Lluvia y lágrimas, lágrimas y lluvia

Lluvia y lágrimas, lágrimas y lluvia

De pie frente a su ventanal, Ella posaba sobre la rejilla, observa decaída, cada gota que rueda sobre el ventanal, como si cada gota fuese un rodaje fílmico; la película de su vida, rodaba a través de sus ojos, cada gota de agua sobre aquel ventanal caía homologa a la cubierta de sus mejillas; cubierta de lágrimas, cubierta de dolor y en conjunto esa, su película, transmitía ese, su rodaje fílmico, una obra de recuerdos fugaces, efímeros. “¡Dolorosos! ¡Maldita sea! ¿Cuán dolorosos son?”. Ella entre gritos, intentaba proclamar su huida de la realidad. “¡La maldita realidad!”. Como diría ella.

Ella con cada gota replegada sobre el ventanal, recuerda tortuosamente, mientras un pequeño manto aterciopelado le cobija en su reposar sobre el ventanal, Ella; siempre dulce, bella como un “ángel” – tal vez la concepción que tenía su adorado tormento a cerca de un “ángel” –, llora, encarna en llanto por aquel recuerdo – como si el recostar de su mejilla sobre el ventanal crease agujeros, las gotas de agua, junto a sus lágrimas adheridas quedaron –. Los recuerdos tan intensos, brotan hasta la llegada de aquel grito infernal.

  • ¡No!
  • El tiempo pasa y yo sufro cada día más y más, su ausencia me hace desfallecer, ¿sí tan solo no me hubiese dado su corazón de la manera tan literal en la que lo hizo?

Grito Ella y recordó. – Un año pasado y mientras en sus brazos yacía su nombre, Él con gotas de sangre explotaba, vivía, mientras Ella sufría, Él fallecía lentamente ante sus ojos. Él huía del mundo y con su último aliento, proclamo ante el cielo gris de aquella tarde: “El corazón que hoy yace en pena, no cesa el querer por quien en vida fue mi salvación y entre el camino de los muertos, será aquel lazarillo espiritual que me llevará al paraíso; si este existe. ¡Te amo mi dulce ángel! – entregándole a Ella las llaves y con sonrisa en su rostro, partió del mundo.” Este, su recuerdo, mientras en llanto decae sobre sí misma. Arrodillada, aun con las llaves en la mano. Pasarán eones y aquellas llaves no caerán de su mano.

Se lamenta, para sus adentros cuestiona cada parte del recuerdo, decae nuevamente, llora y la lluvia no cesa.

Las horas pasan, el tiempo atormenta cada paso de su pequeña visita a la vida, Ella sostiene sobre su mano izquierda las llaves que Él le dejo, las llaves más importantes de sus vidas, las llaves de su eterna unión, y para que la unión de sus manos fuese eterna, ni Ella ni Él, soltaron aquellas llaves, ni Ella ni Él soltaron sus manos el resto de vida que en Ella restaba.

Sus vidas eran tan literales. Él otorgo su corazón para que ella viviese eternamente y Ella corto la mano de Él para no apartarlo jamás de su vida, así esa tarde, entre el recuerdo, con su mano derecha, tomo el cuchillo con que corto la mano de Él y corto su cabeza, dejándola siempre sobre la tierra.

La lluvia ceso junto a sus lágrimas y una sonrisa yacía sobre su rostro.

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