Cartas sobre la mesa, pesan
Gonzalo deja su bicicleta aparcada en el porche de su casa. Un unifamiliar modesto de una sola planta con un jardín reducido. Llovía muy poco. Las gotas eran finísimas, casi imperceptibles. Pero decide recorrer a pie los escasos trescientos metros que lo separan del Bar Cabrales. Mientras camina bajo el paraguas, el joven de dieciséis...