Hasta las piedras se humedecen con el rocío de la noche, en cambio tú, eres como las plumas majestuosas e impermeables de un ave rapaz, de apariencia frágil y delicada, pero fuerte y eficaz cuando se les necesita, aunque esto no lo demuestres por miedo a que descubran tu verdadera luz. No sé por donde cogerte, pues intuyo tu rotura y sé que aún tienes cosas por decir y lo callas. Como la losa de tu propia tumba, mantienes a resguardo cualquier indicio de debilidad, pues de saberte en riesgo de ser traspasada por la mirada de quien conoce tus pensamientos, te cierras para no dejar entrar en esa fosa a nada ni a nadie más, tentando la suerte de quedarte atrapada para los restos en la propia jaula, que hizo para ti, la implacable sombra a la cual perteneces. Quizás con el tiempo, logre saber quien eres, de momento, podrías decirme quién soy, o al menos, si seré una letra, una tilde o una coma, en el epitafio que grabarán a modo de despedida, el último día de tu vida.
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