Una vez superado el bloqueo que a veces nos paraliza, una vez decidido el tema que más nos inspira y puestos los cimientos de la estructura, podemos plantearnos empezar a escribir el texto de la novela.
Casi todos entramos a la historia por la puerta que podemos. Se puede comenzar por el principio, por el final o por el medio. Es decir, se puede escribir el primer folio abordando la novela por la parte que vemos más clara.
En todo caso conviene no precipitarse y, sobre todo, no tomar las primeras notas como definitivas. No me cansaré de repetirlo: todo el tiempo que empleemos en pensar en la historia y en planificarla hará más fácil y fructífero el recorrido posterior.
Kafka en su diario del día 22 de septiembre de 1917 (tomo la cita Luis Landero) escribía “Nada”! y Mersault el protagonista de El extranjero de Camus decía “Nunca tengo gran cosa que decir, por eso me callo”. Si no tenemos nada interesante que decir deberíamos seguir su ejemplo pero en algún momento todos tenemos una historia que contar y ahora es el momento de hacerlo.
Cuando empezamos a escribir una historia a menudo no nos damos cuenta de lo importante que es la primera frase que escribimos. En esa frase es muy grave equivocarse porque narrar una historia en tercera persona o en primera o en una actitud distante o sentimental cambia el resultado y el modo en que el lector se acercará a la historia.
En la primera frase, en las primeras páginas se inicia el pacto con el lector. Es en ese momento cuando le atrapamos o le perdemos definitivamente por eso si cualquier página es decisiva, la primera es fundamental.
Ya hemos pensado quién es el narrador de nuestra historia. Ahora tenemos que darle ritmo y textura a la voz de ese narrador o esos narradores que hemos elegido.
Lo primero es que ese narrador que hemos creado cuente la historia con naturalidad, con ímpetu, con inteligencia y con originalidad.
Si pudiéramos hablar de una manera de contar ideal se podría afirmar que el escritor tendría que saber utilizar la lupa y el catalejo para hacernos ver los detalles significativos y atrayentes en el contexto en el que sucede la historia.
Desearíamos también que nuestro autor ideal sepa situar la historia en un tiempo y un lugar determinados para que podamos verla y vivirla. Que cree al menos un personaje convincente. Que nos convenza que su historia es verosímil. Que muestre mucho y que explique lo menos posible. Que sepa describir a través de los cinco sentidos. Que cree intriga y curiosidad. Que emocione y distraiga sin ser banal. Que haga pensar sin ser moralista o discursivo. Que sea osado pero no insensato o desordenado. Original pero no rebuscado. Libre pero coherente.
La primera frase marca todo el resto de la novela, se ha dicho que es su código genético, porque en la primera frase aparece el tono narrativo que usaremos durante toda la historia.
El tono es un término que la literatura toma de la música (la medida del intervalo entre dos sonidos), la prosodia (altura musical de un sonido emitido por la voz humana) y la pintura (se habla de tono como tonalidad fría o caliente de los colores).
En literatura es, en relación con el estilo, la actitud que asume un escritor en el tratamiento de un tema o la de un narrador frente al relato y sus personajes. Un tema puede ser tratado en tono grave, solemne, cercano, jocoso, pesimista, optimista, alegre, desgarrado, patético etc. Y un autor puede ser benévolo o distante, simpático o irónico con sus personajes y con su historia. Puede estar inmerso en la historia o fuera de ella.
Depende de donde se sitúe el narrador asumirá un tono distinto y ese tono del narrador tendrá que mantenerlo desde la primera frase de la novela a no ser que cambie de narrador en medio de la historia.
Muchos escritores buscan un tono personal. No te aconsejo que lo hagas conscientemente. Si escribes como eres, tu escritura será reconocible cuando hayas escrito durante años sin que lo pretendas, de algún modo nuestra escritura nos refleja. “El estilo -decía Proust- es el momento de identificación entre el escritor y su situación”. Conseguiremos un tono eficaz cuando lo adaptemos al tema, al tipo de personaje que cuenta la historia, al lector a quien va dirigida y al tipo de historia que queramos contar.
Tiene que haber un equilibrio entre el tono de narrador y el de los personajes.
Es importante que el tono de los personajes esté de acuerdo con sus características, los niños deben hablar como niños y si se trata de una persona sin cultura tendremos que adaptarnos al personaje que hemos dibujado.
Cada uno tenemos una forma de escribir igual que tenemos una forma de hablar. Unos preferimos las frases cortas y duras otros las oraciones largas cargadas de metáforas. Siempre aconsejo a quienes empiezan a escribir que intenten ser naturales, precisos y breves. Ha habido grandes escritores que tenían un estilo ampuloso y grandilocuente cargado de metáforas pero lo que el lector moderno pide es claridad y precisión. La fuerza de la prosa se pierde si la recargamos mucho y usamos mil circunloquios para expresar lo que podríamos contar con medio folio. Hablaremos más de esto cuando tratemos del estilo.
Hay también que pensar que escribir es elegir. Una vez que hayamos escrito la primera página habremos hecho un montón de elecciones entre todas las opciones posibles.
Porque la novela es un juego de posibilidades interminables. Borges lo expresaba mejor: “Un juego preciso de vigilancias, ecos y afinidades…, un orbe autónomo de corroboraciones, de presagios”.
En este momento del principio es muy importante acordarse de la coherencia. Todos los hilos que iniciemos al principio tienen que atarse durante la novela porque si no el lector se quedaría frustrado y desconcertado. Uno de los motivos para leer y para escribir es poder pensar en un mundo coherente, redondo, con un principio y un final. El final puede ser abierto pero tiene que ser coherente con el tipo de historia que hayamos iniciado. No es bueno dejar personajes perdidos o conflictos deshilachados. Lo que más agradecen los lectores es saber qué pasó con todo lo que les anunciábamos en las primeras páginas. Por eso es mejor, siendo principiantes ceñirnos a historias que conozcamos bien, en la que hayamos pensado mucho y que no se nos queden vacías o frustradas a mitad del camino.
Todo esto se planifica desde la primera página.
Además desde el principio es necesario mantener la tensión narrativa. Novelas con descripciones demasiado largas o con reflexiones interminables sólo mantienen la atención si están escritas por Proust. No nos perdamos de la historia con palabras inútiles ni divagaciones o digresiones que no vienen al caso. La mejor descripción de un personaje, como veremos, se hace dándole vida. Viéndole actuar, persiguiendo objetivos, transformándose a través de las páginas de la novela.
En las primeras páginas se presentarán los personajes y se darán los datos esenciales para comprender dónde nos situamos. Pero recuerda reservarte algo para el resto del libro. No acumules toda la información al principio, es mucho más efectivo irla dando poco a poco para que cada página sea un descubrimiento.
Y no te importe transmitir emociones fuertes. Una novela es una historia única que merece la pena ser contada. Si tenéis una buena historia no temáis ser cursis o excesivos. Poneros hoy mismo manos a la obra y a escribir la primera página… o la que más ganas tengáis de escribir.
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