Hoy ya hacen 18…

Y, sin aviso, de intruso,
irrumpe un recuerdo
en mi nostálgica memoria.
Eras un talante extraño,
de caballero oxidado
que lucía su melena blanca
como un mago enloquecido.
Combatías la vanidad femenina
con la fidelidad canina
que volcabas en los viejos amigos.
Combatiste tus adicciones,
con profundas ideas,
que sólo compartías
con los jóvenes que mirábamos
bajo ojos tristes
y apesadumbrados.
Regalabas palabras
de esotérico deseo,
tapando las heridas
de otros…
Cubriendo los dolores
de adolescentes perdidos
en el terrible mundo de emociones
que en ese entonces
nos cogen desprevenidos.
Pero tus acordes…
tus maravillosos acordes;
sí, aquéllos que ocultabas
y cuyo sonido sólo dejabas escapar
cuando alguien cerca de ti lloraba.
Esos maravillosos acordes,
temas reproducidos de otros artistas.
Decías que la música
era un lenguaje extraño,
un guante especial
con el que se podían
tocar las emociones.
Y un buen día,
vi tu sitio vacío
en la barra.
Ya no estabas…
¿A quién iba a acudir
en mis deseos de soledad?
Jamás volviste…
No sé qué pasó
mas tuve que asimilarlo
por mí mismo.
Pues sin escenarios,
sin grandes masas coreándote,
sin extravagancias o excesos,
para mí, especialmente para mí…
Sí sé lo que pasó:
murió una leyenda del rock.

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