Con amor, para Andrea.

-¡Fíjate, idiota!- gritó el conductor del coche que casi la arrolla.

El corazón de Carol latía a toda velocidad cuando terminó de cruzar la calle, hacía caso omiso a los ojos que la juzgaban silenciosamente. La puerta de la tienda del Señor Harris cerró tras de ella.

-Buenos días- le dijo a la figura detrás del mostrador sin siquiera mirarle la cara.

-Hola Carol- contestó la familiar voz.

Recorrió los abarrotados pasillos con desgano, su cabeza no estaba en la tienda, ni siquiera estaba en el coche negro que hace unos momentos casi pasa sobre ella. Solo tenía una cosa en mente, hoy era el día que entregaban las cartas.

Sus brazos se movían automáticamente por las estanterías, tomaban el café, el cereal y las latas de comida que estaban en la lista de la compra. Caminaba por los pasillos con la mirada perdida, su mente seguía en las cartas.

Sin darse cuenta sus pies la habían llevado al frente de la tienda. Del bolso sacó el monedero y comenzó a contar.

Dejó el dinero sobre el mostrador, subió la mirada y no encontró al Señor Harris frente a ella.

-Tommy ¿Qué haces aquí? Hoy no es Domingo- titubeó.

Tommy tensó el rostro.

-El Señor Harris- pausó -Bueno…

Sin que terminara de hablar Carol lo sabía, había llegado una carta para el Señor Harris.

-¿Fue Richard o James?- dijo con un hilo de voz.

-Ambos- sentenció Tommy.

Incrédula se llevó las manos a la boca.

-¿Tu hermano? ¿Está bien?- murmuró Carol.

-Supongo que sí, no nos ha llegado ninguna carta- contestó.

-Dile a Don y a Linda que lo siento mucho- contenía las lágrimas.

Tommy asintió.

Carol trastabilló fuera de la tienda. El aire gélido de mediados de Diciembre le golpeó la cara. Aún con las grandes bocanadas de aire que tomaba no podía respirar, no podía creer que dos de sus amigos habían muerto. Pero lo que más le preocupaba era que Andrew estaba desplegado junto con ellos.

Caminaba con urgencia entre la gente, el bolso de la compra como un ariete encontraba torsos y brazos, cualquier cosa que estuviese a los costados de Carol. Pero a ella no le importaba solo tenía una cosa en la mente y era llegar a casa de los padres de su prometido, Andrew.

Se detuvo frente a la casa, subió al porche y llamó a la puerta. Silencio, llamó otra vez con más fuerza esperando que Bárbara contestara.

-Espere por favor- gritó Bárbara.

Su estoico ceño fruncido de inmediato colapsó cuando vio a Carol.

Por un segundo se miraron las dos.

-Qué gusto me da verte querida- dijo Bárbara escondiendo una lágrima -Pensé que estaría recibiendo una carta.

Carol no pudo contener las lágrimas.

-Entra querida ¿Qué pasa?- dijo con una voz maternal.

-Son Richard y James- sollozó -Murieron.

Bárbara palideció.

Las dos entraron a la sala aún en los brazos de la otra. Henry que había escuchado la noticia que traía Carol, le ofreció asiento al lado de la chimenea cuando vio entrar a ella y a su esposa a la sala.

-Traeré un poco de té, te sentará bien querida, necesitas calentarte- dijo Bárbara ya con un pie fuera de la sala.

-Mejor trae Whisky o Bourbon, tiene que entrar en calor- contestó Henry.

Un silencio impaciente reinaba en la sala, Henry la miraba como quien mira a un niño lastimado y Carol miraba perdidamente al suelo. Bárbara llegó unos minutos después con vasos y tazas. Las dejó cuidadosamente en la mesilla de café en medio de los sillones. Regresó a la cocina por la tetera que suavemente chocó con una taza.

Pasó al lado de Carol que había dejado de llorar y sacó de la vitrina detrás de ella una botella de Whisky. Un instante después de tomar asiento sonó el teléfono, Bárbara un poco irritada fue a contestar.

-Henry ¿Andrew estará bien?- dijo Carol nerviosa.

