La palabra “colapsar” tiene su origen en la arquitectura y significa “derrumbarse las paredes por acción del tiempo” o también, más tardíamente, “atragantársele a uno las vigas del techo”. La segunda es una acepción un poco poética, y sospechamos en ella la intervención de algunas manos ajenas al dibujo de planos y la construcción de casas.
En mi casa las paredes están firmes, pero el techo tiene muchas vigas que lo cruzan, veloces y estiradas, y se pierden entre los ladrillos, abriéndose paso como una canoa en un río manso. Más que apoyarse con solidez, parece que flotaran. En las largas noches de insomnio las observo: se las ve sueltas, incómodas, movedizas, con ganas saltarme a la garganta, como si fueran perros.
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