Esa complacencia contigo mismo te empezó a pasar factura. Tú no te dabas cuenta, para eso hubieras tenido que parar un poco y hacía tiempo que no lo hacías. Cuando alguien te daba algún consejo sabías por dónde iba, incluso podías verbalizar algo que le diese a entender a la otra persona que captabas el mensaje, pero otra cosa era estar dispuesto a cambiar algo. Quizá por eso dejaste de visitar a la terapeuta que te recomendó tu amigo.

Jaime hablaba maravillas, decía que le estaba viniendo muy bien la terapia, sin embargo te parecía que él seguía con las mismas ideas neuróticas. A veces te llamaba y te daba una pereza infinita cogerle el teléfono, sabías que venía una charla de esas de aúpa y tú no tenías ganas de estar escuchándole las penas obsesivas a la gente por muy amigos tuyos que fueran. Pero te convenció y probaste. Al encontrarte con la terapeuta te pareció atractiva, mientras la observabas ella te decía cosas como que la terapia es andar un camino, que igual no todo es como pensamos y que el momento es aquí y ahora.

Dejaste la terapia porque aparte de los sesenta pavos que cobraba por sesión, tenías que ir hasta allí y hay días que salías del trabajo reventado, por lo que no te apetecía ir a la otra punta de Madrid a centrifugarte la cabeza. Pensabas que viviendo en Malasaña no había nada que no se pudiera solucionar en la barra de un bar de charla con un amigo. Amigos que por otro lado te iban quedando pocos, el grueso se había ido acomodando con las parejas y teniendo descendencia y tú no acababas de aterrizar en esa vida. A veces te decías que no te hacía falta nadie, que era normal que cada uno estuviese a sus cosas, pero luego llegaban los fines de semana y las vacaciones y empezabas a sentirte solo. Entonces te acordabas de Inma y la echabas de menos.

Te decías que habías sido un tonto. Recuerdas días como aquel que Inma llegó del trabajo y te encontró en el salón poniéndote unas rayas sobre un libro de Raymond Carver, ese que tiene un relato de un tipo que se cabrea porque no le recogen una tarta de cumpleaños, llama amenazante a la casa del niño y resulta que ha pasado una movida dramática. Te emociona leerlo y quisieras escribir algo así, aunque nunca lo haces y te encanta tenerlo de libro fetiche para estos menesteres. Inma harta de servir copas en ese garito y de ver a la gente colocada, al verte te puso cara de asco y después de indiferencia que es peor que el asco. Entiendes perfectamente como después de ésa y de muchas, Inma cogió sus maletas y no te dejó ni una nota.  Recuerdas que antes de ese día hubo uno en que se le escapó algo así como que las cosas contigo habían dejado de tener importancia.

Inma bloqueó tu móvil y no sabes donde se marchó, se evaporó como las cuatro gotas de una tormenta de verano. Cuando la llamabas desde otros números no cogía el teléfono y apenas te molestaste en buscarla por redes sociales, ella siempre decía que no le gustaba estar expuesta a la mirada ajena por lo que ahora no iba a cambiar de parecer.

Fuiste un par de noches a su garito y te dijeron que estaba de vacaciones. Al mes volviste a ir y en su lugar había una pelirroja moderna con menos rollo que Inma. Al preguntarle por ella, dijo que no sabía a quién te referías, tras insistirle se fue a hablar con un tipo al otro lado de la barra que dijo que Inma ya no trabajaba allí. Entonces te pediste una copa y como ya te habías metido un par de rayas, te pusiste a menearte en un lado de la pista y te juntaste con una tía de generosas tetas que te hablaba en inglés, con la que acabaste pasando la noche sin saber su nombre, a la que le gustaba la cocaína tanto como a ti.

Lloraste con la resaca haciendo mella cuando te pusiste a mirar los dibujos que se había dejado Inma. Te transportaban a esas tardes que ibas a buscarla al parque del Retiro. Le gustaba ir allí a hacer retratos. En el curro estoy rodeada de gente pero es como si no hubiera nadie, en cambio esto de retratar es una cosa íntima, te decía. Por entonces, Inma todavía te animaba a que siguieras escribiendo.

Cuando te despidieron del trabajo a ella se le veía incomoda, evitaba dormir contigo, con la excusa de que roncabas se iba a dormir al sofá. Supones que ella atribuyó el despido a que habías ido varios días resacoso, en una empresa con tantos empleados y tú con gente al cargo no podías ir tan despistado, porque un día vale, parece que has descansado mal, pero cuando llegas de continuo a la oficina con mala cara las cosas no marchan, por eso quizás te dijeron que ahora mismo no había un sitio para ti en la empresa. A ti nunca te costó conseguir otro trabajo, fíjate lo que tardaste en que te dieran curro de nuevo en el Carrefour ese de 24 horas pero a ella tampoco le gustó eso de que tuvieras turnos rotativos y a veces fueras por la noche porque ya no se fiaba de ti.

Te dio tiempo a pensar en todo esto en el AVE Madrid- Santander. Llevado por el romanticismo decidiste ir en su busca. Te resistías a pensar que eras un machista acosador, algo así te dejó caer la terapeuta en la última sesión a la que fuiste, viendo la cara que te puso al decirle que ibas a buscar a Inma a Santander. Sabías que sus padres vivían allí y que es posible que ella sin mucho dinero y con ganas de irse a un sitio tranquilo, hubiera vuelto con ellos, así que por qué no probar, encontrarla y pedirle que te diera otra oportunidad. La terapeuta no parecía convencida, pero tú sí.

Al llegar a la estación un viejo te dijo que era una suerte que no estuviera lloviendo en Santander. Te diste ánimos pensando que era una buena señal que el cielo estuviese a tu favor. Le preguntaste al hombre cuantos habitantes tiene la ciudad y te dijo que más de 150.000, por lo que pensaste que sería complicado encontrar a Inma en un fin de semana y que total no te convencía el curro en el supermercado, que podías encontrar otro trabajo similar aquí o en Madrid, pero que ahora lo importante era tener el tiempo necesario para dar con ella.

                                                  **********

Has elegido el hostal Las Brisas que está pegado a la playa del Sardinero, tanto que ves el mar y lo hueles y piensas que igual te viene bien un poco de retiro espiritual. Te has empezado a sentir solo y has llamado a Jaime y te ha preguntado que donde estás, le has contado que te has ido a buscar a Inma y te ha dicho que tengas cuidado y que lo ve muy aventurado por tu parte. Te ofendes y decides que no vas a volver a decirle nada a nadie porque no te apetece que te juzguen, de verdad que tú solo quieres hablar con Inma y decirle que la vida era mejor con ella y que has cambiado.

No hay mucho que hacer en Santander uno solo, comiste un menú del día y paseaste por la playa, has reconocido a Inma en un montón de mujeres, pero ninguna es ella. Te has aburrido y has entrado a un bar. Te ha pegado el bajón y tras unas cervezas has callejeado por la zona de bullicio nocturno atento a quién pudiera ayudarte, te han ofrecido hachís y al final has preguntado por blanca, te han mandado tres calles más para allá porque en todos los sitios hay droga y te han vendido una mierda mala y carísima que colocaba poco, pero es el precio que se paga por venir de fuera. Lo supliste con bebértelo todo en cada bar que seguía abierto.

Cuando te despiertas estás casi en el hostal Las Brisas, pero no has llegado a entrar porque con la caraja te has quedado dormido en un banco cerca del hostal y ahora mismo estás helado con la humedad. Te incorporas y ves pasar una chica en ropa deportiva con un perro alejándose por la playa, abres la boca con asombro y reconoces su melena, por lo que gritas su nombre: ¡Inma! ¡Inma!. La chica se gira un segundo, te mira con cara de susto y se va.

Con frío y sintiéndote culpable adviertes  el mar en calma.                                   

                                                                                                LAURA B.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS