2°ESO: Todos los seres humanos

2°ESO: Todos los seres humanos

LadyBug

01/03/2019

Allí estaba yo. En lo más profundo de aquel oscuro y tenebroso bosque. A esas alturas me esperaba ya lo peor. Sabía que en cualquier momento aparecería aquella horrible y espantosa figura y…

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15/07/2217

Me encontraba a escasos minutos de anunciar algo que revolucionaria el mundo por completo. Era consciente del peligro que conllevaba, pero por la cantidad de dinero que pronto amasaría valía la pena arriesgarse.

Llegó la hora y subí a la plataforma desde donde más de 300.000 persona escucharían alucinadas la presentación de mi revolucionario producto. Y así la primera fase de mi ingenioso plan comenzó.

“Yo Sokratis Papastathopoulos, el mejor de los científicos griegos y posiblemente de todo el mundo, he creado el primer prototipo de humanoide. Un robot cuyo aspecto es idéntico que al de un humano, al igual que su forma de hablar y sus movimientos. Ni yo diferencio entre un robot y una persona…”

Y todo fue como lo planeado. A la gente le encantó. La mayoría de los allí presentes encargaron uno y, cegados por la idea de no tener que volver a hacer nada por sí mismos, llegaron a pagar grandes cantidades de dinero por cada robot.

Algunos lo usarían para cocinar, limpiar, ir hacer recados… e incluso para ser sustituidos en sus trabajos.

Pasaron los años y mi creación prosperó hasta el punto de que gran parte de la población mundial poseía más de un robot.

Era ya algo habitual que hubiese más humanoides en las calles y empresas que humanos. Todo el mundo vivía con ellos como si fueran otras personas más, que es lo que aparentaban. Estaban convencidos de que todo había mejorado con ellos.

Una noche de invierno, tras una difícil y larga reunión con mis socios colaboradores, se aprobó poner en marcha la fase número dos de nuestro plan.

Con los años me había hecho multimillonario y no veía ya necesario dar nuevos pasos, aunque no tuve más remedio que aceptar.

Ahora consideraba que iba a ser un gravísimo error que me podía costar, por culpa de mi egoísmo y ganas de poder y poder, todo lo que con esfuerzo y trabajo había llegado a conseguir.

La maquiavélica fase dos del plan consistía en la rebelión de los humanoides contra sus amos, gracias a un chip oculto que había sido colocado en el interior de todos los humanoides, con el cual se podían manejar a través de un ordenador central.

22/01/2219

Dylan, uno de nuestros principales clientes, se encontraba con su familia en su casa, tranquilo. Como acostumbraba a hacer, encargó a Erik, su fabuloso robot, que le trajese un vaso de agua.

El robot se dirigió a la cocina, llenó un vaso de agua, pero, en vez de dárselo a Dylan, se lo tiró encima. Después, se sentó en un sillón haciendo caso omiso al nada habitual enfado de su dueño.

Ese día a todo el mundo le comenzaron a ocurrir cosas similares y desde entonces se empezó a sospechar que algo podría estar pasándole al sistema operativo de los humanoides.

Poco a poco los robots fueron dejando de servir a las personas y en algunos casos se llegaba hasta a invertir los papeles: el humano servía al robot por miedo a sus amenazas. Esto significaba que, de forma indirecta, me obedecían a mí, quien prácticamente contralaba todo.

Después de varias denuncias por la rebelión de los robots, se prohibieron los humanoides y se forzó su desconexión. Por ello tuvimos que tomar medidas más drásticas.

La policía analizó los humanoides y mi empresa de arriba abajo. Pero no encontraron, por suerte, nada sospechoso.

5/03/2219

Este fue el día de inicio de la rebelión. Desde la organización, programamos al robot de Dylan con la finalidad de que el dueño fuera asesinado, extender el miedo a todo el mundo y, definitivamente, dominarles con el objetivo de convertirme en el único líder, pero a esas alturas el pensamiento de las personas había evolucionado ya bastante.

Por eso, sucedió lo contrario a lo que yo preveía. Las personas no se dieron por vencidas y comenzaron a hacer lo mismo que los humanoides, destrozando cada robot que veían.

Las cosas empezaron a ponerse difíciles, pero yo ya no podía dar marcha atrás.

Una noche, de camino a una pequeña cabaña secreta iluminada con velas a las afueras de la ciudad, en la linde del bosque, desde donde se podían mandar órdenes a los humanoides, me encontré con uno de mis socios. Le expliqué que necesitaba insertar en los robots unos nuevos protocolos de ataque y defensa, dada la gravedad de la situación.

Cuando iba a mandar las órdenes, me agarró con una fuerza sobrehumana de la muñeca y me tiró de la silla.

-¡Qué haces!- grité rabioso e impresionado.

-Simplemente estoy salvando el futuro de toda la “humanidad”- me dijo mi socio con una valentía sorprendente.

-¡No te comprendo! ¿Me estás diciendo que después de todo te echas atrás, cuando fuiste tú uno de los que me convencieron para seguir adelante?- respondí.

Entonces, dolido por la caída y muy enfadado, agarré una vela y le quemé la cara, pero no dio ninguna señal de que le hubiese dolido.

Algunas partes de la piel de su cara se empezaron a derretir, dejando ver el interior, hecho de metal.

En ese momento aproveché para huir de la cabaña y me adentré en el frondoso bosque.

Al instante, oí como el humanoide salía de la cabaña y me di la vuelta para ver cómo venía a por mí. Conseguí esconderme detrás de una roca y esperé a que se fuera.

Y allí estaba yo. En lo más profundo de aquel oscuro y tenebroso bosque. A esas alturas me esperaba ya lo peor. Sabía que en cualquier momento aparecería aquella horrible y espantosa figura para acabar conmigo.

Y, de repente, me di cuenta de lo maravillosa que era mi creación. Un simple robot me había demostrado ser mejor persona que yo, al haber intentado matarme y así salvar a todos los seres humanos.

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