Veinticuatro años han pasado, he estado alejado de la humanidad, y con ello, perdí la risa y la luz. Durante tanto tiempo, he intentado borrar mis errores, cargando una cruz que cada día se hace cada vez más pesado, escondiendo decidí que llegó el día dé a cerrar mi corazón. Mis sentimientos se han vuelto como piedra. La traición se oculta en la oscuridad; los recuerdos me han robado la forma de amar y la confianza en mí mismo.
Ahora, los recuerdos son torturas. El silencio me envuelve, el corazón. La nostalgia comienza a dominarme, y las sombras cantan en mi oído. Me miro en el espejo y me cuestiono: ¿Soy realmente yo? Mis ojos dejaron de llorar y mi corazón están vacíos y desolados, mi vida se ha apagado, y me doy cuenta de que los lugares donde solía refugiarme de niño han desaparecido, ha no hay los árboles, el pequeño lago donde soñaba, todo se ha borrado, como si nunca hubiera existido.
La idea de fingir mi muerte me persigue, y sé que nadie vendrá a mi funeral; no tengo lazos con el mundo exterior. Quizás es la muerte lo que necesito para renacer. Así que empiezo a escribir una carta; me despido de un mundo que nunca fue mío. Tres días después de mi muerte, Vuelvo al cementerio, donde dejé mi vida atrás. Al llegar, el miedo y emoción se fusionaron. Me encuentro frente a mi lápida, que lleva mi nombre. Después de despedirme, dejo una flor roja como la última huella. Recordando mi nombre en la fría piedra, una sensación de vacío envuelve mi alma. Todo lo que fui, todo lo que quise ser, está en esta tumba fría.
Mientras camino, de repente escucho una voz que dice: ¡Alto!, y me volteé rápidamente y a lo lejos, veo a una mujer con cabello rizado y ojos brillantes. Su presencia es tan inesperada que, por un momento, el tiempo se detiene. No puedo evitártela verla, y me preguntaba: ¿Quién es esa mujer?, porque visita mi tumba, Regresé a mi tumba y le dije: disculpa, conociste a Martín, y ella me respondió: No me gusta visitar tumbas y recordarme que la vida no es solo lo que dejaste atrás. He estado observándote. Sé lo que has estado sintiendo, y comprendo tu dolor. Pero no es tarde para cambiar la historia, y a veces dudo de si aún tengo la fuerza para enfrentar el mundo que me ha lastimado. Luego, los dos se quedaron en silencio. Ella sigue insistiendo que los recuerdos son como cargas pesadas, pero a su vez, son también lecciones y luego volver a la vida, a la vida auténtica.
Así que seguimos caminando y llegamos a un bosque. Miro a mi alrededor y le pregunto qué habrá más allá de esas sombras; después de tanto tiempo perdido… no sé ni por dónde comenzar. y ella me dijo: Comienza por perdonarte a ti mismo y recuerda que nadie es perfecto. Todos cometemos errores, y cada uno de ellos es una oportunidad de aprendizaje que nos impulsa a seguir adelante. La vida es un regalo. No lo desperdicies.
Su mensaje empezó a vibrar en mi alma. Por un instante, imagino un futuro donde el sol que nunca se apague. Y pensé: Sé que no todo está perdido. El silencio que me ha acompañado durante tantos años. La mujer extiende su mano y me dice: Ven, caminemos juntos, y no te dejaré solo en este viaje.
y cuando tocar su piel, siento una conexión, empecé a templar, como un río que empieza a fluir tras un largo invierno. Ella comprendía mis miedos y tus errores, las traiciones se estaba borrando, así como esos pequeños momentos que llevas mi corazón.
Esa mujer me escucha, su rostro refleja armonía, y en cada paso dice sonriendo. La vida sigue, y tú puedes elegir ser parte de ella. Mientras hablamos, ella envía rayos de luz que iluminan el bosque. Por un momento, siento que el hielo en mi corazón empezó a descongelarse, y en mi mente decía. Tal vez no estoy destinada a ser solo un recuerdo olvidado.
Aunque el camino que tengo por delante será complicado, no estoy solo. Cada sueño que tengo trae consigo un nuevo amanecer, y ella se acercó y susurro a mi oído y dijo: Estás listo para enfrentar lo que viene. El pasado se convierte en una huella de lo que he dejado atrás mientras avanzo con determinación. Mi historia no ha terminado; apenas comienza.
De repente, escuché un susurro suave, como si el viento tuviera algo que decir. Me volví rápidamente y de repente la mujer ya no estaba; solo quedaba el silencio.
Luego noté algo brillante en el suelo. Me agaché y era una medalla, y había un nombre grabado: Maya. Entonces, empecé a gritar: ¡MAYA! ¡MAYA! Solamente escucha el eco de mi voz. Fue en ese momento cuando por primera vez escuchó el silencio, lo que busca jamás existió.
Confundido seguí caminar. Pasó media hora y me sentía atrapado en mis pensamientos; y el tiempo se volvió eterno. me preguntaba ¿Quién es realmente Maya? ¿Por qué había desaparecido? Tenía que regresar al pueblo, pero mi mente seguía dándole vueltas al misterio.
Al llegar al pueblo, había mucha neblina. por casualidad me encontré con mi ex, se llama Sofía, y le expliqué que estaba vivo y que todo había sido un experimento para ver quién realmente me extrañaría. También le hablé de Maya.
¿Es una mujer extraña? Preguntó Sofía. Podría estar en problemas y necesitar nuestra ayuda, o tal vez solo fue un sueño.
Al día siguiente decidimos caminar hasta el río; Sofía sentía que alguien la observaba. Nos detuvimos y miramos a nuestro alrededor. Y de repente, Maya apareció a mi lado, resplandeciendo bajo la suave luz de la luna que comenzaba a asomarse.
¿Por qué me buscan? Preguntó Maya con una voz dulce.
Le respondí: Quiero presentarte a una amiga. Tenía tantas preguntas sobre quién era y por qué había entrado en mi vida, mientras los demás me miraban con curiosidad.
Maya sonrió con dulzura, pero en su mirada había una sombra de tristeza.
Estoy aquí para recordarles que hay más en este mundo de lo que pueden ver. Mis cadenas ahora son parte de ustedes. No me perderán; siempre estaré en sus corazones, dijo mientras comenzábamos a salir del bosque.
¿Dónde vives? Pregunté No creo que viva en el bosque o en un cementerio.
Maya sonrió y respondió: En la calle Risorios Mayer.
Sofía dijo: «Te podemos acompañar a tu casa, Maya».
Claro, vamos. Así que subimos al auto de Sofía: Martín, Maya, y nos dirigimos hacia la calle Risorios Mayer. El cielo comenzó a iluminarse con un intenso azul. Sofía conducía mientras Maya nos contaba su historia. De repente, a mitad de la carretera, nos encontramos con un carro detenido.
Sofía detuvo el auto, y los tres nos sentimos nerviosos. Sofía comentó: ¿Qué habrá pasado allí? ¿Necesitará alguien ayuda? Sin pensarlo dos veces, Martín y Sofía decidieron salir a investigar, dejando a Maya en el carro.
Con cada paso que daban, sus corazones latían con fuerza. Al mirar dentro del carro abandonado, se dieron cuenta de que había tres cuerpos. Un escalofrío recorrió la espalda de Sofía y Martín.
Sofía dijo: ¿Deberíamos avisar a la policía? Martín le sugirió que volviéramos, pero Maya, al ver sus rostros pálidos, preguntó qué había sucedido. Sin poder ocultar el miedo, le contaron lo que habían encontrado.
Maya se sintió aterrorizada. y Sofía dijo Continuamos hasta a un policía. Después de unos minutos de manejo, avistamos el control policial. Al acercarnos, Sofía le explicó a un oficial que encontramos un carro en la carretera con tres cuerpos dentro. El policía, con una expresión seria, nos pidió que nos bajáramos del carro.
Intercambiaron mirada. ¿Por qué les pedían que se bajaran? Con un movimiento rápido, el policía sacó unas esposas y se las puso en las muñecas. Estamos investigando una escena del crimen, declaró con voz autoritaria. Sofía no podía creer lo que estaba sucediendo. Los llevaron a la comisaría. El ambiente era tenso; las luces parpadeantes del edificio proyectaban sombras inquietantes. Los tres amigos se miraron. Nosotros no tenemos nada que ver con ese crimen, dijo Sofía, su voz temblando.
Un suboficial les ordenó: Tomen asiento y comenzaron a interrogarlos. Ustedes son cómplices en el asesinato de dos mujeres que fueron encontradas en medio de la carretera, afirmaba el suboficial, mientras sus ojos parecían perforarles. ¡No, eso no es cierto!», gritó Martín. Apenas llegamos a la ciudad. Íbamos hacia la casa de Maya. La sala se llenó de un incómodo silencio. Al instante, los dos policías intercambiaron miradas. El teniente, un hombre robusto con voz de trueno, entró en la habitación. ¿Qué está pasando aquí?, preguntó, aumentando la tensión. Estas personas dicen que no saben nada del crimen», informó el suboficial.
¡Solo estábamos paseando! Interrumpió Maya, elevando la voz. No conocíamos a esas mujeres, y no sabemos nada. El teniente dijo: Si no fueron ustedes, ¿quién lo hizo? Los dos policías se miraron de nuevo, y el teniente, con un gesto impaciente, se dirigió hacia la puerta. Sigue interrogándolos, dijo antes de salir. El silencio volvió a empezar, y los minutos pasaron hasta que, de repente, sonó el teléfono en la oficina del teniente, contestó el teniente y dijo
El teniente preguntó: ¿A qué hora fue?, luego colgó. El teniente miró a los tres amigos y dijo: Suéltenlos, ordenó. Acabo de recibir una llamada, han encontrado dos mujeres muertas, y esto cambia todo. Martín, Sofía y Maya se miraron incrédulos. En cuestión de segundos, las esposas fueron quitadas de sus muñecas. ¿Podemos irnos? Preguntó Maya. Sí, pero no se alejen, advirtió el teniente, mientras los tres amigos abandonaban la oficina. La noche ya no parecía tan amenazante. El camino hacia el hotel más cercano fue en silencio. A medida que caminaban, el miedo se transformó en curiosidad. ¿Quiénes eran esas mujeres?, preguntó Sofía, manteniendo la mirada al frente. Quiero saber quién era el hombre que vi, dijo Martín, pensativo. Estoy seguro de que él estaba involucrado en esto.
Subieron al carro. No podemos quedarnos aquí, debemos averiguar qué está pasando, sugirió Maya. Pero ¿cómo?, replicó Sofía. De repente, un ruido interrumpió sus pensamientos. Era el teniente, quien había decidido seguirlos. ¿Qué están tramando? preguntó, mirándolos con desconfianza. Queremos descubrir lo que les sucedió a esas mujeres, respondió Martín con determinación. Con un renovado sentido de propósito, se dirigieron hacia la recepción del hotel en busca de respuestas. Aquella noche estaba llena de secretos ocultos, y ellos estaban decididos a descubrir la verdad detrás de aquel terrible asesinato.
Martín cerró los ojos y, al abrirlos, se dio cuenta de que estaba en su habitación de su casa. Se levantó rápidamente y preguntó: ¿Dónde estás Sofía y Maya? Se sintió angustiado. Era como si todo hubiera sido un sueño. Tomó su teléfono, pero no había señal, así que se vistió rápido y salió corriendo y paso por una cafetería y vio a Maya sentada en una mesa, leyendo un libro. Martín se acercó. ¡Maya! dijo. ¿Acaso me estás persiguiendo? y luego empezó a sonreír. ¿Qué te pasa?, preguntó Martín, desperté en mi habitación y no sé cómo llegué allí. No sé qué ha pasado, exclamó, Calma, calma, dijo Maya, tomando su taza de café. Sofía está en su casa. Antes de venir aquí, la vi. Y lo que ocurrió después, cuentame¿Qué estav pasando?»
Maya estaba contándole a Martín lo que había sucedido y, mientras hablaba, su mirada se desvió hacia la ventana. Al ver a un hombre y sin pensarlo, le dijo a Martín: Salgamos por la puerta de atrás. Martín, confundido, preguntó: ¿Qué está pasando?. corre…………………
Sin perder tiempo, Maya y Martín salieron corriendo de la cafeteria. Pero al dar el primer paso, se dieron cuenta de que aquel hombre los estaba siguiendo. Martín se dio la vuelta y, para su sorpresa, vio que otros tres hombres se acercaban rápidamente. Estaban acorralados.
El hombre se acercó y dijo: Hola, Maya. Tienes que pagar; si no pagas, ya sabes lo que sucederá. Nos desquitamos. Aunque la situación era tensa, Maya mantuvo la calma. El dinero está en mi habitación; vamos y te lo daré allí, respondió con firmeza. Martín, asustado, no sabía cómo reaccionar. Su instinto de protección se activó, pero la situación parecía fuera de control. ¿Qué debía hacer?
La mirada decidida de Maya le indicaba que la siguiera. Así, impulsados por su instinto, subieron al auto y se dirigieron a la habitación de Maya. En su mente, Martín no podía evitar preguntarse por qué ella debía dinero a esos hombres. Siempre la había visto como una mujer fuerte, pero había algo en su mirada que lo inquietaba. Ella dijo: «Prometí que lo resolvería, Martín. Solo necesito que confíes en mí.
Después de unos 20 minutos, llegaron a un viejo edificio. Bajaron del auto y subieron al segundo piso. Antes de abrir la puerta de la habitación, Maya respiró, se volvió hacia Martín y le dijo: No te preocupes. Tengo un plan. Pero él no estaba seguro de qué esperar. ¿Qué tipo de plan podría tener en medio de esta situación tan peligrosa?
Cuando entraron,
Los tres hombres estaban, esperándo, y la habitación de Maya estaba llena de fotos y recortes de periódico. Las paredes parecían contar una historia, y Martín se sentía incómodo mirando cada imagen. El hombre dijo: ¡Atáquenlo al chico y pónganlo en una silla!. Dos hombres robustos apresaron a Martín y, antes de que pudiera quejarse, lo ataron con cuerdas. Maya, desesperada, se dirigió a buscar el dinero. Temblando, le entregó la suma de diez mil dólares. «Aquí tienes, ahora suéltalo y lárguense», dijo con firmeza.
El hombre sonrió, pero su risa era escalofriante. ¿Crees que esto termina aquí? ¡Amárela!. Los hombres comenzaron a preparar algo, y la atmósfera se tornó más pesada. De repente, sacaron un bidón de gasolina y empezaron a rociar el líquido por toda la habitación. El hombre de negro, con una sonrisa fría, encendió un fósforo. Es un placer hacer negocios contigo.
Pronto, el caos se desató. La llama comenzó a devorar el combustible, llenando el aire con un humo denso. Los hombres retrocedieron. El hombre de negro y sus cómplices se escaparon, dejando atrás el eco de sus risas. El humo empezó a envolverlo todo y el calor de las llamas aumentaba.
Maya, con una navaja suiza, se apresuró a romper las cuerdas que mantenían a Martín prisionero. ¡Rápido, Martín!, le gritó mientras el fuego crepitaba a su alrededor. ¡Debemos salir de aquí. Señaló una ventana que daba al exterior. ¡Ven! ¡Salgamos por ahí! ¡Hay una escalera de escape.
Maya la abrió de golpe y, uno tras otro, comenzaron a descender por la escalera, corriendo hacia un callejón oscuro, pegándose a las paredes para ocultarse de la vista. El sonido del fuego y las risas de los hombres resonaban detrás de ellos. Al mirar hacia atrás, vieron cómo la habitación ardía en llamas, y uno de los hombres lanzaba una bomba. La explosión y zeguian diendose
¡Corramos! exclamó Maya. Corrieron una y otra vez, escuchando el retumbar de las explosiones detrás de ellos. Sabían que no podían detenerse; cada segundo era crucial. A medida que se adentraban en el callejon de calles, comenzaron a buscar un refugio seguro.
Los hombres subieron al auto y se dirigieron al club Nato. Necesitaban informar a su jefe que el trabajo estaba hecho y entregarle el dinero y el vehículo. Se alejaron rápidamente, dejando atrás el caos y la destrucción. Mientras Martín y Maya corrían para ponerse a salvo, de repente, Martín tropezó con una roca y cayó al suelo. Todo se volvió negro.
Cuando recuperó la conciencia, se encontraba en su cama de su casa. Miró a su alrededor, confundido, y comenzó a llamar: Maya, ¿dónde estás?. No hubo respuesta. Se levantó y notó que tenía heridas y cicatrices en sus brazos. No puede ser… todo esto fue real,
Decidido a encontrar respuestas, salió corriendo de su habitación hacia la cafetería. Esperaba encontrar a Maya allí, pero el lugar estaba vacío y en silencio. Nadie lo había visto.¿Dónde estás, Maya?, pensó, lleno de angustia.
Regresó a su casa, pero lo que encontró sangre en el suelo. Las paredes estaban cubiertas de ceniza, algo terrible había ocurrido.
continuará,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,
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