“Los caballeros de la noche”
Recibir la correspondencia de la familia Torre no era algo que me fuera muy agradable, pues solo me reflejaba la diferencia social entre mi familia y la de mis patrones, ya que la mayoría de esta eran cuentas de un valor que yo no podría contemplar en años.
Sin embargo un día llegó algo que realmente salía de lo común, un sobre, un poco sucio, quizás apropósito. El papel amarillento como si lo hubieran guardado mucho tiempo para usarlo en algún motivo especial, impecable, salvo por las manchas de tierra y un poco de tinta roja.
Tinta roja… eso creí que era, como me llamó poderosamente la atención aquella carta tuve que recurrir a un mal hábito que solía tener. Todo el día me mantuve atento al momento en el que se abriera aquel sobre. Cuando el Sr. Torre decidió por fin revisar el correo, salí rápido de la habitación y coloqué la oreja contra la puerta para poder oír de qué trataba aquello que tanta intriga me estaba causando. El señor notó aquella carta y fue lo único que abrió con intriga en ese momento.
No pude ver su reacción en ese momento pero recuerdo claro el tono satisfactoriamente lleno de desesperación con el que llamó a su esposa. ¡ESTER! El grito fue lo suficientemente desesperado y fuerte como para oírse en cada rincón de la casa, incluso tal vez se haya escuchado en la vereda, o en la cuadra entera.
La señora llegó al llamado lo más pronto que pudo, seguramente con miedo de que le haya pasado algo al patrón. Yo aún continuaba detrás de la puerta escuchando todo, y claro, luego de escuchar tal grito me iba a ser imposible que sacara mi oído de ahí.
El patrón no dijo nada más que – ¡lee esto!- y entonces se pudo escuchar con claridad y angustia la voz de doña Ester leyendo la misteriosa carta:
A la distinguida señora doña Ester L. de Torre
Usted y los suyos han vivido rodeados de mármol y servidumbre, mientras los míos, hijos del polvo y la zanja, fuimos enterrados vivos en los suburbios de esta ciudad que ustedes celebran con óperas y bailes. Mi madre, que fregaba pisos por míseras monedas y murió tosiendo sangre, no recibió siquiera la bendición de un entierro digno. La suya, en cambio, reposaba entre flores frescas y cruces doradas.
¿A qué viene todo esto? Simple, estamos cansados de esta maldita diferencia social, de ser tratados como simples animales, a los que arrojan a la basura cuando ya no sirve. Siempre he pensado una forma de desquitarme de todo esto, pero la voz consiente de mi madre me mantenía en un comportamiento correcto. Pero ver que incluso ella, una pobre mujer que dio toda su vida por familias como la suya no tuvo nada ni en vida, ni en muerte hizo que abriera los ojos.
Si queremos algo no vamos a conseguirlo de la forma correcta, también se preguntará ¿Por qué usted? Pues, eso es fácil de responder también, su familia es una de las más ricas de la Argentina hoy en día y también, el mismo día que mi madre falleció usted celebraba rodeada de sus amigos de la alta sociedad el cumpleaños de su querido esposo, mientras a mi madre la llorábamos el cielo y yo de rodillas en el barro junto al pozo donde me tocó darle su descanso.
Hemos secuestrado el cadáver de su madre de su espléndido panteón familiar.
Dos millones de pesos, tiene exactamente 72 horas para poner dos millones de pesos en el primer tacho de basura que vera en la estación Recoleta del ferrocarril, dejará la plata ahí y se marchará exactamente a las 8 de la mañana. Si no sigue estas instrucciones está de más decirle que sucederá.
Firman: Los caballeros de la noche.
Debo admitir que fue un poco impactante escucharlo, seguido a esto el llanto de la doña Ester y un tono de desesperación en una discusión con su marido que preferí no escuchar, ya que debía terminar con mis labores.
Al ir cayendo la noche escucho que se me llama de un grito con un tono bastante autoritario y acudí inmediatamente frente a los patrones. Doña Ester me pidió con un tono amable un favor que nunca imaginé que me lo pidiera a mí. Quería que fuese yo quien lleve el dinero a la estación, a lo que amablemente me negué, ya que el domingo era mi único día libre y sabía bien que no me lo compensarían con nada más. Fue entonces que el Sr. Torre intervino ya nuevamente con un tono muy autoritario diciendo – perdona, creo que entendiste mal, no es un favor. Es una orden si quieres seguir con tu trabajo.- debo admitir que relojié todo lo que había a mi alrededor pensando con que partir su cabeza de la ira que me dio escucharle hablarme así por un problema que claramente no me pertenecía. Pero, mantuve mi cordura y solo respondí –Esta bien patrón.-
Por más que no quería ser parte de esto, seguí las instrucciones al pie de la letra. Aquel domingo por la madrugada de 1882 me desperté temprano como acostumbraba y me dirigí a la estación, dejé el saco con el dinero en el tacho de basura y sin mirar atrás me marché. Pero soy humano, quería ver como seguía la historia y tras caminar dos cuadras me dí la vuelta, y justo a tiempo subí al tren, supuse que si pedían que se deje el dinero ahí quien sea el encargado de llevarlo subiría también al tren.
Recorrí un par de vagones lenta y disimuladamente tratando de ver a alguien con el saco, pero no ví a nadie con este así que decidí sentarme, un poco decepcionado la verdad, pensé que había tomado el tren gastando el poco dinero que traía sin motivo alguno. Quedé allí, sentado junto a la ventana a la izquierda del tren cabizbajo, mirando mis zapatos gastados llenos de polvo y pensando en nada. Cuando de repente levanté mi cabeza y vi ese inconfundible bigote horroroso que solo mi viejo amigo de la infancia puede usar, si bien ambos somos de clases sociales distintas siempre hemos tenido una bonita amistad, así que de un grito le digo -¡COMISARIO LORENZO! ¿Qué hace vestido de esa forma ridícula?- Pues vestía con ropa de un simple trabajador de ferrocarril, algo muy contrario al elegante uniforme que siempre utilizaba. Pareciera una broma de mal gusto, pero apenas terminé de mencionarlo y un muchacho sentado 3 asientos delante de mí y del lado derecho del tren se levantó exaltado y arrojó por la ventana el dichoso saco de dinero que yo había dejado en el tacho de basura. En ese momento me di cuenta que accidentalmente estropee un accionar policial.
Inmediatamente Lorenzo sujetó al muchacho y lo interrogó, sinceramente no recuerdo mucho de aquella conversación, pues la adrenalina que sentía por haber cometido un error que no debía hizo que mis sentidos se desactivaran por un rato.
Solo recuerdo que volví al mundo con un grito de Lorenzo diciéndome que necesitaba mi ayuda. Apenas llegamos bajamos del tren y vimos a los famosos “Caballeros de la noche” cuatro sujetos vestidos con ropa de trabajo pero con sus caras cubiertas por unos pañuelos de color azul oscuro, que al percatarse de que el comisario estaba ahí, se montaron en un carruaje bastante deteriorado empujado por dos caballos. El comisario acompañado por el grito de que no dejara ir al chico que arrojó el dinero, se montó en un caballo de quien sabe quién y salió en persecución de los criminales.
Al día siguiente los patrones solicitaron verme en el estudio privado del patrón, de forma muy cordial Doña Ester se mostró muy agradecida conmigo, mientras me contaba que los criminales fueron atrapados y elogiando mi valentía por haber retenido al chico que llevaba el dinero mientras el comisario iba en persecución de “los caballeros de la noche”. Por otro lado el patrón sin decir ni una palabra metió su mano dentro del saco de dinero y me arrojo frente a mi cien pesos acompañados de un -Hubiera sido más si no estropeabas el operativo.-, solo apreté los dientes y agradecí, cuando iba saliendo del estudio alcancé a observar como el patrón sonreía con un tono soberbio y guardaba el dinero en el tercer cajón de su escritorio.
Pasaron los días y aun no se encontraba el cadáver de doña Francisca, “los caballeros de la noche” eran leales entre sí y ninguno había hablado, sin embargo los métodos para descubrir información en estos casos eran bastantes insoportables y violentos supongo y más tratándose de gente de tanto poder económico era de esperarse que fueran aun peor.
Así que un jueves 29 de agosto de 1882 el cadáver fue encontrado, resulta que nunca pudieron sacarlo del cementerio, pues el cajón era tan grande que no lo habían podido hacer pasar por la puerta del panteón, tuvieron que ponerlo de costado y aun así lo rasparon contra la puerta. Y el peso de este era tal que no llegamos a más de dos panteones más, así que se lo guardó en uno de otra familia de forma bien discreta para simular el secuestro.
Se Mamá que no estás de acuerdo con esto, pero debía hacerlo, no podía seguir fingiendo que las cosas no me molestaban. Aquel día todos en la casa fueron cuando antes al cementerio, sé que no debías ser parte de esto, pero no confío en que alguien pudiera guardarlo de mejor forma que tú.
Los caballeros de la noche fueron liberados al paso de dos semanas ya que en sí el robo de cadáveres no es un delito como tal. Si bien es algo realmente inmoral, no es un delito.
Y ahora están esperándome en las afueras de la ciudad, solo vine a despedirme y a buscar el dinero que estabas guardando Ma, nos vemos pronto, mientras tanto sigue descansando en paz.
El año sin primavera
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