CARTAS MALDITAS

Encendiendo una vela, echo las cartas encima de la mesa, como si estas fuesen las mismas del tarot. Apago la luz de la sala al instante de que se prende la llama, una llama que se hace cada vez más ardiente y más alta. Es el juego del “Arkham Horror LCG”, un juego nuevo para mí, un juego que otros conocerán mejor que yo, ya que será más popular para otros, pero para mí encierra dentro de él un mundo de incertidumbres. Cierro la ventana, hace frío, no puede ser posible, no me lo creo, estamos en mayo de un año especial, todos los años son especiales, pero parece que este nos hayamos quedado sin primavera.

A mí me gustan más los juegos del amor y del deseo, pero en fin, las cartas ya están echadas. Las he barajado y me he quedado encima de la mesa con tres, una, la más clave para aquellos que no entendemos de estos juegos y que más curiosidad me delata, es la de “el experimentado maldito”. Ella parece que me da el poder, ¿pero, el poder de qué? Vuelvo a concentrarme, pero me evado, la ventana de la habitación se abre bruscamente, haciendo que la vela se apague, será por casualidad o será por la llegada de alguien extraño. Quién sabe, a saber.

La luz se abre camino, parece que entran vientos de libertad, no me lo acabaré de creer hasta que me pellizque el brazo y reaccione, ¿será por la nueva carta? Sí, aquella llamada “la encrucijada”, la misma que tiene un nombre que atemoriza, pero que en verdad es simplemente para ponerte a prueba. Es para llegar al límite de mi potencial, no sé, pero al mismo tiempo sigo jugando al maldito juego. Llega un momento, un instante, que no puedo más, me levanto y abriendo una botella de cerveza me asomo a la ventana, solo para decirle adiós a la primavera, ya que este año no va existir de verdad. Será por el cambio climático o será por este mismo juego, pero este año nos saltamos de invierno a verano en un viaje tan corto, que no me lo acabo de creer.

Me queda un As debajo de la manga, así que termino con la pausa y vuelvo a sentarme alrededor de la mesa circular. La última carta que tengo encima de la mesa, y la que no se ha volado con la ráfaga de viento, es “el aliado”. ¿Pero aliado, de quién?, será del mismísimo Lucifer, aquel que navega entre las luces y las sombras. Aquel que viene como lobo con piel de cordero, no es de buen augurio o quizás sí. Yo no lo sé, así que le doy la vuelta e intento olvidarme de ella, pero eso no es posible, un humo negro surge de la carta y explosiona, dando pie a que la misma se convierta en una imagen que me habla, que me habla y me aconseja…

  • ¿Quién te crees tú, para ningunearme? No lo vuelvas a hacer o sabrás de lo que yo, Lucifer, soy capaz de hacer.

¡Cáspita!, no me lo pienso dos veces y recogiendo las cartas las tiro a una olla, sí, a una olla de hacer pucheros y prendo fuego a la baraja en el balcón de casa. Pero, ¡ay!, mi mala suerte. Surgen como bengalas de la olla, chispas como si de una pólvora gris se tratase, que saltan por todos los lados, haciendo de mí un cobarde sin nombre. Una ráfaga de viento frío, que va y me viene, junta el fuego y las chispas que vuelan de la olla con la cortina de la entrada. No me lo puedo creer, este juego está maldito y me crea horror, tanto, que entro en pánico y me quedo inmóvil, congelado. No veo nada más que llamas, no veo nada más que mi piso arder. Será por el juego o por Lucifer, pero a Dios no le ruego, ya que no creo en él.

Escucho una canción dentro de mi cerebro, a lo mejor será porque mi piso se quema por completo o será que me estoy volviendo loco. Voces y más voces escucho desde ultratumba, que me dicen…

  • Querías jugar a un juego diferente y no te ha salido bien. Apostaste todo por el saber y la primera carta te toreó y no te dejó por sorprenderte, con la segunda carta pensabas que habías conseguido lo que buscabas y lo que buscabas ya lo has conseguido con la última. Tu mala acción ha sido faltarle el respeto al mismísimo diablo, así que ahora no llores como un niño y ponte a salvo del fuego.

Es cierto y aunque no sepa de adónde sale la voz, me armo de valor, tanto, que así grito con la voz entrecortada por el miedo…

  • ¡Fuego, fuego, fuego!, ayuda por favor. Llamen a los bomberos.

La gente pasea ajena a lo que acontece a unos metros más alto, hasta que llega un momento, que la sociedad, esa misma que no entiende de lo que es ayudar a los demás, mira para arriba y alguno se apiada de él y llama a emergencias. No tardan en llegar, no tardan en ser alertados, ya hasta por los propios vecinos que ven sus pisos peligrar. Se escucha la sirena cada vez más cerca, así que respiro un poco, si es que se puede decir respirar, con tanto fuego y tanto humo. Un camión se para enfrente, en la misma calle y con una escalera, primero consiguen que baje salvándome literalmente la vida, para después sofocar la intensa llamarada que sale desde su casa.

El destino a veces es cruel y un juego que parecía inofensivo, un montón de cartas como de una baraja normal se tratase, había acabado con el poco entusiasmo por vivir de este hombre. Toda ilusión por vivir y descubrir, se vinieron abajo, dejándole viviendo sin vida. Cuando todo acabó, se había quedado casi sin nada, no sé si tenía seguro o no, pero él vivo quedó, y harto y escarmentado de juegos raros. Así que ahora pasea con las manos en los bolsillos, sin mirar a ninguna parte que no sea el suelo que el mismo pisa. Temeroso él se convirtió en alguien completamente diferente, todo por un juego, un simple juego, o no.

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