Desde que nací aprendí por las malas que los humanos no son de fiar, ese día, mi madre sin más compañía que unos arbustos que la mantenía oculta, dio a luz a siete cachorros, todo iba bien hasta que un cachorro de humanos nos vio y llamó a sus padres, quienes apartaron a mi madre con amenazas, luego de inspeccionarnos a cada uno con cuidado, se llevaron a uno de mis hermanos, sentí la angustia de mi madre en sus gemidos, mientras se resignaba a no poder hacer nada para impedirlo.
Con el tiempo mis hermanos comenzaron a recorrer los alrededores y los humanos lograban verlos y se los llevaban, hasta que solo quedábamos mi madre y yo. Me sentía muy solo cuando ella salía cada mañana, me hubiese gustado salir como lo hacían mis hermanos, pero me mantenía oculto para que los humanos no pudieran encontrarme.
En las noches dormíamos muy juntos dándonos calor, mi madre me hacía caricias en la espalda con su boca y se sentía muy bien. Una tarde mi madre no volvió y yo sentía tanta hambre que deseaba gemir, pero no lo hice, entonces salí a buscarla, caminé no sé por cuanto tiempo, hasta que la encontré, ella dormía profundamente, traté de despertarla pero no se movía, seguramente estaba muy cansada, así que me recosté a su lado y dormimos toda la noche, en la mañana ella seguía sin levantarse, hasta que una vez más aparecieron los humanos y sin ningún cuidado la tomaron por las patas y la lanzaron dentro de un camión, y nunca más volví a verla.
A pesar del recelo constante que sentía por los humanos tuve que aprender a convivir con ellos, para conseguir alimentos, pero no estaba dispuesto a suplicar, mover la cola, bajar la cabeza, como lo hacían mis hermanos. que habían decido adoptar a humanos y cuidarlos, hasta se dejaron poner nombres, yo no tenía ninguno, yo siempre sería libre.
Con el tiempo creé mis rutinas, por la noche dormía plácidamente en un callejón solitario sobre una cómoda pila de cartones, si llovía me cubría bajo el alero del techo de un almacén cercano, por la mañana me levantaba muy temprano y de manera despreocupada iba a un callejón cercano, donde Andrés el dueño de la tienda dejaba algunos alimentos, con suerte conseguía algún hueso y me pasaba parte de la mañana mordiéndolo, pero debía ser cauteloso porque yo no era el único que había decido no adoptar humanos, había otros que trataban de quitarme mis alimentos, yo gruñía y les mostraba los dientes para alejarlos, a veces las cosas se salían de control pero yo no les temía y me defendía con los dientes.
Cada mañana cuando pasaba frente a la tienda de Andrés lo veía con la escoba repasando una y otra vez el piso de la entrada que ya estaba bien limpio, pero yo sabía lo que realmente estaba haciendo, así que me mantenía lejos de su alcance, en ocasiones veía como algún descuidado se acercaba demasiado y con fuertes escobazos lo hacía salir corriendo, Andrés sabía defender su territorio.
Por la tarde iba a la estación del tren, era un lugar pequeño donde se reunían muchos humanos, yo me recostaba bajo un árbol y pacientemente esperaba a que alguno de ellos dejara sus alimentos, cuando se daba la oportunidad los tomaba y corría lejos, donde el guardia de la estación que también defendía su territorio, no pudiera alcanzarme
Había ocasiones donde por varios días no lograba conseguir alimentos, en esos casos debía ir a la casa de Julia, ella era una humana que parecía ser diferente, pero yo sabía que todos los humanos eran iguales, solo querían llevarte con ellos.
Ella cada día al final de la tarde bajaba del tren con varias bolsas y se dirigía a su casa donde nos esperaba con alimentos, yo veía como otros movían la cola y dejaban acariciar la cabeza, yo me mantenía a distancia esperando la oportunidad de tomar algo y salir corriendo, no permitiría que me tocara aun cuando tuviese mucha hambre.
Hasta entonces mi vida había sido muy placentera, sin embargo, eso estaba por cambiar, llegó el tiempo en que la tienda de Andrés estuvo cerrada por muchos días, en la estación del tren no se veía a ningún humano y Julia ya no bajaba del tren con las bolsas, ni nos esperaba en su casa, en la calle solo se veía autos grandes que pasaban muy rápido con luces y fuertes aullidos.
Para ese entonces yo no conseguia nada para comer y tuve que cambiar las rutinas, ahora iba a las casas de los humanos a revisar la basura, pero había muchos en la misma condición y era difícil conseguir algo de comer, incluso vi a algunos de mis hermanos que al parecer habían decidido dejar de cuidar a los humanos y también buscaban alimentos.
Habían pasado muchos días desde la última vez que comí, una tarde estaba cerca de las vías del tren justo a donde había visto a dormida a mi madre y traté de alejarme de ahí, pero me sentía cansado, estaba tembloroso y las piernas no me respondían, sin desearlo me recosté y ya no pude levantarme, sentía mucho sueño, pero no quería dormirme, tenía miedo de que los humanos me lanzaran a ese camión y me llevaran para siempre.
Cuando llegó la noche sentía mucho frio, luchaba por no dormirme, pero ya no podía mantener los ojos abiertos, fue entonces cuando sentí las manos de un humano sujetándome, apreté los ojos para esperar el golpe cuando me lanzaran al camión, pero me sostuvo en brazos y caminó sin soltarme, sentía el latido de su corazón muy cerca de mi oreja, sonaba fuerte como el de mi madre cuando nos estaba amamantando.
Yo creo que luego de eso me dormí, porque comencé a soñar que reposaba en una cama calientita, luego sentí un líquido en mi boca con sabor como el de los huesos que dejaba Andrés en el callejón, y saqué la lengua y lo llevé a mi boca una y mil veces hasta saciar mi hambre.
A la mañana siguiente me despertó la sensación de caricias en la cabeza, como las que hacía Julia, pensé que sería algo desagradable, pero esa mano era suave y me gustaba que lo hiciera, fue entonces cuando noté que estaba moviendo la cola, me sentía feliz y protegido.
Una tarde entro a la habitación donde yo estaba la humana que llamaban “mamá”, traía agua y una esponja, cuando la vi, presentí que algo muy malo estaba por suceder, tuve la sensación de salir corriendo, mamá mojó la esponja en el agua y comenzó a frotarme, no se sentía tan mal como esperaba, luego de un rato de mucha agua y blanca espuma, sacó un aparato muy ruidoso que lanzaba aire caliente, sentía que mis labios se movían como si estuviese sonriendo, cuando terminó descubrí que mi pelaje era abundante y esponjoso, eso no lo había notado antes.
Luego mamá dijo “Claudia ya puedes entrar”, fue cuando vi por primera vez a la cachorra de humanos que entró a la habitación y se lanzó sobre mí, ella me abrazaba y me apretaba sin parar, sentí los latidos de su corazón en mi oreja y su dulce olor como el de las flores de los arbustos donde nací, mientras mi cola no paraba de moverse, entonces me sentí nuevamente en casa, ahora paso las tardes recostado junto a Claudia en el sillón, mientras mira la televisión y acaricia mi espalda, ella decidió llamarme lucky, a mí me gusta mucho cuando lo dice, mamá de vez en cuando nos trae algo para comer, me gusta estar con ellas, creo que después de todo podría adoptar a estos humanos.
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