El Dibujo de Javier

El Dibujo de Javier

Neiver Rodriguez

20/09/2025

No perdono, y mucho menos olvido. Ese fatídico día, se me había asignado un caso… Debía investigar la desaparición de tres personas de una misma familia: la señora Flores y sus dos hijos. La única persona lo suficientemente cercana a ellos para poder interrogar era el señor Javier, quien de antemano se suponía era el causante de la desaparición, pues de la noche a la mañana parecía haberse vuelto loco. Él era un hombre responsable, buen padre y gran esposo. Sin embargo, su comportamiento comenzó a cambiar. No los maltrataba, era algo mucho más extraño. De la nada, empezó a decir: «Hay alguien que nos observa». Y lo escalofriante no era tanto el hecho de decirlo, sino la forma. Se notaba realmente asustado y nervioso.

Una noche, según algunos vecinos, muerto del miedo, corrió a llamar a la policía. Gritaba con voz agitada: «¡Vengan de prisa, hay algo en mi casa! ¡Por favor, salven a mi familia!». La policía acudió, pero no encontró señales de nada. Incluso enviaban patrullas para revisar que no hubiese nada extraño, tanto de noche como de día. La misma esposa y sus hijos decían que no notaban nada raro. Creían que Javier estaba perdiendo la cabeza, y más por el hecho de encontrarlo llorando por las noches. Dejó de comer y cada vez estaba en un estado más lamentable. La situación era complicada, Javier claramente denotaba demencia. Así que recomendaron ayuda profesional, y la fecha fue pactada para un 15 de noviembre. Sin embargo, el 11 de noviembre, poco antes de su cita, la policía recibió una llamada. Era Javier, bastante eufórico, que exclamaba: «¡¿Cuántas veces se los dije?! ¡Alguien nos acecha! ¡Y ahora mi familia ha desaparecido! ¡Estaba durmiendo y, cuando desperté, ya no estaban! ¡Vengan de inmediato!».

La policía acudió al lugar y era cierto, la familia no estaba. Por lo tanto, había que interrogar a Javier, y esa labor se me asignó a mí. Su coartada era que se encontraba durmiendo y no sabía lo que había sucedido. Se escuchaba bastante seguro y convencido. Sin embargo, algo me parecía muy extraño. Decidí llevarlo conmigo para un interrogatorio más exhaustivo. No había rastros de ningún tipo, señales de nada; era como si la tierra se los hubiese tragado.

Javier por su parte lloraba y no dejaba de repetir: «Se los dije, se los dije». Era un hecho que Javier defendía haber visto algo, pero… ¿por qué él no desapareció? ¿Por qué precisamente su familia? No había pruebas en su contra. Tenía tantas dudas a cuestas, y extrañamente me sentía nervioso, me sudaban las manos. Me daba tanta pena mirarlo a los ojos… No entendía el motivo, si siempre debía mantener una postura serena ante mis casos, ¿por qué me pasaba eso si la lógica era atribuirle los asesinatos? El silencio se hizo presente mientras Javier seguía llorando. Le pedí que me describiera lo que había visto, de manera detallada, pues necesitaba alguna respuesta que le diera sentido a todo esto.

Me comentó que había visto a alguien, o algo, por las ventanas. Era una figura oscura, casi solo se le podían apreciar los ojos. Al principio, ese ser solo miraba, pero con odio, con desprecio. Lo señalaba, eso podía pasar toda una noche entera, aquello lo estaba volviendo loco… Con el pasar de los días, le creció una boca, que no la movía para nada. Parecía que buscaba tener más facciones humanas, pero solo lograba que su rostro se deformara aún más. Lo peor era cuando trataba de abrir la ventana, la comenzaba a forzar con su mirada de odio… Al cabo de unos días, tenía una sonrisa de oreja a oreja, con unos dientes afilados, y ya había dejado de señalarlo. La vez que llamó era porque el ser ya no lo miraba desde la ventana, ahora lo hacía desde adentro de la habitación, en una esquina, casi imperceptible, con esa sonrisa aterradora. Era todo un tormento para Javier. No solo eso, comenzó a tener sueños donde veía a su familia sin ojos, y ellos también lo miraban como aquel ser… Hubo un sueño en particular, en el cual tenía un dibujo en la mano, donde aparecía él, sacándose sus ojos con sus propias manos.

Salí un momento a procesar la información… No creo en lo paranormal, ni en seres extraños o aterradores, sin embargo, no encontraba una explicación. Es cierto que Javier era un hombre perturbado, pero nada parecía tener sentido, y eso era lo que me hacía dudar. No había pruebas de que fuera el asesino, mantenía su palabra hasta el final, y tantos años de trabajo me decían que sufría de verdad. Me encontraba tan frustrado, un dolor de cabeza se posaba sobre mí, me dispuse a secar el sudor de mi frente. Y de pronto escuché un grito fuerte de Javier, desgarrándose la voz. Me gritaba desesperado: «¡Vayan a mi casa, vayan de inmediato! ¡No pierdan ni un segundo!».

Decidí hacerle caso. Fui a toda prisa hacia su casa. Cuando llegué… no pude creer lo que vi. Se encontraban los cadáveres de la familia de Javier con una particularidad: les faltaban los ojos a todos; y no solo eso, les habían cortado la boca, haciéndoles unas sonrisas de oreja a oreja. Fue una escena terrible. Me mareé y casi caigo al suelo, tuvieron que atajarme mis compañeros. Comencé a sudar de forma indetenible, mientras solo quería hablar con Javier. Algo me decía, me gritaba, que debía hablar con él… Lo peor fue cuando recibí una llamada, pero la voz no era la de una persona. Era una voz bastante fuerte, aterradora, rodeada de un sarcasmo oscuro: «¡Señor, Javier se ha sacado los ojos con sus manos! Y ha dejado un dibujo en la mesa». La llamada se cortó. Corrí a mi auto, a pesar de que estaba mareado… Casi choco en varias ocasiones, pero fui a donde estaba Javier. Al llegar, me llené de terror otra vez. Javier se había sacado los ojos con sus manos… Y sí, había un dibujo… Era la criatura que él me había mencionado, solo que esta vez… Me estaba mirando a mí.

Votación a partir del 05/11

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS