Elijo aprender y equivocarme, elijo emprender y a veces, abandonar.
Elijo quedarme sólo con lo que de verdad importa, que no es necesariamente lo urgente.
Elijo la poesía como válvula de escape y también la música y la melancolía, porque me recuerdan de donde vengo y donde estoy.
Elijo reír y también llorar, ser sincera y querer más. Amar con el corazón y también con la cabeza y hacer lo posible porque ambos se lleven bien.
Elijo elegirte otra vez, con tus manías y tus te quieros, tus imperfecciones, casi tan grandes como las mías, y tus silencios. Tu manera elegante de moverte mientras hablas y tu casi eterna y siempre amplia sonrisa.
Elijo rescatarte cuando estás triste, besarte como nunca nadie te ha besado y decirte bajito que la casualidad más bonita es haberte conocido.
Elijo hacerte reír y sacarte de quicio, hacerte cosquillas cuando no lo esperas y bailar en el salón de casa porque sí. Porque me casaría de nuevo contigo aunque no hayan firmas, y aceptaría ese anillo de compromiso aunque fuera comprado esta misma tarde de forma espontánea en un bazar chino y en la caja, al pagar, rieras casi tanto como yo al verlo.
Te elijo a ti, como me elijo a mí, cada vez más frágil y vulnerable pero todavía con ganas de plantarle cara a la vida y a lo que viene con ella. Te elijo con tus aciertos y tus errores, con tus ‘no se cómo hacerlo’ y tus ‘déjame hablar’, porque forman parte del pack y pesan más tus te quieros dichos y más aún los demostrados.
Elijo perdonar aunque no me perdonen. Elijo mandar lejos al rencor cuando asoma y decirle que conmigo no ha hecho buenas migas.
Elijo Plutón, y también Saturno, aunque a veces regrese a la Tierra para estar contigo. Elijo la luna y también las nubes, pero eso sí, con los pies en el suelo que dicen que así debe ser.
Elijo hacer caso a los que saben, aunque a veces ellos también se equivoquen. Elijo ser yo misma pero mejor de lo que era. Elijo ser aquella pero un poco menos loca y algo menos cuerda.
Elijo el amor de verdad, no el que se cansa y abandona fracturando corazones al descubrir con el tiempo, que el azul que veía en su príncipe o princesa se destiñe fácilmente, básicamente porque esto no es un cuento y nosotras ni somos princesas ni somos azules. Que rana, perdona, también eres tú.
Elijo la felicidad a tu lado y sorprenderme con las pequeñas cosas, y también con las grandes. Elijo valorar tus imperfecciones tanto como tus virtudes y entender que sin ellas no serías tú, y eso sería una pena.
Elijo ver con los ojos cerrados como cada mañana te levantas cantando una canción, yo… que necesito media mañana para despertarme del todo y media noche para dormirme un poco.
Elijo un par de mojitos, un par de mistelas y un vino tinto, pero invirtiendo el orden.
Elijo elegirte otra vez sabiendo que juntos podemos vencer los monstruos, las batallas y las inclemencias del tiempo que no se detiene. Elijo que seamos dos en vez de uno, porque es más bonito y porque eres tú.
Me quedo con los desayunos que preparas en la cocina, con los tomates que has rallado por las mañanas y el olor a café y tostadas cuando aún estoy en la cama.
Elijo estar contigo y me elijo a mí para ello, porque aunque me equivoque casi tanto como todos o un poco más, sigo siendo yo en mi esencia más pura, algo más compleja que antes pero menos exigente y más tolerante.
Elijo caerme siete veces aunque nadie lo note y siete veces levantarme.
Quédate, si quieres, y eligeme de nuevo. No será una vida perfecta, al menos por el momento, pero será una vida llena de vida, lo prometo.
Lo prometo, aunque no deba prometer, aunque mi sí sea sí, pero a veces falle.
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