“3252. Necesitamos ayuda, esto es imposible. Es una plaga. Nada ni nadie los para. Lo estamos intentando desde que aparecieron. Está claro que necesitamos la solución cuanto antes.
Saludos
Profesor García.”
Si, así aparecía el problema. Esa misma tarde debía estar en Chicago. El problema: los Herectus. Sí, parece imposible, pero no lo es. Durante toda la historia hemos querido eliminarlos del planeta, pero se resisten. No es que no queramos que existan. Son ellos los guerreros nacionalistas que quieren acabar con nosotros. Ahora me necesitan para hallar la solución. Soy Leonardo Da Vinci. No os sorprendáis. En estos tiempos existe la resurrección de los muertos.
Chicago, la ciudad donde se concentra el poder de los Sapiens. Entré en una inmensa sala en la que se había reunido a todos los sabios de nuestra historia. Sin exagerar era como un estadio de fútbol. Muchas ideas fueron propuestas por diferentes científicos, como enviarlos al centro de la Tierra, iniciar la quinta guerra mundial o intentar crear fronteras. Ninguna funcionó. Los Herectus controlaban toda África, Asia y Oceanía, por no hablar de que Europa resistía a duras penas. La solución la teníamos nosotros, los concentrados en aquella sala. La humanidad dependía de nosotros.
Tras varios días de pensar sin llegar a ninguna solución, llegué a la conclusión de que en la Tierra no conseguiríamos jamás vivir en paz. No había solución en la Tierra. Era un problema sin solución, una ecuación sin respuesta o un laberinto sin salida. Nadie sabía qué hacer y el pánico corría por nuestra piel.
– Hola niña. Ten cuidado, no te caigas – le dije a la niña que chocó conmigo.
Ella, de siete u ocho años, respondió asustada:
– No quiero molestarle señor – dijo dudando un momento-, pero tengo algo que contarle.
Yo me quedé un poco sorprendido, ya que no la conocía de nada, pero sabía que a ella le importaba.
– Sígueme – añadió la niña.
La seguí hasta llegar a las afueras de la ciudad, donde había un montón de edificios antiguos.
Nos metimos en un camino de tierra. Mis zapatos se llenaron de barro al pisar la antigua carretera. La niña me guio hasta una cueva y en la entrada comentó:
– Señor, esto que va a ver no se lo he enseñado a nadie, porque no tengo a nadie de confianza. Mi familia murió hace cinco años en un accidente de avión. Se lo he dicho a usted porque le he visto salir del edificio del presidente. Y además parece usted muy inteligente.
La niña vestía con ropa sucia y desgastada, pasada de moda. No tenía zapatos y aparentaba tener frío. Le ofrecí mi chaqueta porque aunque no cuadrase en aquella ciudad, tenía apariencia sincera y honesta. Entramos en la cueva sin hacer ruido. Ella encendió una viejísima luz led. Se alumbraron tenuemente los primeros peldaños de una escalera. Bajamos durante más de cuarenta minutos y finalmente accedimos a una gran sala. La niña añadió:
– Soy Clara.
La sala era inmensa, esculpida en la piedra que formaba las densas paredes. Allí no había más que la luz que portaba Clara pero una luminosidad se extendía en la sala. En el centro había unas escaleras que conducían al haz de luz que nos alumbraba. Al llegar vi una extraña figura con forma esférica como mi cabeza de tamaño. Clara se acercó y tocó la masa blanca. Esta se transformó en un cuervo de luz. Yo, alucinado, quería tocar también pero Clara me detuvo y añadió:
– Esto es muy poderoso. Y hace mucho daño.
Dijo esto y se dirigió a las escaleras.
– Una vez estaba aquí y estaba jugando con la luz y mi gato. Provoqué que mi gato se tocase con el gato de luz. Y esto hizo que mi gato desapareciera. Mas mi gato solo había tocado simplemente un poco de la luz, y ya había desaparecido para siempre. Desde entonces no he vuelto a ver ningún gato.
Me compadecí de ella y la abracé.
Luego añadió:
– Por esto te he llamado, es la solución. La bola de luz hace desaparecer seres vivos.
Tras reflexionar, le di las gracias y le dije que me acompañase a mi casa ya pasada la media noche. Por la mañana fuimos al ayuntamiento donde el presidente informaba de las noticias. Le hablé sobre Clara y él se alegró mucho.
Tras varias semanas para capturar un Herectus, un equipo especializado de Chicago atrapó uno en la República del Congo. Se hizo una celebración para que los Herectus desaparecieran, a la que Clara asistió y se le otorgó el premio Nobel de la Paz. Tras la celebración se produjeron un montón de banquetes en honor a la libertad y a Clara.
Dos días más tarde adopté a Clara gracias a que ella me quería mucho. Con mi familia, se la trataba como a una hermana y todo el mundo la quería mucho. Dos semanas después empezó a leer y escribir. Todo iba genial, era la etapa más feliz de mi vida.
¡No, imposible!, al eliminar al homo herectus hemos hecho que el T-Rex exista en la actualidad. ¡Más de 20.000 años perdidos!
Historia narrada por Leonardo Da Vinci.
Quería despedirme, porque la verdad es que la bola nos asombra a todos. Os preguntareis como conseguimos hacer desaparecer los T-Rex. Al eliminar al homo Herectus, hicimos aparecer los T-Rex, como pasó con el gato. Y la verdad es que tras varias transformaciones la única solución era buscar otra Tierra. Por eso nos costó tan caro eliminar al homo herectus. Os hablo desde la llamada Frida.
Un saludo
Da Vinci
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