía! – le gritaba mientras trataba de violar a Gabriela.
  • ¡No tan rápido! – gritó Doris, quien aparece de repente con un revolver AK-47.
  • ¡¿Doris?!¡NOOOO! – grita el Sr. Maldoney recibiendo un disparo en la frente que sería el ultimátum de su vida.
  • ¡Doris amada mía, me salvaste! – exclama Gabriela.
  • Ahora sí, Gabriela, ¡SOMOS LIBRES!

En eso, ingresan violentamente por la puerta el Sr. Juan Pérez, con la Policía y quienes quedaban aún con vida, suben a las habitaciones buscando a Alfonsina y se encuentran con la escena del crimen, y a las dos culpables del hecho.

  • ¡No nos quería pagar el sueldo! – exclamaron juntas.
  • ¡No se diga más señoritas! – gritó el comisario – ¡Recibirán galardones y conmemoraciones por liberarnos a todos de este rufián!
  • Gracias por entendernos – dijo Gabriela – Al Fin viviremos nuestro amor en Paz.

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