¿Cruel? …¡Si, lo fue!, mientras mi rostro enjuagado en llanto se arrodillaba ante la miseria de mi alma, no podía despegar los ojos del suelo, estaba sumida en el, en su negrura y resequedad, o tal vez no quería verlo partir; no era un adiós, no era nada, no se despidió porque nunca estuvo, no le dolió porque nunca me amo.
Lo vi alejarse en silencio, y mientras se alejaba percibí un largo suspiro de alivio que escapaba por las ventanas de su nariz, se alejó de mi, de mi amargura y pesadumbre, pero es que cuando se ama demasiado se siente amargura, tristeza, desasosiego, celos, ¿no lo entiende?, quería retenerlo, amarrarlo a mis entrañas, unirme a el como siamesa, pero se deslizó como el aceite, se resbaló de mis pupilas y se perdió, mis ojos lo buscaron, mi olfato, mis sentidos, la punta de mi lengua como una serpiente al asecho, pero no pude hallarlo.
¿Los regalos?… los regalos no eran para retenerlo, soy una joven hermosa, mis ojos aun brillan con los destellos de la pubertad, mi piel tersa y escarchada huele a jazmín, a canela, no necesito comprometer con obsequios como hacen aquellas damas que ya han llegado al climaterio de su existencia, y buscan afanosamente ese ultimo grito de éxtasis en la juventud robada de un joven en noches de placer pagadas, compradas, vendidas, entre el humo del cigarrillo y la experiencia de huesos cansados y pobres carnes bañadas en cremas y esencias florares que evocan viejas épocas de juerga, baile, besos con sabor a cereza. Este no es mi caso… ya se lo dije, lo amaba, deseaba como loba en celo cada parte de su cuerpo, quería devorarlo, consumirlo en las llamas de mi vientre, con el toque de sus dedos me convirtió en venus, en afrodita, en Eva, mordí la manzana del placer y sentí como mis dientes se clavaron en ella extasiados y su sangre corrió a borbotones por la comisura de mis labios, mientras él como un naufrago sediento lamia cada gota y así mi dulce y virginal cuerpo fue tomado con arrojo, con ímpetu varonil, mi esencia se mezclo con la suya en una pócima que bebimos hasta embriagamos y perdernos en ella. Humedecí con mi saliva cada rincón, a cada poro le robe la respiración con el toque suave de mis dedos, con los dulces besos, grite de lujuria y de pasión, me hice suya, en un incomodo rincón de un cuartucho de cachivaches.
¿Suicidarme?… ¿yo?… no nunca. Si querer morir es una forma de suicidio, entonces soy culpable, ¿por qué quise morir?…¿y lo pregunta de nuevo?, se lo he dicho mil veces… ¡porque lo amaba!… no podía respirar sin su aliento, si moría, se sentiría culpable, lo sé, y así tendría algo de él, algo bello que inmortaliza, se llama remordimiento. Tendría sus lagrimas titilantes rodando por sus mejillas, lo tendría a el, de rodillas junto a mi sepulcro preguntándose ¿porque… dios mio por que? Si era tan joven. Seguramente un grito de dolor se desprendería de lo mas profundo de sus entrañas y terminaría en un sollozo largo y lastimero, mientras, yo lo observaría desde la dimensión del fuego del infierno, arrojada allí por Dios, despreciada por los ángeles y arcángeles, con la espada de San Miguel sobre mi cuello, consumida día y noche en mi pecado, atada con cadenas y grillos al lamento eterno, pero satisfecha; gane algo, unas cuantas lagrimas sobre el féretro, una reflexión, un acusame he pecado.. herí un pobre corazón, clave el puñal de mi desprecio después de saciarme con su cuerpo… claro que vale la pena, ¿por que dice que no?, que si me olvida?, no… no me olvidará, y si lo hace, lo atormentare desde el infierno lo haré, mi grito quebrara sus noches lascivias, lo arrancar de la tierra y lo llevaré a mi lado, a mi fuego.
¿Obsesión?… ¡No!….
¡cállese!… Habla como el.
Obsesión, chifladura, complejo, hipocondría… ¡llámalo como quieras!, igual te equivocas, es amor, solo amor, loco, apasionado, solo eso amor, ciego y celoso
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