El juego de las… sombras

El juego de las… sombras

Berrueta Marcelo

03/11/2025

La lluvia caía a cántaros sobre la ciudad, como un telón que oscurecía la ya opaca atmósfera de la mansión en ruinas. 

Dentro, el humo de un cigarro se enroscaba hacia el techo mientras el Sr. Torre observaba la vieja carta que había extendido sobre la mesa. Sus gafas brillaban con una luz tenue, una mezcla de la lámpara encendida sobre él y los débiles rayos de luna que se filtraban por la ventana rota. 

La hoja que sostenía en sus manos parecía insignificante a simple vista, pero él sabía lo que había detrás: secretos oscuros, conspiraciones de antiguos rituales y una red de personas dispuestas a vender sus almas por conocimiento prohibido.

En la penumbra de la mansión, el detective Samuel Collins observaba a su alrededor, inquieto. Había llegado aquí tras seguir el rastro de un misterio que parecía no tener fin. 

El Sr. Torre había sido su único contacto en este viaje hacia lo desconocido. Aunque sus intenciones no eran claras, Collins sabía que no tenía otra opción que confiar en el extraño hombre. 

Después de todo, los rumores hablaban de su habilidad para desvelar los secretos más ocultos, pero también de su creciente obsesión por el poder que eso otorgaba.

«Así que… ¿qué es lo que quieres de mí?», preguntó Collins con voz áspera, rompiendo el silencio tenso que había llenado la habitación.

El Sr. Torre levantó la mirada, y una sonrisa en sus labios se curvó de manera enigmática. «No es cuestión de lo que yo quiero, detective. Es cuestión de lo que tú estás dispuesto a hacer. 

El conocimiento tiene un precio. Y a veces, ese precio no es solo dinero…»

El detective frunció el ceño, acercándose a la mesa. El Sr. Torre dejó la carta a un lado y miró al hombre con una mirada que penetraba profundamente. 

Collins había escuchado las historias, pero ahora estaba demasiado cerca de la verdad como para dar marcha atrás.

«Escucha,» continuó el Sr. Torre, «tengo información sobre el culto que buscas. Pero si decides seguir adelante, no habrá vuelta atrás. Tendrás que tomar decisiones difíciles. Y algunos de esos secretos… podrías no querer saberlos.»

La atmósfera se tensó aún más. Collins sentía que algo ominoso se cernía sobre él, pero la determinación en su interior era más fuerte que el miedo. 

Era su deber. A lo largo de su carrera, había enfrentado criaturas y misterios que desafiaban la razón, pero algo sobre esta situación lo desconcertaba más que todo lo que había experimentado antes.

«¿Qué debo hacer?», preguntó finalmente, su voz más baja, casi una súplica.

El Sr. Torre se levantó de su asiento y caminó hacia una vieja librería, sacando un objeto cubierto con una tela polvorienta. Cuando la descubrió, Collins pudo ver que era una antigua caja de madera, con símbolos extraños tallados en su superficie. Sin decir una palabra más, el Sr. Torre le ofreció la caja.

«Es solo un pequeño paso. Pero una vez que abras esto, estarás comprometido con todo lo que viene después. La verdad es… el dilema más grande que puedas enfrentar.»

Collins extendió la mano, pero algo en su interior lo hizo detenerse por un momento. La lluvia seguía golpeando las ventanas con fuerza, como un presagio del caos que se desataría si tomaba esa caja.

Pero la promesa de respuestas lo atraía con una fuerza irresistible. Finalmente, la abrió.

Dentro de la caja, encontró una serie de cartas, cada una con símbolos y textos que no lograba comprender, pero que parecían vibrar con una energía que le erizó la piel. En una de ellas, un dilema apareció en forma de un mensaje críptico.

Revelación: Elige un investigador y decide lo que hará.

En ese momento, un escalofrío recorrió su cuerpo. Sabía que el dilema que enfrentaba no era solo una cuestión de investigación. Estaba tomando una decisión moral que definiría el curso de su vida.

«Cada opción tiene su precio», murmuró el Sr. Torre, como si leyera sus pensamientos. «¿Lo tomarás?»

Collins dudó por un instante. Recordó las palabras de los antiguos textos que había estudiado: cada vez que uno tomaba el camino hacia el conocimiento oculto, una parte de su humanidad quedaba atrás, reemplazada por algo desconocido, algo oscuro. Pero el poder de desvelar los secretos lo atraía con una fuerza indescriptible.

«Sí,» dijo finalmente, con una determinación renovada. «Quiero saber.»

El Sr. Torre asintió, como si esperara esa respuesta. «Entonces, adelante. Pero recuerda, una vez que tomes esta ruta, no hay marcha atrás.»

A medida que Collins comenzaba a leer las cartas y los dilemas que contenían, una sensación de vértigo lo envolvía. Cada palabra parecía cambiar algo dentro de él, una parte de su alma que se veía arrastrada hacia algo mucho más grande y más terrible de lo que podía comprender.

Al mismo tiempo, en una parte desconocida de la ciudad, otra figura se encontraba en una encrucijada. En una vieja tienda de antigüedades, un hombre joven, con un sombrero gastado y una expresión decidida, examinaba una extraña estatua. 

Estaba allí por una razón muy similar a la de Collins, pero su dilema era diferente. De repente, una carta apareció frente a él, con una sola instrucción: elegir entre dos opciones, cada una con consecuencias graves.

El hombre sabía que la verdad, como siempre, era el precio de la perdición. Pero también entendía que la oscuridad se desvelaba solo para aquellos valientes o desesperados lo suficiente como para enfrentarla.

Y así, mientras dos hombres en lugares distintos tomaban decisiones que cambiarían sus vidas, el juego de las sombras comenzaba a jugarse. 

Ninguno de ellos sabía que, en este mundo plagado de secretos y dilemas, solo aquellos que estuvieran dispuestos a sacrificar algo de sí mismos lograrían desvelar la terrible verdad que acechaba en las sombras de Arkham.

– – – – – – –

Sans fin.

                                                                            

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