-Es fuerte, siempre lo ha sido- pausó, tomo un cigarrillo y le ofreció otro a Carol. Tomó una cerilla y encendió el de ella primero, luego el suyo y sin apagar la cerilla la dejó en el cenicero al lado de las tazas. -Han pasado tres años y no hemos recibido malas noticias…

-Pero y ¿Qué tal que no solo fueron ellos dos?- lo interrumpió Carol. -¿Qué tal si también…- no pudo terminar la frase.

Henry la miraba en silencio.

-Carol, no son los primeros chicos del pueblo que mueren- caló el cigarrillo y se frotó los ojos -También tengo miedo que nos llegue una carta con el nombre de Andrew y nos diga que no regresará a casa, ¿Qué más da si fue valiente en combate? Si no puedo volver a reír con mi hijo- dijo con la voz quebrada. -Pero Dios, espero que solo sean ellos los que no regresarán a casa cuando acabe la guerra y no Andrew- sentenció.

A Carol le dolía la pérdida de sus amigos, pero una parte dentro de ella le decía que Henry tenía razón.

Bárbara colgó el teléfono y regresó a la sala, sirvió el té y el Whisky. Tomó un cigarrillo y después de encenderlo dejo la cerilla al lado de la otra en el cenicero. Miró a Carol y luego a Henry.

Las dos cerillas se consumieron juntas, hasta apagarse.

-Susan Llamó- el humo del cigarrillo salió suavemente de su nariz. -Daniel murió.

Carol soltó un gemido. Henry solo miraba a Bárbara.

-Llegó la carta esta mañana, me pidió que no le dijera a Tommy- de un trago terminó el vaso con Whisky. -Deberíamos ir en la tarde con ella cariño- titubeó.

Henry le sirvió más Whisky a Bárbara. Levantó el vaso, Carol y Bárbara lo siguieron.

-Por Daniel, Richard y James, que encuentren paz donde quiera que estén- brindó.

Los tres bebieron, ninguno miraba a los otros, todos tenían las miradas en la mesa hasta que llamaron a la puerta.

                                                                 …

Andrew tenía frío.

-Ten, te calentará los pulmones- le dijo Daniel ofreciéndole un cigarrillo.

-Bien sabes que eso es mentira, solo te calientan los labios- murmuró James, que le temblaban los dientes.

Andrew miraba la cajetilla con indecisión.

-Oye, no muerde- rió Daniel.

-Perdón- soltó una risa nerviosa -Estaba pensando en Carol- tomó el mechero y encendió el cigarrillo de Daniel, sin apagarlo llevó la flama hasta la punta del cigarrillo que acababa de sacar de la cajetilla.

-Cuando duermes murmuras su nombre, ¿Lo sabías?- dijo Richard a su espalda.

-Y tú ¿Qué coño haces escuchándome dormir?- gruñó Andrew.

Comenzó a marchar aún más rápido dejando atrás a Richard. Daniel le siguió el ritmo hasta quedar de nuevo al lado de él.

-Han pasado tres meses Andrew, ya es momento de perdonarlo- murmuró -Además bien sabes que su rondín es cuando tu duermes.

-¿Ahora te pondrás de su lado también? De James lo espero solo porque es su hermano, pero no de ti- Andrew miró a Daniel con disgusto.

Los dos marchaban en silencio, fumando.

-Lo que daría por un Whisky, ¿Tú no?- murmuró Daniel tirando la ceniza.

-Estando en Francia, preferiría un vino- sonrío Andrew.

-Yo una Francesa- resopló Daniel. Andrew lo miró de reojo. -Creo que a veces olvidas que no todo el mundo está comprometido- sonriendo se encogió de hombros.

James dejó atrás a Richard y caminaba un par de pasos detrás de Andrew y Daniel.

-Yo también quiero una Francesa, ¿Dónde firmo?- contestó James.

Andrew y Daniel dejaron escapar una risa.

Los tres marchaban ahora al mismo ritmo. Entre los grandes troncos del bosque no había mucho que ver y la mente de Andrew vagaba, se iba hasta el otro lado del mundo. En su mente veía la hermosa cara bañada de pecas de Carol.

