Las Historias de Adrián en Tamiar

«La única posibilidad de descubrir los límites de lo posible es aventurarse un poco más allá de ellos, hacia lo imposible.»

ARTHUR C. CLARKE

Cebada Mil novecientos sesenta y ocho

Cruzaban la alberca de Tamiar, dos grandes cámaras hinchadas de ruedas traseras de tractor, estaban sobrepuestas formando una pequeña torre piramidal por los diferentes diámetros que tenían. En realidad, no eran dos neumáticos, sino un pequeño bote de remos que navegaba rumbo a la isla de la aventura. Sobre ellos dos niños de cuerpos bronceados y escasamente vestidos. Serían Raúl y Adrián. si no fuese porque en aquellos momentos sus fantasías los habían convertido en Jack y Jorge, acompañados de sus invisibles hermanas Dolly y Lucy. Protagonistas de la colección aventura de Enid Blyton

Raúl se autoimponía siempre la interpretación del papel de Jack, con su inseparable cacatúa Kiki, sobre su hombro. De esta forma acaparaba siempre la narración del relato de su aventura, porque cuando no hablaba él, lo hacía el pájaro, que también interpretaba Raúl. Desdeñando los papeles de las niñas, a Adrián no le quedaba más remedio que interpretar a Jorge, un personaje que siempre llevaba serpientes y ratones en el bolsillo, pero como que a Adrián le daban bastante repelús prefería obviar esta faceta del personaje.

La autoridad verbal de su primo, se ponía de manifiesto con un mejor conocimiento de la historia, esto permitía a Adrián la cómoda posición de escuchar, y limitarse a vivirla, gozando de las aventuras que iban a suceder.

Medio adormilado por el sol de la tarde, recordó porqué estaban allí.

Después de comer habían estado paseando por los graneros, y no habían resistido la tentación, de subir las escaleras que llevaban a lo mas alto. Cuando alcanzaron la cima, contemplaron desde la plataforma de control de llenado, como a sus pies, a escasos metros de altura se almacenaban toneladas de grano, ciento treinta y dos mil toneladas de trigo, afirmaba Raúl. El impulso natural los llevo a lo mas urgente, que era saltar.

Primero lo hizo Raúl, que, tras un salto espectacular, al llegar al grano, este se tragó medio cuerpo, el otro medio empezó a llamar a Adrián con las manos mientras le decía

—¡Venga! salta que es muy divertido.

Adrián quería hacerlo, pero la altura le daba cierto respeto, serían unas tres veces la altura de su cuerpo calculó.

—No pienses y salta—gritaba su primo desde abajo.

Cerró los ojos y saltó, tras un rato en el aire, sintió como su cuerpo empezaba a hundirse rápidamente en los granos, hasta quedar como Raúl, con medio cuerpo fuera.

Era una sensación extraña, sentía como los granitos iban entrando en el interior de sus ropas, primero las sandalias, luego por dentro del pantalón y pronto lo empezaron a hacer por su ropa interior. Reían divertidos por la situación. Y entre risas, nadaron en distintos estilos e hicieron volteretas.

Hasta que Adrián empezó a notar que el cuerpo le picaba, y le picaba mucho. Una sensación que iba en aumento.

—¡Raúl!, me pica todo. — Gritó Adrián finalmente

Raúl se puso unos granos en la mano, los miró con detenimiento. Después los llevó a su boca y los masticó.

—No es trigo, es cebada. —dijo

A Adrián no le preocupaba tanto el cereal causante, como la búsqueda de alivio, y concentró sus esfuerzos tratando de alcanzar las escaleras, que se hallaban a pocos metros, pero alcanzarlas costaba mucho, cada paso suponía avanzar unos pocos centímetros, la presión de los granos le impedía correr.

Adrián tuvo la sensación de ser perseguido por millones de mosquitos, tras unos minutos muy largos, alcanzó la escalera vertical y empezó a subirla. Al subir se iba librando de la presión de los granos lo que le permitió acelerar más hasta llegar al rellano de control de llenado. Mientras esperaba a su primo se fue sacudiendo los granos pegados al cuerpo y del interior de las sandalias a la vez que vaciaba los bolsillos. Pero no lograba aliviar la comezón.

Cuando Raúl llegó a su lado, le dijo  —Corre vamos a bañarnos.

Abandonaron el almacén corriendo hacia el caserón familiar, y cuando llegaron al aljibe que utilizaban de piscina, Raúl sin ningún pudor se despojó de todas sus ropas y se lanzó al agua. Adrián era muy mirado y le costaba exhibirse, pero el picor apremiaba. Tras quitarse las sandalias y la camiseta, miró a su alrededor para asegurarse que nadie lo veía y una vez en calzoncillos se tiro al agua.

En el agua desaparecieron todos los picores y aparecieron las nuevas fantasías. Nadaron hasta los neumáticos, que habitualmente flotaban en el agua, se subieron a ellos, y Adrián tras recibir las instrucciones y asumir el rol que le dio Raúl, se convirtió en Jorge y empezaron a navegar hacia la isla de la aventura.

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