Para María y todos los demás niños y niñas, que vencieron al rey Coronavirus

Había una vez un lugar precioso, llamado planeta Tierra, donde vivían toda clase de seres.

Los había muy grandes, con largas trompas, que se llamaban elefantes; otros eran muy fuertes, como los osos, a los que les gustaba comer de todo, pero lo que más, la miel que fabricaban otros animalitos muy pequeños que se llamaban abejas, que volaban de flor en flor para recoger el material con el que fabricaban la miel que tanto gustaba a los osos.

Las flores también vivían allí en el planeta Tierra, y habían inventado los colores. Cada una escogió el color que más le gustó para vestirse, y así llenaron el planeta de rojo, azul, morado, amarillo, rosa, naranja…

A las flores las protegían los grandes árboles.

Ellos poblaban gran parte del planeta, y habían escogido el color verde, porque gracias a ellos, todos los demás animales podían respirar tan bien, como cuando te comes un chicle de menta y sientes que tu nariz respira mucho mejor.

Había animales que vivían en el mar, que era enorme, y otros que pasaban la mayor parte de su vida volando. Estas eran las aves; grandes como las águilas, y pequeñitas como las golondrinas y los gorriones.

Arañas, insectos, reptiles…

De ocho patas, de seis, sin ellas…

También habitaban el planeta los hombres, mujeres, niños y niñas, abuelitos…Ellos vivían en ciudades o pueblecitos, y aunque al principio cuidaban mucho del elefante, del oso, de las abejas y de las flores, de los árboles… poco a poco fueron dándoles de lado y olvidándose de ellos.

Vivían en el planeta también, unos bichitos, muy pequeñitos, que se llamaban virus, y tenían un rey, que sí que era muy grande. Porque por ser un rey, llevaba una gran corona de pinchos. Se llamaba, el rey Coronavirus.

Coronavirus no sólo era el rey de los virus, sino de toda la Tierra, porque era muy, muy viejo (tenía cerca de mil años), el que más años tenía de todo el planeta.

Coronavirus vivía con los animales, sin hacerles ningún daño, porque era un virus bueno.

Pero con el paso del tiempo, veía como cada vez los hombres, el ser humano, destrozaba más a la naturaleza.

Entonces un día el rey Coronavirus se enfadó mucho, muchísimo, y decidió ir a los pueblos y ciudades para atacar a los hombres.

Con los que más enfadado estaba el rey Coronavirus, era con las personas mayores, abuelos y abuelas, porque, según pensaba, eran los que más tiempo llevaban viviendo y por tanto, los que más tiempo llevaban destruyendo el planeta.

Nosotros sabemos que no es así, porque nuestros abuelitos son muy buenos, pero el rey Coronavirus estaba tan enfadado, que no quiso ver lo buenos que eran.

Coronavirus se escondía muy bien, a pesar de ser muy grande, cuando menos te lo esperabas..zas!..pillaba a alguien.

Por eso los humanos decidieron esconderse y no salir de sus casas. En casa estaban a salvo, ya que allí él no podía entrar.

Un día, en que no había nadie por las calles y Coronavirus estaba aburrido, se acercó a la ventana de una de las casas, y se quedó mirando a través de la cortina, y vio lo siguiente:

Allí dentro vivía una niña, con su padre, su madre y su hermano. También su abuela.

María, que así se llamaba la niña, cantaba una canción a su abuelita, y así su abuelita, olvidaba lo mal que lo estaban pasando los mayores.

Mientras mamá preparaba la comida, su hermanito ponía la mesa, esperando a papá, que pronto llegaría de trabajar, por un camino secreto que sólo él sabía, y por el que estaba a salvo de Coronavirus.

Antes de comer, María se lavaba muy bien las manos, y hasta lavaba un poco las patitas a su perro, que la acompañaba a todas partes porque era su mejor amigo, y María cuidaba de él en cada momento.

Aunque aquel día no le gustaba mucho lo que había para comer, María lo comía, porque sabía que su madre se había esforzado para ello.

Siempre guardaba un trozo de pan, y nada más terminar, abría la ventana y lo partía en miguitas pequeñitas, y en seguida acudían a comer los pajarillos. Incluso les ponía agua porque últimamente llovía poco y les costaba encontrar un sitio para beber.

Coronavirus seguía allí fuera, escondido, viendo cómo la niña estudiaba. María quería ser científica, para ayudar a la gente y al planeta, y más ahora, con ese malvado rey Coronavirus haciendo de las suyas.

Coronavirus empezó a ponerse triste, al ver cómo María hacía tantas cosas buenas por su abuela, sus padres, su mascota, los pajarillos…y lo que más triste le puso, fue saber que a él, María no le quería.

Coronavirus se quedó allí fuera hasta el anochecer, y vio cómo María hacía una última cosa antes de acostarse.

No podía ver bien qué era. Escribía algo en un papel, lo coloreaba, y luego abría rápidamente la puerta de casa para colocarlo allí, en la puerta, antes de volver a cerrarla tan rápido como podía.

En ese instante, Coronavirus vio cómo montones de puertas de todas las casas del barrio se abrían rápidamente, y en cada una de ellas un niño o una niña colocaba un trozo de papel en la puerta, y luego cerraban.

Las luces de la casa de María se apagaron, y tras ellas, poco a poco, todas las demás luces del barrio.

Coronavirus, dejó de mirar por la ventana y se acercó a la puerta, para ver lo que María había dejado allí.

Era un trozo de papel, con un arco iris pintado, y en grandes letras se podía leer la palabra: AMOR.

Coronavirus fue pasando puerta por puerta, leyendo cada nota que los niños habían ido dejando en sus puertas: AMISTAD, ELEFANTE, OSO, ABEJA, FLOR, ARBOL, PAJARO, RISAS, LLUVIA, ABUELA, VIDA…..

Coronavirus se dio cuenta de que aquellos niños amaban a su planeta, tanto a personas, como a árboles, como a animales, pequeños y grandes. Jamás cometerían los mismos errores que los mayores, y sabrían cuidar de todos, sin excepciones.

Y Coronavirus se sintió muy triste por todo el mal que les estaba haciendo.

Cabizbajo y derrotado, guardó todas y cada una de las notas de papel bajo su corona, y huyó de allí.

Nunca más se le vio.

Y así fue, como Coronavirus, el rey con corona de pinchos, fue vencido por nuestros niños y niñas, nuestros pequeños héroes, nuestra esperanza.

Y colorín colorado, al rey Coronavirus, hemos derrotado.

FIN

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