EL CASO DEL PERGAMINO
EL ENCARGO
Aquel trabajo le había llegado de una manera inusual. En estos tiempos de tecnología digital, dispositivos y redes sociales, un pergamino enrollado colgaba de la puerta de su oficina. El detective lo cogió con curiosidad, la puerta entreabierta iluminaba a medias el recibidor, tras un perchero metálico de pie sobre el que un par de abrigos parecían hacer equilibrio se veía un viejo poster de la película Casablanca. El interruptor de la luz sonó hueco, dejando ver el resto de la estancia, muebles pasados de moda y un desorden que solo él entendía. El hombre se dejó caer sobre el sillón de cuero desgastado. Al abrir el pergamino, un sobre grapado y un texto manuscrito:
“ Perdone que me dirija a usted de este modo. He tratado de localizarlo por otros medios, pero me ha sido imposible. Me han hablado bien de usted y el trabajo que le pido tiene que ser necesariamente hoy. Sospecho que mi mujer me engaña y con toda probabilidad hoy se verá con su amante. He salido de viaje por negocios y estaré en el avión. No podemos hablar, pero le pido, por favor, que acepte mi encargo y compruebe lo que le digo. Nota: en el sobre tiene mil euros, mañana le daré otros mil euros, la dirección es Urbanización de la emperatriz casa 10.”
El detective, sostuvo el papel en la mano, necesitaba ese dinero, el encargo no admitía demora y su compromiso con los clientes era absoluto. Afuera, una uniforme nube espesa, inacabable, anunciaba fuertes lluvias, así que cogió uno de los abrigos y tiró de la puerta. Una voz irónica le llamó a su espalda:
- ¿ Donde vas tan rápido?,- su vecino Fidel, psicólogo en paro,le sonreía desde la puerta de su oficina- ¿ ya te has buscado otro caso?, – el hombre menudo, de cara ancha, inexpresiva, sostenía una sonrisa burlona en su boca
- Algo así,- el detective ya estaba acostumbrado a sus bromas.
- ¡ Deja ya de liarte con casadas para que luego, te contraten los pobres maridos!, su risita aguda inundó el pasillo mientras la figura, delgada y ya algo decadente del detective, se perdía bajando las escaleras.
LA VIGILANCIA.
La urbanización se hallaba en una zona residencial a las afueras de la población, como otras habían ido creciendo sin mucho control estrechando las ramblas y eliminando espacios naturales. La noche se había cerrado y el agua ya se anunciaba con una lluvia fina y constante. Las casas eran viviendas unifamiliares adosadas, la calle tenía tránsito, muchas de las familias tenían dos o tres vehículos y eso dejaba poco aparcamiento pero tras un par de vueltas pudo estacionar enfrente de la vivienda. La espera requería de una importante labor de concentración, el aburrimiento te podía hacer bajar la guardia. Lo primero era tratar de localizar a su objetivo, la vivienda tenía iluminada la planta baja, las cortinas ocultaban el interior de lo que debía de ser el salón. En la nota apenas unos datos físicos de la mujer, pelo castaño, mediana estatura, delgada. Era suficiente pues se le suponía sola en la vivienda, pero le extrañó que ni siquiera le dejara una foto aunque, por otro lado, tampoco el cliente sabía si iba a aceptar el encargo.
Esperó pacientemente. Encendió la radio, la emisora local hablaba de fuertes tormentas que descargarían en las próximas horas, la mirada del detective seguía las luces de cada vehículo que se acercaba, cualquiera de ellos era un candidato a amante, pero ninguno se detuvo. En la vivienda sí había movimiento, la luz del baño se encendió unos instantes, luego toda la planta inferior quedo a oscuras, por los cristales que flanqueaban la puerta principal se reflejaba la luz interior de la escalera, dejando rastro de los movimientos de su objetivo que ya había subido al dormitorio, la persiana se subió y una lampara de pie iluminó la estancia, durante un momento vio la silueta de la mujer, llevaba un libro en la mano, acercó la lampara una mecedora que tenía junto a la ventana y se sentó a leer.
LA LECTURA
Laura abrió el libro, su larga melena cayó sobre la página, y con la mano derecha la recogió llevándola por detrás de su cabeza y dejando que cayera sobre su hombro. Sobre las pastas negras, letras blancas daban nombre a la obra, “ historias increíbles”, el autor aseguraba haber recopilado una serie de relatos de misterio, hechos sobrenaturales que le habían contando sus propios protagonistas, los ojos de Laura se perdieron en la siguiente
historia. “ La viajera”:
Ana, estaba cansada. Demasiadas horas estudiando en la biblioteca de la Universidad. El autobús que la llevaba de vuelta a su piso hacía un largo recorrido, así que solía desconectar, se ponía los auriculares y escuchaba música por el móvil, le gustaba relajarse y la música siempre había sido una buena válvula de escape. Pero esa tarde no iba a ser posible:
- ¿ Un día duro, chica?,- Ana se quitó los auriculares y miró a la anciana que iba sentada a su lado, la mujer le sonreía como si no le fuera extraña, pero en su mirada había algo desconcertante.
- Pues, no le puedo decir que no,- Ana hizo un breve amado de volver a ponerse los auriculares pero su acompañante volvió a dirigirse a ella.
- Normal, te estás esforzando mucho, ¡seguro que eres buena estudiante!
- Bueno, se hace lo que se puede,- Ana sonrió agradecida.
- Lo que se puede y lo que se quiere, primero siempre es querer.- la anciana le acercó la cara girándose hacia ella.
- Sí claro, tiene usted razón, primero hay que querer, – a Ana le sorprendió las pocas arrugas de la mujer para la edad que aparentaba.
- Que linda eres, tus padres estarán muy orgullosos de ti.- Ana se encontraba cada vez más incómoda, pensó en levantarse y bajarse en la siguiente parada, aunque no fuera la suya, mientras miró profundamente a los ojos de la anciana viéndose reflejada en ellos.
- Perdona,- una voz joven a su espalda sobrecogió a Ana, que se giró. Una chica con ropa deportiva de gimnasio la miraba de pie desde el pasillo del autobús-, me dejas pasar que me siente. Un escalofrío recorrió la espalda de Ana, se volvió para explicarle a la chica que ya estaba sentada la anciana y, entonces, la figura de esta se levantó atravesándola y dejándola envuelta en un extraño frío, el asiento estaba vacío y Ana miraba atónita a la chica que impaciente esperaba su reacción. Tras la joven vio el espectro de la anciana que giró lentamente la cabeza y mirándola antes de desaparecer, movió los labios en silencio en los que la joven pudo leer “ soy tu muerte”.
- Laura cerró el libro y contuvo el aliento sosteniéndolo entre las manos, respiró profundamente y se levantó.
- LA LLAMADA
- Había empezado a llover, el Detective tenía medio bajada su ventanilla, no quería que los cristales se empañaran, en la radio sonaba “no hay manera”. Vio a la mujer levantarse, estaba a cierta distancia, pero pudo apreciar su perfil, su rostro era armonioso. La mujer había dejado el libro y cruzaba los brazos por debajo de su pecho, lo que hizo que la bata se ajustara a sus delgadas formas, parecía tener ya una cierta edad pero se conservaba bien. Entonces el móvil del detective sonó:
- Dígame,- silencio-, diga, hola…
- Cuanto tiempo sin oírte, ¿no sabes quien soy?- la voz era agresiva, la violencia flotaba a cada palabra-. ¡Vaya, parece mentira!. ¡que buena capacidad tienes para olvidar!,- ahora el detective y su interlocutor callaron durante un momento, la canción había terminado, las gotas de lluvia golpeando el cristal, la figura de la mujer seguía tras la cristalera del dormitorio- ¿Y a ella, tampoco la recuerdas?
- ¿Laura?,- el detective reconoció gestos ya olvidados en la mujer que vigilaba-
- ¿Ves?, ya sabía yo que de ella si te acordarías.
- ¿Luis, eres tú?, ¿Pero, de qué va esto?.- El detective ya si reconocía perfectamente a su interlocutor, habían sido amigos hacía años hasta que Laura y el detective tuvieron una aventura. Después, los dos se arrepintieron. Pero Luis se enteró, la pareja cambió de ciudad y Luis y el detective nunca volvieron a hablar, hasta esa noche.
- ¿ De qué va esto?. En la nota que te he dejado en tu oficina ya te lo he dicho: “ Hoy se verá con su amante”. Querido amigo, vas a poder ver en directo como termino con la vida de mujer.
- EL DESENLACE
- El detective aún estaba incrédulo, cuando la llamada quedó en silencio. La pantalla del celular estaba en blanco y al otro lado del teléfono ya nadie respondía a los gritos del detective.
