2ºESO-Me llamo Aurora

2ºESO-Me llamo Aurora

BlackCoffee

11/03/2019

Lo más importante de una historia es su comienzo. Lo que da forma a una historia no es su nudo, ni su idea, ni como finaliza. Lo que da emoción y sentido a la historia es cómo comienza. Es muy complicado comenzar una historia, un relato, un informe, una vida. Es complicado poner en orden tus ideas y comenzar a escribir, comenzar a vivir. Pues bien, esta historia no necesita un comienzo, puesto que los acontecimientos que empezaron ya han sido vividos por el hombre. Esta historia no necesita un comienzo porque ya ha comenzado.


Me llamo Aurora. Al menos eso lo recuerdo. Tengo ciertos amigos y una pequeña familia, compuesta por mis padres y mis dos abuelos, pero apenas recuerdo sus rostros. Cada instante recuerdo menos de dónde vengo, mis aficiones, todo lo que quise e hice en la vida. Y ya no puedo más.

Nací en el año 2020, una buena fecha de no ser por la gran amenaza a la que se enfrenta la humanidad. Una enfermedad similar al alzheimer con los mismos síntomas, provocada por un virus que se creía contagioso. Al principio comenzaron cayendo unos pocos, pero el gobierno únicamente trató de aislarlos, sin embargo, tras unos pocos meses de tomar estas medidas preventivas, más gente comenzó a perder la memoria de las cosas, a no recordar lo que habían hecho esa misma mañana o el día anterior. Mucha gente que no poseía el virus comenzó a ayudarles, e increíblemente, muy pocos quedaban contagiados de él. Hoy, 14 años después, somos conscientes de lo que lo provocó.

Fue la tecnología. Lo que nos hacía superiores e inteligentes se volvió contra nosotros y nos hizo vulnerables. La fijación corporal que realizábamos en la tecnología debilitaba nuestra mente, haciendo más sencillo el acceso de este virus, y que, por consecuencia, olvidáramos nuestros recuerdos, comenzando por los más recientes.

Actualmente, más del 65% de la población posee esta enfermedad. Y yo estoy entre ese porcentaje. Las secuelas de esta enfermedad no son iguales para todos, por ejemplo, mi aspecto: estoy demacrada, con los pies y manos más finos que las patas de una mesa; mis ojos azul grisáceo con la mirada perdida, apagados y con un destello de tristeza; mis manos repletas de callos, y mi piel arrugada y con un tono amarillento oscuro; tengo los labios secos,la nariz repleta de puntos verdes y el pelo ennegrecido. Pero por la calle veo a gente feliz,cansada, pero rebosante de energía. Esa sensación me llena de angustia y soledad.

Día tras día he decidido esconderme del mundo,debido a que la vida me había hecho mucho daño. Me he aislado del resto de las personas, creando en mi casa un ambiente cerrado y solitario.No quiero contactar con la gente, no necesito que me ayuden y sientan lástima por mí.

Hoy me he despertado como todos los días, una rutina imposible de olvidar. Paso las primeras horas de la mañana contemplando la multitud de colores que se alzan ante mí, despertando emociones que he olvidado.Observo con atención a los pájaros, e imagino un mundo más allá, donde pueda vivir en paz con mis recuerdos.Esta espera hasta llegar al nuevo mundo se hace insoportable.

Pero hoy era distinto. Cuando me he despertado y he observado a las aves del cielo volar, he sentido la necesidad de ser libre como ellas,de volar, muy alto, y huir del destino que me aguardaba.Me vestí a toda prisa y salí a la calle, respirando por primera vez en mucho tiempo, una bocanada de aire fresco. Mi casa estaba al lado de un río, así que me dirigí allí corriendo, mientras el viento me azotaba el rostro con suavidad. Observé a las ardillas y a los montes, y también a las grandes águilas. Y mi sensación de libertad cobró fuerza.Pero mi energía se agotó cuando bajé la mirada hacía una residencia de jóvenes con el virus.Me apagué y me dispuse a volver a casa, pero cambié de idea al momento, pues quería identificarme con aquellas personas que lo estaban pasando igual que yo. Pedí un taxi con urgencia, y no pasé desapercibida la cara de espanto y compasión del conductor debido a mi aspecto. Apenas pude decir a dónde me dirigía,pues el conductor lo adivinó de inmediato.Y en unos minutos me encontraba enfrente de aquella residencia.

Era un edificio alto y luminoso,cubierto de vidrieras y ventanales.Poseía también puertas anchas de madera, y paredes de mármol blanco.Su inmensa grandiosidad hizo que mi respeto aumentara.Entré por la gran puerta de la entrada, y fijé la vista en el escritorio que se encontraba delante de mí.La secretaria no levantó la vista hasta que me acerqué a ella y entonces me dijo:

-¿Su nombre?-me preguntó-.

-Disculpe, pero no he venido a registrarme, únicamente a ver el trabajo que realizan aquí. -murmuré despreocupadamente-.

-Disculpe muchacha, pero tenemos orden de alojar a aquellas personas que necesiten trato médico del virus, y usted lo necesita sin ninguna duda. -replicó ella-.

-Es posible que lo necesite, sí. -suspiré con aplomo-. Les agradecería que me ayudaran a sobrellevar esto.

-Por supuesto. -me concedió-. ¿Su nombre?

En ese momento me quedé helada, busqué entre mis recuerdos, pero mi nombre se había desvanecido de ellos. La secretaria vio mi cara de asombro y pánico y contestó enseguida:

-No se preocupe, los pacientes nuevos rara vez se acuerdan de ellos. -dijo simplemente; sus palabras me reconfortaron, no era la única a la que le había ocurrido todo aquello-.

-Acompáñeme, por favor. -me indicó ella-.

Asentí y la seguí por el corredor contiguo a la recepción.Había varias salas abiertas,por lo que pude observar el trabajo que realizaban allí,atendían a los enfermos, les ayudaban,no les trataban con lástima ni desprecio,sino con la dignidad de unos verdaderos clientes.

En ese momento me dí cuenta.La cura de mi enfermedad no se encontraba en aquellos médicos que ayudaban a la gente.La cura estaba en mí misma. Yo debía decidir mi destino, no abandonarme a él. Y cuando pensé aquello recordé mi nombre. Me llamo Aurora.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS