Estaba absorto en el juego, dentro de una realidad virtual, siempre miraba las cartas caer en el tablón de juegos, pero ahora era todo distinto: una máquina con apoyo en los pies y las manos, también en la cabeza, otorgaba la garantía de vivir el juego en carne propia, justo como lo había soñado. Es necesario explicar que la creación del juego en la realidad virtual no constaba de estar sentado arrojando cartas; no, claro que no, en esta versión podíamos ser nosotros los protagonistas de las acciones de las jugadas de las cartas.
Trataré de explicar, querido lector, cómo la carta Promesa de Poder me otorgó un extraño poder, acompañado de una extraña sensación y de una extraña percepción de la realidad, tanto mía como del entorno. La carta me otorgaba la capacidad de conocer las ciencias exactas de las facultades de mis oponentes, y hablo de las ciencias que las componían: si algún oponente, por ejemplo, podía abrir un portal, esta carta me otorgaba la capacidad de saber de qué material sería el portal y de qué constelación sacaría sus componentes; si, por ejemplo, algún jugador lanzara un rayo o un hechizo, la carta Promesa de Poder me otorgaba la capacidad de conocer el componente del cual estaba hecho el rayo o de qué libro fue sacado el hechizo.
Ahora bien, ustedes se preguntarán: ¿de qué sirve conocer todo esto? Le explicaré.
Al recibir la carta el martes, mis poderes fueron mutando. En el videojuego se podían conservar las habilidades de la carta, al menos dos de ellas durante toda la partida, y el resto de las habilidades se podían adquirir y desechar a medida que avanzaba el juego y la dificultad. Mis poderes comenzaron con un poco de sabiduría, que me la entregaba directamente la zona somática de la consola mediante los cables con sensores neuronales. Eso no era nada, todos sabíamos lo que la consola podía hacer, pero lo que ocurrió el sábado me dejó perplejo: mis poderes ahora eran más abundantes y podía predecir las cosas, los actos antes de que ocurrieran. Consulté el manual del juego en línea y todas las habilidades, incluso las mejores pagadas, y ninguna podía otorgar tal magnitud de conocimiento sobre el oponente y sobre el entorno.
Para el día martes de la siguiente semana, un cuadro lateral en mi visión virtual me mostraba los acontecimientos que podían ocurrir si avanzaba, por ejemplo, a la iglesia o la biblioteca. Yo, a poco tiempo de ser sabio, me introduje en la iglesia para corroborar lo que había predicho la carta: era cierto, y para sorpresa mía ocurrió lo mismo que se me había mostrado en la visión.
Con el fin, querido lector, de ganar el juego y dar por terminada la partida, avancé con las visiones a mi favor. Cada vez que un evento del juego podía ser complicado, consultaba las visiones de la realidad virtual para saber cuál podría ser la manera de ganarlo, y siempre me resultaba. De esta manera logré la mejor puntuación online a nivel mundial tres semanas seguidas.
Cuando el invierno florece, las almas buscan desesperadamente el calor que emana del espíritu. El calor que emana el espíritu es una pequeña onda de calor proveniente del fuego.
Para cuando había terminado el primer mes del juego, mis habilidades volvieron a sufrir una mutación: esta vez otra carta: Promesa de Poder, me permitía abrir un portal por mi cuenta. Ya no predecía lo que hacían los demás con sus portales y a dónde iban, o de qué ciencia estaban hechos.
Cuando abrí el primer portal, decidí instalarme en un vagón de oro. Recogí todas las monedas que pude y volví al lugar en donde lo había abierto. Para serles sincero, era rico, millonario, profundamente feliz, me sentía dueño del mundo. Terminé ese día la partida y recogí mi antigua bicicleta. Salí a recorrer lugares que antes no había recorrido, visité las alamedas repletas de árboles, los ríos que corrían por debajo de la ciudad. Aproveché de sacar toda la velocidad de mis piernas y pude mirar la entrada del sol.
En la casa, coloqué la consola en el área somática. Esta vez las sensaciones eran intranquilas, así lo indicaba el aparato neuronal que había comprado para el juego. Avancé un poco con las habilidades de la carta en mi poder. Quise adivinar el futuro, pero no lo logré; lo intenté unas cuantas veces, pero no logré hacerlo definitivamente.
Muchas veces en la vida miramos al cielo una vez y vemos una forma en una nube. Esta forma nos puede gustar, puede ser un balón de fútbol o un río cayendo desde el cielo, pero al mirarla otra vez esta imagen se distorsiona, desaparece y, a la vez, se olvida.
