De paseo por el boulevard me parecía que el día ofrecía los mismos momentos, hasta que una humareda que salía del expendio de baklavas me marek y una joven de la cafetería de enseguida de me sujetó de uno de mis brazos antes de resbalarme y quedar en nauseas, cuando desperté me encontré en una atmósfera cálida alumbrada entre inciensos perfumados en maderas y Budas de cobre recubiertos de baños de oro o congelados en jade.
Al fondo del cuartillo, dos hombres de apariencia bonachona, jugaban barajas, reconocí el juego de mesa con sus imágenes de terror, una mujer que ya no se veía joven, a su lado tejía sumamente concentrada, cuando se percató de que yo los miraba pasmada me apunto sin darme tiempo de disimular. Uno de los dos se me acercó, se vestía ridículamente, a la manera de un un taumaturgo, después me contaría que por causa de su condición fue que me había raptado.
Fue en esa ocasión que me dijo que tenía contactos en el lejano oriente, que conocía a seres que levitaban, que sabía la práctica para permanecer en estado saludable, que era vegetariano, y que practicaba el ascetismo, por lo que yo no lo podía considerar como una opción sentimental. Yo me sorprendí pues se veía tan mundano sosteniendo las barajas con las que yo me entretenía en mi casa en invierno, me dijo que tenía un lado humano y otro mas especial que era su lado fantástico, pero por el cual no podía amar a una humana.
Así fue que permanecí con ese grupo, no me interesó que mis familiares anduvieran colocando cartelones con mi imagen, cuando yo estaba hospedada a metros de donde solía pasear por las tardes cuando me alejaba de mi vecindario, así sucedió que yo me acostumbré a estar entre las flamas amaderadas, y también a verles jugar esas partidas, que todo en ese lugar aislado acabó por ser agradable a mis ojos.
Al ser mis anfitriones seres especiales no aquejados por los defectos del cuerpo que si padecemos los humanos ellos no tenían ninguna prisa ni expresaban ansiedad, estaban en perpetuo estado de ecuanimidad, por lo que yo me fui acostumbrando a ese estado que no conoce de la calamidad aunque yo si las padecía y las sigo viviendo.
Pasaban los días y yo me empecé a preguntar ¿que sería de mi familia?, ¿si habrían perdido la esperanza de volverme a ver?, algunas veces hasta deseaba poder retornar con ellos, en suma: que los extrañaba, pero B se había encariñado conmigo y me rogaba que no me fuera, su insistencia consiguió que estar con ellos me hiciera sentir parte de algo mejor, y allí no me faltaba nada en cuanto a lo material, incluso cuando me enfermaba tenía quien me atendiera. Un día B me dijo que tendríamos que viajar, me dijo que teníamos que buscar unas flores que a los humanos les causan daño pero que para ellos son benéficas.
Así fue que un día sin planearlo mucho, me encontré sentada en el avión en primera clase, como yo era mayor de edad nadie me podría impedir viajar así que nadie de mis familiares se presentó en el aeropuerto con lágrimas en los ojos. La constante de mi estancia junto a B era ese juego de barajas que llevábamos con nosotros. B me dijo que las barajas habían aparecido por primera vez en Egipto, le pregunté como lo sabía y me dijo —por qué sencillamente lo se, los primeros egipcios no eran como ustedes—, —por qué si no eran como nosotros se molestarían en crear un juego que no tiene otro motivo más que el de entretener porque yo no creo en la adivinación—, le contesté —Es que ellos tenían otras creencias— y zanjó mis dudas—.
Al siguiente día, a media tarde. Desembarcamos en una meseta muy helada, veía yo los árboles ateridos, desde que me bajé sentí un frío muy intenso que raspaba mis mejillas, mi nariz estaba roja, me imaginé que pronto estaría en algún trineo que me estaría considerando la posibilidad de que una tormenta de nieve se presentara en su trayectoria. El avión aterrizó en la ciudad industrial, al lado en el campanario de la torre la Iglesia transmitía por sus bocinas cánticos religiosos. —La misma Torre, en cada ciudad pensé—.
Nos dimos la vuelta por el bazar y mi amigo me explicó que no se presentaría ninguna tormenta de nieve que nos preocupara pues no saldríamos de la ciudad, tranquilizaba mi cabeza cubierta de negro en medio de aguanieve.
Yo estaba asustada por que me dejara sola por irse a conseguir alguna mercancía en algún otro sitio, pues hablaban un idioma que no entendía y se me dificultaba relacionarme porque las personas ahí desconfiaban demasiado de la gente extraña, afortunadamente mi temor fue inútil, B jamás se alejó de mi y fue mi mejor guía en esa aventura por ese sitio que estaba aromatizado con los aromas que nadie ha podido imaginar, me sorprendía la fastuosidad de sus materias primas, y más que todo me fascinaba su seda. Algunos de sus brillantes colores parecían alas de mariposas donde el naranja se fusionaba con el negro.
Fue así que en una de las salidas de mi amigo me alejé caminando y me interné en un vergel de moras y estuve paseando admirando sus frondosidades, jamás había visto unos árboles tan majestuosos reunidos en un solo sitio y con una distancia establecida entre ellos tan perfecta, me detuve a la sombra de uno de ellos y un escarabajo se me acercó.
Fue toda una revelación. El escarabajo comenzó a agrandarse frente a mis ojos desorbitados tenía una coraza que parecía amarilla como oro y sus ojos eran dos malaquitas verdes, adoptó el tamaño de un erizo pero que en vez de tener púas, tenía las finas arrugas de los coleópteros embellecidas por esos tonos amarillentos y naranjas que formaban un sol en miniatura.
El escarabajo se percató de mi más adelante me miró mucho y fue amistoso, era evidente que era autosuficiente y que no requería ayuda lo que observé fue que estaba acostumbrado a la presencia de seres como yo. Mi dilema era mi siguiente acción, ¿entrevistarlo o marcharme?, el conocía mi encrucijada pero no tuvo temor de accionar y contarme su secreto: que era un ser que provenía de otro mundo. El no necesitaba promesas de poderes, el tenía poderes, su cuerpo aparentemente común era resiliente y existían más seres como el encubiertos bajo la forma baja de coleópteros al transformarse en erizos se protegían de los tratantes, los tratantes eran sus enemigos, seres que pretendían hacer que se marcharan porque los consideraban enemigos de su cultura. Se le acercó una mariposa gigante, yo tuve temor que fue interpretado por el escarabajo y con una seña me hizo entender que la mariposa amarilla gigante era totalmente inofensiva al ver que se alejaba en busca de flores esparcidas en el zacate me tranquilicé, todo era gigante ahí como para aterrorizarte, los conejos, las cornejas, los patos, los gansos, las luciérnagas, los cisnes y las cigüeñas. Supe gracias a ellos que la fauna del moral no se comunicaba con mi especie de forma verbal sino que lo hacían a través de una escritura propia. Me di cuenta de que guardaban la arboleda con esmero. Mis pensamientos se vieron interrumpidos al ver a B.

El año sin primavera
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