Mi país, Honduras, debió haberse llamado Hibueras o algo mejor.

Saben, es tan difícil tomar la computadora o un lápiz y papel y ponerse a escribir cuando tu sabes que a la mayoría lo único que le importa es no morir ese día. Aquí parece a veces un campo de guerra, un laboratorio de pruebas sociales donde se experimenta día a día el comportamiento de la gente cuando es sometida a tratos y maltratos como algo normal. 

Aquí ser periodista honesto, defensor de derechos humanos, activista del medio ambiente o el mero hecho de decir: soy de izquierda es motivo para ser el blanco perfecto de una muerte segura. Es terrible aquí visitar una comisaria de policía y saber que ahí adentro están los encargados de proteger al pueblo y junto a ellos tomándose un refresco o fumándose un cigarrillo cualquier tipo de sicarios. A veces no hay distinción alguna de quién es quién. Es terrible saber que hasta tu propio  presidente es un delincuente de marca internacional. 

Es terrible que aquí hay agrupaciones ilegales llamadas «maras» y hay comunidades donde lo único que vale es lo que diga la «mara», los policías salen sobrando.

Hace poco estuve en una comunidad muy bella y lo peculiar que me dejó perplejo fue ver numerosas casas deshabitadas y cuando indagué qué le había sucedido a esas casas, todas las historias fueron las mismas, la «mara» había decomisado esas viviendas y sus habitantes algunos ni tuvieron mucho chance de huir o de sacar la mayoría de sus pertenencias.

Aún así agarro valor para ponerme a escribir cosas totalmente alejadas de la terrible realidad aunque sepa que quizás nunca nadie leerá lo que escribo y aún más terrible, correr el riesgo de morir si los secuaces de las «maras» o del gobierno me identifican como alguien a quien se debe eliminar.

Cada noche veo al cielo y le pido a Dios que nos de un respiro nada más, solo un respiro, cada noche veo al cielo, al enorme silencio del cielo nocturno y se que si al siguiente día ya no vivo, pues que al menos tuve la valentía de escribir. Así que al menos para mi escribir no es en sí un deleite, se ha vuelto tan solo en una forma de decirme a mi mismo: sigo medio vivo; pero sigo…

Etiquetas: análisis social

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