-Quiero una niña, le pondremos Helen- dijo Carol sonriendo.

-Preciosa, aún no nos casamos y ya estás pensando en eso- rió Andrew.

-Pero nos casaremos, y cuando lo hagamos quiero dos hijos una niña y un niño

-Espero tus padres acepten mi propuesta de matrimonio- contestó nervioso.

-Claro que lo harán.

-Entonces pienso que sería mejor tener solo dos hijos ¿No crees?

-Solo uno, Timothy, o mejor Stanley. Si creo que suenan mejor Stanley y Helen- Carol se recostó en el pecho de Andrew.

-Creo que Samuel quedaría mejor ¿No crees?

-Puede ser- dijo antes de besarlo. 

Andrew seguía mirando al bosque, ahora pensaba que no sería mala idea tener una hija. Helen sería un bonito nombre.

La marcha del escuadrón se convirtió en el ritmo que tocan las campanas en Nochebuena. Andrew se imaginó sentado a la mesa, seguía con su uniforme y Carol lo regañaba. Miraba a su alrededor y todo estaba decorado para la cena.

-Andrew, pareces Samuel dejando lodo por toda la sala, debiste de haberte quitado las botas antes de entrar, y todo esto antes de que llegaran nuestros padres, no puede ser Andrew- continuaba exasperada.

-Perdona preciosa- balbuceó.

-Perdona nada Andrew, ve a ducharte- le ordenó.

-Eh Andrew, ¿Me escuchas?- decía James mientras sacudía su hombro.

-Me encantaría soñar despierto como él- rió Daniel.

Andrew miró a James confundido.

-No me digas, pensabas en Carol- dijo James.

Andrew asintió bobamente.

-A veces me arrepiento de no haberle pedido matrimonio hasta Noviembre.

-Bueno nadie pensó que ese Diciembre nos iríamos a la guerra- Daniel trató de calmarlo.

-Lo sé, pero me da miedo no volverla a ver.

-Te entiendo, a veces hay noches donde me quedo pensando en ¿Qué será de Tommy?

-Es cierto Daniel, ¿Cuántos años tendrá tu hermano ya? ¿Diecisiete, dieciocho?- preguntó James.

-El próximo febrero tendrá dieciséis, si no mal recuerdo- se adelantó Andrew.

-Si, el nueve de febrero cumple dieciséis. Espero que la guerra termine antes de que pueda enlistarse, no quiero que viva toda esta mierda- Daniel tiró su cigarrillo al lodo.

Los tres continuaron marchando en silencio.

-Andrew, tengo que hablar contigo- dijo Richard que los había alcanzado.

James tomó a Daniel del hombro y los dos se alejaron para dejarlos hablar.

-Así que por eso se acercó James- se habló así mismo.

-Perdona Andrew, de verdad lo siento mucho.

-Ni perdón ni nada cabrón, pensé que eras mi amigo.

Andrew quiso alejarse de él pero Richard le tomó el hombro.

-Solo quiero que sepas que no iba a mandar esa carta a Carol.

-Solo se escribe una carta para enviarla pedazo de imbécil…

-Andrew escúchame por favor hemos sido amigos desde pequeños- lo interrumpió Richard.

-Esa amistad se fue al carajo cuando le querías enviar una carta a MI prometida diciéndole que siempre la quisiste- gruñó Andrew. -¿Qué más le ibas a decir? ¿Que me dejara y escaparan juntos cuando terminara esta puñetera guerra?

Richard no contestó.

-Menudo plan eh- espetó Andrew.

Esta vez Richard no lo tomó del hombro cuando quiso alejarse.

Daniel y James estaban un par de pasos enfrente cuando un sonido como trueno irrumpió en el bosque. Por un segundo todas las botas pararon su marcha, un momento después todos se dieron cuenta que era.

Unos pedazos de carne colgaban de las ramas dejando atrás un cráter en el suelo.

-¡Panzer!- gritó alguien.

Todos los que quedaban en el escuadrón tomaron cubierta, unos cuantos en el suelo al lado de los troncos y otros detrás de los árboles.

Andrew después de tomar el rifle buscó con la mirada a Daniel y James, los encontró un par de árboles frente a él. Sin pensarlo dos veces corrió hacia ellos y Richard lo siguió.

-¿Están bien?- preguntó Daniel mientras se descubría y disparaba.

-Los teníamos que encontrar ahora, justo cuando no tenemos unos cuantos Shermans que nos cubran- murmuró James.

Un segundo misil impactó a unos metros de ellos, solo encontró árboles en su camino.

-Tenemos que separarnos, somos demasiados detrás de esta cubierta, Daniel ven conmigo- dijo Andrew después de disparar. -Ustedes quédense aquí.

Las balas que impactaban contra los troncos sonaban hueco.

-Tres años de esta mierda y aún no me acostumbro al crujir del estómago- comentó Daniel. -Lo que daría por un puto Whisky.

Andrew escuchó el estruendo del Panzer de nuevo, unos segundos después los árboles crujieron. Trató de cubrirse pero una astilla de dos palmas de largo alcanzó su hombro.

Daniel al darse cuenta pidió ayuda.

-¡James!- gritó. -¡Richard!- gritó de nuevo.

Andrew vió como Richard fue el primero en salir de la poca cobertura que daban los árboles, no eran más que cinco o seis metros los que lo separaban, en otras circunstancias la ayuda llegaría quizá en unos cuantos segundos.

Por un momento Andrew vio a Richard de niño, corriendo entre los árboles, disparando con los dedos fingiendo que eran pistolas. Estaba tan cerca que su rostro había cambiado a ser de adulto otra vez. Un par de balas encontraron su cuerpo, resbaló y cayó haciendo un ruido sordo a unos centímetros de Andrew.

James estaba a unos pasos de Richard, vió como su hermano cayó y no volvió a levantarse. Sus ojos se llenaron de horror. Andrew vio el momento en que James dejó de ser él, cuando sus instintos desbordaron su razón.

James olvidó todo, comenzó a caminar hacía el enemigo disparando. Sus gritos por un momento abrumaron el sonido de los fusiles. Daniel miraba a su amigo caminar ciegamente a la muerte, trató de ir por él.

-Morirás tú también Daniel- dijo Andrew con desesperación.

-Aún puedo salvarlo.

-No, no puedes, tienes un puto Panzer en frente- Andrew lo tomaba del tobillo.

-¡Mamá!- el gritó de James llegó a sus oídos -Ayúdame, mamá- gemía.

-Ya voy James, aguanta- gritó Daniel.

-¡Daniel!¿Dónde estás?

Andrew y James cruzaron miradas.

-Le dieron en el vientre, aún lo podemos salvar- dijo Daniel.

Andrew pensó un segundo, mientras su amigo seguía herido en el bosque. 

-Andrew, ¡Tenemos que ayudarlo joder!.

Daniel sin dar aviso, corrió hacía James, Andrew vio como corría entre los árboles. De nuevo se imaginó a su amigo como cuando eran niños.

En menos de un minuto Daniel había alcanzado a James, solo tenía que regresar.

Andrew disparaba, los cubría. Solo quedaban unos pasos. Iban a llegar.

-¡Ya casi James¡ Ya ca…- el cuerpo de Daniel encontró la tierra.

Andrew vió como Daniel se ahogaba con su sangre gracias a la bala que dejó un agujero en su cuello.

Se arrastró hasta su mejor amigo, trató de poner presión en el cuello, quería hacer algo.

-Tommy- susurró Daniel cuando sus ojos se apagaron.

Andrew lloraba, con la poca fuerza que tenía en el torso se irguió lentamente.

Disparaba al horizonte, no sabía si sus balas encontraban a alguien pero tampoco le importaba.

Cuando se vació el cartucho, Andrew dejó caer el rifle. Sabía que no iba a regresar a casa.

Tomó una granada, la pesó en su mano, era mucho más pesada que el guijarro que solían aventar a los árboles cuando eran niños. La granada se desprendió de su mano cuando sintió un par de impactos en el pecho.

La sangre tibia le empapaba el uniforme. Aún así Andrew tenía frío.

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