- Por fin, reacciona. Ve a Laura que se está recogiendo el pelo en una cola y comienza a girarse para alejarse del ventanal. Desesperado, toca el claxon repetidamente tratando de llamar su atención, la mujer se detiene y mira a la calle extrañada. El detective abre la guantera del coche, rebusca hasta dar por el puño de una daga, la aprieta con fuerza y sale del vehículo:
- ¡Laura, Laura!,- el detective grita pero ahora la tormenta descarga con fuerza y la mujer no puede oírle, sí que ve los aspavientos que hace con las manos intentando llamarle la atención y se queda pegada a los cristales tratando de ver quien es.- ¡Laura soy yo, David!.
El hombre grita de nuevo en vano, así que se apresura a correr, bordea su propio coche y sus botas chapotean entre los charcos cuando comienza a cruzar la calle. De repente, un coche acelera explosivamente, los faros se enciende a escasos diez metros del detective que, sorprendido, solo tiene tiempo para girarse y ver con los dos focos de luz se le echan encima.
Un impacto brutal le golpea en la cadera, nota un crujido ancho y profundo, luego el dolor lo deja anestesiado, casi sin consciencia para percatarse de como su cuerpo gira en el aire y se desplaza varios metros antes de caer violentamente en el asfalto mojado. No puede moverse, el pecho le oprime con un dolor intenso, agudo. Siente un miedo rápido, devastador, un espeso sabor a sangre le recorre la boca. El hombre lucha por no desvanecerse, mientras un frío hormigueo empieza a apoderarse de él y nota que empieza a perder el control sobre sus sentidos, todo comienza a evaporarse como en un sueño.
- ¡Oiga, oiga!, ¡ Dios mío!, ¿ está usted bien?.- Laura ha bajado las escaleras corriendo, entre frases aceleradas ha llamado al 112, explicando torpemente lo que ha pasado y ahora ya corre bajo la lluvia, la bata se le pega a la piel dificultando su carrera-, ¡ Oiga!,- vuelve a gritar,- ¡ Auxilio!,- su voz se quiebra en un chillido agudo antes de alcanzar a la víctima.
- Cuando llega al cuerpo del detective, este está casi inconsciente. Su cuerpo ha empezado a convulsionar. Laura no se atreve a tocarlo y se limita a hablarle intentando que vuelva en sí. El impacto le ha dejado una expresión rígida en la cara, su nariz aguileña partida y el pelo canoso ensangrentado. Una mueca grotesca se adueña de su rostro y hace que a Laura le cueste reconocerle al principio, hasta que por un segundo los ojos de él parecen percatarse de su presencia y se cruzan con los de ella.
- ¿ David?,- Laura susurra ese nombre tan levemente que casi ni ella misma se escucha. ¡David!- vuelve a repetir.
- La mujer no tiene ocasión de llamarlo una tercera vez. Alguien le anuda el cuello con fuerza desde atrás tirando de ella. Instintivamente se aferra con las dos manos a la cinta que le aprisiona violentamente la garganta dejándola sin aire. Ve con espanto los guantes que aprietan cada vez con más intensidad intentando que pierda el conocimiento lo antes posible, siente su espalda apoyada contra los muslos de su agresor que dobla las rodillas contra sus lumbares haciendo más difícil que, sus intentos desesperados por defenderse, puedan tener existo. Laura entra en pánico, siente que se ahoga, patalea desesperada hasta perder la fuerza, baja la mirada, sus ojos ven las botas del sicario que se contraen para volver a apretar con fuerza el cuello de su víctima. Laura mira a David, la mano de este se mueve señalando el suelo antes de que los ojos sin vida del detective se queden fijos en los suyos. Laura mira hacia donde señala la mano de David, en el suelo brilla algo plateado. La mujer arrastra el pie y consigue acercar la daga. Como puede, la atrapa con la mano, al soltar la cinta y sujetarla solo con una mano nota como esta se ciñe aún más a su cuello, sabe que tiene escasos segundos antes de desmayarse para siempre, desesperada suelta varios golpes con la daga hacia atrás, siente que el primero resbala por el pantalón del hombre, pero el segundo si acierta a clavarse, el hombre grita pero sigue apretando, ella lanza varios golpes hacia atrás hasta que las fuerzas se van cuando se le agota el oxígeno en los pulmones y la daga cae al suelo. El último de los intentos ha conseguido dar en la femoral de su agresor, la sangre de este brota con fuerza y Laura nota como esta le cae por la cara y la presión del cuello va desapareciendo, mientras ella se desmaya sobre el cuerpo de su agresor que cae al suelo amortiguando la caída de la mujer.
Sirenas de la uvi móvil se abren paso por la calle acercándose al lugar donde yacen los cuerpos sin vida de los dos hombres y Laura se aferra a su último hilo de vida.
El año sin primavera
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