Enloquecido en la maraña de alfileres del implacable paso del tiempo, va tejiendo su venganza por tu juventud engreída y vanidosa, pensabas que era eterna y lo eterno es superflúo y lo sobrante es caduco y muere, te hace pieza única e imprescindible de su macabro puzzle de estrellas consumidas por su arrogante luz. Ya no volverá la primavera a reflejarse en tu espejo, se marchitaron los girasoles tras tu ventana y las calles son como ciénagas cuando esperas regresar sobre tus pasos, desgastado por el viento y la arena como una inútil señal de tráfico en el desierto, apedreado como una rata por una pandilla de chavales, sólo te queda batirte en retirada, dejar pasar la ola y bañarte solo hasta las rodillas, antiguo baluarte inexpugnable, deja abierto el puente pues La Niña Blanca jamás olvida su cita y que una sonrisa adorne tu trance.

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