ESAS NOCHES: NUESTRAS NOCHES

El café de las siete de la noche no sabría igual que el de las 6 de la mañana.

¿Y sabes cómo serían las noches juntos? Sí, esas en las que tú y yo compartiríamos la misma cama, en la que te escucharía quejarte de tus pesadillas y tú podrías escuchar mis ronquidos, esas en las que tal vez en medio de mis sueños te quite la sábana y tú duermas encogido por el frío de la noche y te haga caer de la cama de tantas vueltas que doy al dormir.

Esas noches en las que en medio de tus sueños te acercarías a abrazarme muy suave… muy suave como un verso de Neruda pidiendo castigo. Esas en las que a toda acción le antecederían un libro; uno en tu mano y otro en la mía. Imagino: tú leyendo una obra, un artículo, componiendo o simplemente interpretando algún texto para algún trabajo y yo practicando el guion que me toque interpretar, o formando el personaje del monólogo que me toque, porque supongo que siempre los veré (se están volviendo en el “pan de cada día”), y quién quita que interrumpa tu lectura -algo temerosa, lo admito de incomodarte- para pedir ayuda respecto al desplazamiento en escena.

No puedo evitar recordar que cada vez que hablamos de teatro te es inevitable sonreír y tus ojos se agrandan mostrando asombro. Ese amor que le pones a tu trabajo. ¡Ay! , ese amor que yo quisiera.

Esas noches serían noches de los dos, de cuentos, de personajes naciendo, de caracterizaciones en medio proceso, de unas mediciones de talla mía y tuyas; pero no necesitaremos el centímetro para esto. Sé que serán noches muy jodidas, jodidas digo porque tú querrás leer una obra un día pero habrán días en los que yo querré justamente el libro que tú estás leyendo. Podríamos empezar a discutir para que después yo dé mi brazo a torcer. Tal vez tú me beses y es más probable que sin querer empecemos desde la última palabra hasta la primera página, esa en la que suelen poner dedicatorias. En fin, cariño mío, ya no podemos quejarnos, hemos vivido noches pero no sé cómo serían exactamente esas noches de las que te hablo, sólo las imagino porque las noches que compartimos fuimos nosotros los actores que dábamos vida a esa obra en la que entre el primer y el segundo acto no hubo un intermedio. Esas noches serían noches de los dos.

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