Una vez me percaté de que estaba haciendo la misma habilidad. Cambié las intenciones del progreso en el juego y me dediqué a abrir muchos portales: cuando quería comprar algo en el Marketarkham abría un portal y me ahorraba el camino; o cuando quería tirarme en paracaídas, abría un portal; cuando quería llegar al fin del juego, abría un portal, y así sucesivamente.
Un día abrí un portal distinto, fue pura casualidad, me sacó del juego y, de pronto, estaba en el juego de los Vengadores de Marvel. Sabía yo que esto no podía ocurrir, por un tema de licencias y derechos asociados a cada marca, pero el poder de la carta me había teletransportado ahí, había creado una nueva realidad dentro del juego, un nuevo contexto en el cual podía explorar nuevas características. La carta Promesa de Poder había cumplido en su totalidad lo que prometía y me bastaba con ocupar la carta para poder derrotar a los villanos del juego de Marvel. Eso sí, había una curiosidad que me intrigaba: cada vez que salía del juego, las instrucciones para retirarme me obligaban a volver a algún punto de la versión original; en pocas palabras, tenía que volver al juego de Arkham, el original, para retirarme del juego.
La vida es una cápsula fría que te acurruca con la soledad.
Pasaron las semanas y, cuando el tiempo del juego había pasado de moda —al de Arkham me refiero— yo era el único de mis amigos cercanos que aún lo jugaba. Y cómo no, si tenía la versión más avanzada de todas las historias de los universos posibles. Me sentí profundamente afortunado y, cuando al fin me encontré a los Vengadores en acción dentro del juego, pude unirme a una de las misiones.
La misión no era para nada fácil: había que derrotar a los Vengadores de un universo paralelo, que eran tres veces más fuertes que los Vengadores originales. Yo no sé muy bien por qué eran estos los Vengadores originales si no tenían la fuerza de los del universo paralelo, a los cuales no se les había ocurrido nada mejor que derrotar a los Vengadores de la Tierra.
A medida que avanzaba el juego, los Vengadores habían perdido múltiples batallas. El primero en perder fue Thor, el cual perdió su gran martillo en manos de Hulk del universo paralelo. Este hombre verde posicionó su brazo sobre la mano de Thor y lo golpeó repetidas veces hasta sacarle el martillo de sus manos y dejarlo inconsciente con sus golpes de puño. Luego de ello, Hulk lo retiró y lo llevó a una celda que había dentro de la nave en la que íbamos, que dicho sea de paso era la nave de los Vengadores del universo paralelo.
El segundo Vengador fue Iron Man, que perdió la batalla en manos del Capitán América del universo paralelo, y así sucesivamente. Para cuando quedaban los últimos Vengadores, Black Widow y Ant-Man, me percaté de que mi actividad cerebral era bastante inusual. Debido a esto, el aparato instalado en la parte somática de mi cerebro trataba de encontrar un contexto a la situación. A causa de esto, la imagen del juego mejoraba cada vez más.
Ustedes dirán, queridos lectores, que es mucho mejor una gráfica mejorada, pero la realidad que se me presentaba parecía cada vez más aterradora y angustiante. Solo quedaban dos compañeros que no habían sido capturados, pero entre la desesperación surgió una luz de esperanza en mí.
Me senté un momento en un rincón de la nave espacial, reflexioné sobre la situación y entendí por fin la lógica de la misión: los Vengadores habían sido secuestrados por un telépata, mejor aún, habían sido secuestradas sus mentes y todo lo que ocurría no era más que una pesadilla. Sería un círculo vicioso que se repetiría si los Vengadores no encontraban la solución.
Para cuando me había entrado la sabiduría estaba con el suficiente valor para ayudar a los Vengadores. Ahí fue cuando salí del rincón, abrí un portal en mi posición, el cual me llevaba hasta el cuello de Hulk. Lo agarré por el cuello y lo ahorqué hasta dejarlo inconsciente. La fuerza que empleé para tal acto provenía de mis sueños profundos, en los cuales podía derrotar fácilmente a Hulk. Y así repetí la acción con cada uno de ellos y los Vengadores despertaron en el edificio Stark de Iron Man. Estaban desparramados por el suelo y no recordaban lo que ocurría. Yo fui el único que noté todos los acontecimientos y, cuando se supone que había despertado, estaba limpiando las ventanas del piso del señor Stark.
Cuando volví a Arkham, la ciudad me esperaba con un atardecer increíble. Los matices del cielo eran celestiales, era como si el Olimpo se hubiera ubicado por debajo de las nubes y fuera parte del mundo desde su nacimiento. Las gráficas aún eran increíbles, desde la anomalía neuronal.
Para cuando terminé de jugar, salí a ver la tarde que se iba para dar paso a la noche terrenal, llena de astros y misterios.
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