Te conocí.
Justo en la calle libertad,
Esquina con buenaventura.
Tu nombre brillaba como aquel astro artificial.
Sentí, al igual que tu.
Que nuestros nombres fueron echaos para participar en la misma oración.
Ya sea bueno.
Ya sea malo.
Pero juntos.
Una unión verbal que trascendía más allá de las palabras.
Un par de miradas que gritaban.
Sonreíste después de mi primer mal chiste.
Tan malo que es bueno.
Ya sea porque tu sonrisa me dio vida.
Ya sea porque tu ausencia me la quitaría.
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