No hay consigna.

El amorío entre el ego y la dignidad es más fuerte que la razón de quedarse donde duele.

Quedarse donde duele es la muerte del ego al frente de la dignidad que pide sollozando que alguien la rescate.

Se declina el odio del “yo sabía”, se declina la garganta que alguna vez desato nudos descalzos.

Arrodillada el alma, no escatima con mirar lo que la palabra quemó con preguntas.

¿Alguna vez extrañaste en lo clandestino?

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