Consejos, opiniones, apreciaciones… ¿Somos lo suficientemente críticos para discriminar cuando estamos pidiendo un consejo y cuando estamos esperando que una opinión decida por nosotros? ¿Tenemos el criterio para reconocer cuando es pertinente dar nuestra opinión y cuando estamos siendo inoportunos?
Todos tenemos inseguridades, por nuestro físico, por nuestras decisiones, por nuestro futuro. En aquellos momentos la mayoría de gente solemos buscar a alguien que nos escuche, y no solo eso, que nos de su opinión y su consejo. Sin embargo, hay una línea muy fina entre seguir un consejo y no asumir nuestras decisiones ¿Cómo así? Empezamos a decir «él me dijo…» «Ella me aconsejó…» como justificación constante a nuestras acciones.
Entonces ¿Como saber que estamos cruzando la línea? Creo que cuando empezamos a hacer una encuesta de opiniones y decidimos por mayoría de puntos ¿Estúpido? Pues hay gente que lo hace, y no solo eso, así como permite que todos opinen de su vida, se creen con derecho a opinar en la de otros, sin preguntar, sin pedir permiso. No solo opinan sino juzgan y es en ese el momento en que te preguntas: «si no sabes que hacer con tu vida ¿Qué haces metiéndote en la mía?»
«Consejo hasta de un conejo» dicen, de un conejo, de una amiga, de un sacerdote, de un psicólogo, no hay problema en pedir un consejo. El problema es cuando lo que haces, lo que piensas, lo que sientes, solo se basa en un cúmulo de consejo.
Sólo entiende algo: tú vivirás como las consecuencias de tus decisiones, no el conejo, ni la amiga, ni el sacerdote, ni el psicólogo, SOLO TÚ. Entrena tu juicio, si quieres un consejo pídelo pero analízalo muy bien, prepárate para ser una persona sabia no eternamente insegura.
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