Regresando al pasado travieso

Regresando al pasado travieso

Rosario Sanchez

08/12/2017

Tiré la maleta al piso y me quedé observando lo que alguna vez fue mi hogar. Estaba casi igual a la última vez que estuve ahí, no había regresado hace 10 años y era increíble que ahora estuviera ahí, cuando había prometido no volver. Mi acalorada madre bajó las escaleras – Por fin estás aquí – chilló y corrió a abrazarme. Ella era solo 17 años mayor que yo, por lo que era más mi amiga que madre, pero había sido la mejor de todas. Me dejaba ser yo misma, se había adaptado al hecho de ir ella a visitarme todos estos años, en vez de que yo viniera a visitarla. Y es que el trabajo y mis pocas ganas de volver, habían hecho que yo me alejara durante 10 años del pueblo Harley. Ahora, a causa de unas largas vacaciones debido a una renuncia que debí haberla hecho hace años, estaba de nuevo en casa, no tenía excusa para no aceptar la invitación de mi madre – Aquí estoy – le dije, respondiendo a su abrazo.

Mi madre preparó un delicioso desayuno, siempre añoraba su sazón, y conversamos. Ella se mostró preocupada por mi repentina renuncia – Cuando hablábamos por teléfono, no dabas a entender que tu trabajo te aburriera – me dijo y le expliqué lo que tanto me costaba entender – No sé qué pasó mamá. Simplemente un día desperté y lo decidí, aunque confieso que debí haberlo hecho hace tiempo – le dije y mi madre no me entendía – Siento que todos estos años he estado en pausa, como si hubiese sido un robot y hacía las mismas cosas todos los días. Hoy me siento libre – añadí, tomando la mano de mi madre para no preocuparla – Pero, ¿estás feliz? – Me preguntó y yo negué con la cabeza – Me siento perdida – confesé. Mi madre apretó mi mano y me dijo que contaba con ella para cualquier cosa, y que podía quedarme en casa el tiempo que fuese necesario – No será por mucho tiempo, lo prometo – le dije y ella sonrió – Espero que sea el suficiente para verte feliz de nuevo – me dijo y me pregunté si alguna vez fui feliz. Mi madre pareció entender la interrogante en mi rostro – Hace unos doce años aproximadamente te vi ser la mujer más feliz del mundo – me dijo y sentí cómo la herida en mi corazón dolía. Esa herida nunca había cerrado y creo que esa era la causa por la que hoy en día me sentía tan perdida – Quiero tomar una siesta – le dije y subí escaleras arriba hacia la habitación que mi madre me indicó, la misma habitación que había tenido hace diez años, es más desde que había nacido. Entré en mi habitación, la cual estaba limpia y sabía que gracias a Sussy, la empleada de mi mamá que viene algunos días para ayudarla con la limpieza de la casa y hacerle compañía. Desde que mi padre falleció, mi madre quedó tan sola, que a veces tenía temor de que yo fuera la culpable de que no rehiciera su vida. Terminé de ducharme, me puse ropa cómoda y descansé unas horas. Dormí tan plácidamente después de tantos meses y años, en los cuales dormir significaba tomar pastillas algunas veces, pero al fin lograba descansar. Mientras miraba al techo, recordé aquellas épocas de inocencia, en el cual pensaba que todo podía ser posible con desearlo y luchando por conseguirlo, pero a veces el destino tiene otros planes y nosotros somos testaduros en querer cambiar sus planes, al menos ahora sabía lo que el destino no quiso para mí, pero no sabía qué era lo que quería realmente.

Me levanté a almorzar con mi madre – ¿Me acompañas a comprar unas cosas para la cocina? – Me preguntó mi madre, acepté ir con ella. Salimos y personas que no había visto varios años me saludaban – Es increíble que hayas regresado – me dijo la señora Dora, amiga de mi madre, mientras me abrazaba – Qué linda estás – me dijo y le agradecí el halago. Mientras mi madre y su amiga conversaban, yo caminé por el supermercado buscando las cosas que mi madre había colocado en la lista. Estaba en la sección de aseo, ya que yo necesitaba unas cosas, cuando de pronto lo vi. Oh Dios, ¿por qué a mí? ¿Por qué cuando regresaba después de tiempo? Estaba parado frente a los jabones para hombres, esa pose de superioridad nadie se la había quitado todos estos años. Seguía igual de guapo como lo recordaba, sonreí al recordar lo enamorada que había estado de él, pero inmediatamente recuerdos dolorosos vinieron a mí y preferí ignorar su presencia. Me paré frente a los jabones femeninos y busqué uno de mi gusto – Hola – me saludó. Respiré hondo como para darme el valor de darle cara, volteé la mirada hacia él y fingí que recién lo veía. Abrí los ojos sorprendida – Hola – dije – Qué milagro verte después de tantos años – me dijo sonriente y debo admitir que me sorprendió su sorpresa al verme, y esa sonrisa seguía teniendo el mismo impacto sobre mí – Visitando a mi madre – le dije y él asintió – Pensé que tu madre siempre era quien iba a visitarte – me dijo. Vaya que sabía algunas cosas – Ahora me tocó a mí – le dije – Cariño, ¿encontraste tu jabón? – Preguntó una voz femenina y se dirigía a Iñaki, así se llamaba él – Sí, disculpa que me entretuviera, pero me he encontrado con una vieja conocida – le dio explicaciones y solo una conocida, vaya – Hola, soy Nadia, novia de Iñaki – me dijo, estirando la mano, la tomé – Hola, yo soy… – empecé a decir – Alicia, ¿verdad? – Dijo Iñaki y yo enarqué una ceja. ¿Cómo pudo olvidar mi nombre? Si nuestros padres son amigos de toda la vida, yo estuve enamorada de él por años y él me rechazó varias veces con burlas, sarcasmos y otras cosas más, bueno, al parecer soy olvidable – No – le dije, seria pero molesta en mi interior – Soy Adela – dije, mirándolo a él y Nadia soltó mi mano inmediatamente – Mucho gusto – dijo, pero ahora la notaba ansiosa o eso me pareció. Nadia tenía un rostro suave, parecía fácil de leer, algo le había incomodado – Bueno, hay que ir a casa. Paguemos – le dijo Nadia a Iñaki, por lo visto vivían juntos – Sí – dijo él y se despidió de mí con la mano – Pero miren quién está aquí – Gritó una voz femenina y al toque la reconocí cuando caminó hacia mí – Marcela – le dije y nos abrazamos. Marcela fue mi mejor amiga en toda mi adolescencia, después de irme mantuvimos el contacto pero en los últimos meses yo me había alejado del mundo – No me avisaste que venías – me dijo y de reojo noté que Iñaki nos observaba – Disculpa, fue de último momento. Tengo mucho que contarte – le dije y ella asintió – Pues claro, empezando por ese encuentro que acabas de tener – me dijo en clara referencia a él. Sonreí – Acompáñame a pagar – le dije. Marcela es hija de la señora Dora, por lo visto ella le avisó bien rápido. Con Marcela me sentí relajada, luego del tenso momento que acababa de pasar – ¿Él te habló o tú le hablaste? – Me preguntó Marcela cuando esperábamos en la cola – Él – respondí y ella sonrió enormemente – No puede olvidar a su mayor fan – dijo y yo reí sarcásticamente – Me llamó Alicia – le dije y Marcela no lo comprendió – Pero si nuestros padres son amigos – dijo y se puso a pensar – Y en las reuniones a las que hemos ido y tú faltado, siempre alguien te mencionaba, para mí que quiso hacerte una broma – me dijo y yo asentí – Quizás – le dije y nos tocó el turno de pagar – Buen día – me saludó el cajero y sonrió al verme – Hola Adela – me dijo y lo reconocí – Hola Gus – le saludé a Gustavo, quien a pesar del tiempo, seguía siendo cajero. Él había estado enamorado de mí, pero ahora estaba casado con otra mujer y tenía algunos hijos, el supermercado era de su padre, por lo que él pasó a heredarlo y por lo visto le gusta trabajar de cajero…

Continuará…

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