CRONICA DE UN DIA DE RODADA

La espera comienza la noche anterior, preparo la camiseta y la badana de manera impecable como si al no hacerlo, al día siguiente me fuera extremadamente difícil o demorado realizar la misma labor.

La ansiedad domina mi sueño, y el ceder a Morfeo se convierte en una tarea de paciencia y en cierto sentido, de desgaste.

Al fin logro conciliar el sueño.

La mañana comienza con el estruendo de la alarma de mi teléfono portátil, ya no es el pitico retumbante de las alarmas de antes, que en ocasiones en vez de despertarte te asustaba por fragmentos de segundo. Ya te despierta Metallica o Pink Floyd.

No importa el frio, la pereza no aparece y lo único que pienso es no sobrepasar los treinta minutos antes de estar en la carretera, montado en mi negra; así le digo a mi bicicleta.

El café inicia el día, no consumo nada más. Como muchos otros aspirantes a ciclista amateur; dejo el consumir alimentos para el final del recorrido. Es como una misión, debes gastar la energía primero, o como dice un viejo amigo, debes ganarte el alimento.

Acondiciono todo de manera meticulosa, la negra reluciente bien aceitada y consentida, lista para la práctica extensa de cada ocho días. Habla, grita y suplica que sea exigida; necesita demostrar el sentido de su existencia, no está hecha para paseos aburridos de cuadra en cuadra, tiene personalidad. Es impetuosa y arrebatada, y al igual que un toro de casta necesita ser lidiado para comprobar su bravura. No se resigna y la entiendo. Yo tampoco.

Inicio el recorrido, a veces no se para dónde. Y pienso en esa aburrida frase que ha sido legalizada por la gente, “el que no sabe para dónde va, cualquier sitio le sirve” hummmmmm… en el ciclismo a veces no aplica eso, no sé porque lo pienso, y mientras lo hago, se hace la luz. Sin explicación alguna cada pedalazo me va llevando a donde mi espíritu quiere ir; quiero sentir el esfuerzo y por eso pienso en la montaña.

Dapa, Pance, los cerros, el Pomo. Como las casas de los familiares que uno visita de manera reiterada durante toda la vida; ¡bueno! Para algunos casos no es tan frecuente la visita a la familia. Estos lugares son recurrentes en mis recorridos de fin de semana, cada vez con diferente atavío.

Los mismos caminos, las mismas carreteras, los mismos árboles y las mismas señales; pero la sensación es diferente cada vez.

Libertad, si se puede definir esta palabra con acciones. Yo lo haría de esta forma. Montando en bicicleta, pero no la vuelta insulsa, inerte y sin sentido que muchas personas realizan en las ciclo vías cada semana. Aclaro que mi pensamiento no tiene que ofender a ningún lector expectante por escuchar solo lo que le gusta, si es que alguien tiene el tiempo suficiente para dedicar unos minutos a leer este ejercicio.

Mi mente y mi metabolismo necesitan la exigencia. El dolor en las piernas al intentar terminar la cuesta sin ser motivo de vergüenza frente a otros ciclistas. No importa el terminar ultimo…!falso¡ sí que importa. Nadie que practique este deporte con mediana intensidad quiere llegar de último en un recorrido, eso no significa terminar de primero, claro. Pero se intenta, y que me digan mentiroso si los que han montado en bicicleta regularmente, no han quedado en muchas ocasiones postrados en el pavimento luego de dar el máximo de sus fuerzas para subir una pendiente de primero.

Pero el dolor dura poco, el aire regresa, y con él la satisfacción. El placer del logro, del deber cumplido como ciclista. Y es entonces en donde todo toma el sentido que esta práctica tiene.

Sobrepasa lo meramente físico, es mental, es espiritual. No estoy seguro que todas las personas tengan la misma sensibilidad a las cosas que como en esta crónica de mi día de rodada, yo intento plasmar con palabras; seguramente para otras personas solo es salir, hacer deporte y ya. Bueno… para mí es una experiencia nueva, distinta y en cierta forma ennoblecedora, si es correcto que utilice este término.

Y después del esfuerzo, el alimento. Carbohidratos, proteína, vitaminas y minerales de manera balanceada… me rio mientras escribo esto. Eso sería lo que un nutricionista le estaría recomendando a alguien que quien como yo quiere tener un cuerpo en condiciones sanas, yo consumo lo de todos, huevos, chocolate, algo de fruta y pan.

Regreso cansado, generalmente quemado por el sol, pero feliz. Sin más preocupación que llegar a la casa intacto; el instinto de supervivencia que llaman, cuando sientes que haces algo que tiene, en mayor o menor medida, un nivel de riesgo.

Y así termina lo que la noche anterior era motivo de zozobra, sana, dulce, pero zozobra al fin y al cabo.Y pensando en esto no se si mi mente es capaz de anticiparse al tiempo, no esperar mis ochenta años, si es que llego; para tomarme las cosas con calma. A pensar bien antes de hacer y decir las cosas. A disfrutar cada segundo de la vida, a sentir, a trascender, a no ser uno más. A vivir la vida como si no le debiera a los bancos, al fisco, como si no existieran los políticos y los vecinos indeseables, como si el Deportivo Cali no estuviera de mal en peor, y la crisis ambiental fuera mentira.

Jorge A Cifuentes C

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