Historias de lunas melancólicas

HISTORIAS DE LUNA MELANCÓLICA

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Comenzó a caer la lluvia. Se vislumbra las pequeñas luces que conducen a la curva de mi destino. El cielo ruge, se envuelve en melancolía y llora desconsoladamente. Es difícil consolar a quien no escucha – pensé- y aún más difícil a quien no se deja abrazar.

Caminé incontables horas bajo el llanto de la noche. En silencio, con la vista hacia al piso. A veces yo también lloraba, así disimulaba mi honda tristeza, y en las mañanas el mundo creía que era feliz realmente. Cuan fácil es engañar a la gente –pensé hacia mi interior- con un simple gesto decorativo.

Al final, la noche fue pasando. El cielo ya desahogado de sus tristezas y melancolías fue tranquilizándose. Las nubes comenzaron a retirarse lentamente, y una vez más, el cielo nocturno volvió a mostrar su bello rostro. Con una sonrisa radiante, que iluminaba de sur a norte, y de este a oeste. Fue para mí un espectáculo maravilloso de admirar, como la noche se fue quedando lentamente dormida. Fue un suspiro, luego otro. El silencio se escuchaba a lo lejos. De a poco todos iban despertando.

Comencé a ver de nuevo el cielo azul, los árboles frondosos, y una multitud de gente sonriente. Esbocé una sonrisa, porque sabía que la noche, estaba teniendo un agradable sueño. Observé el armonioso andar de los ríos. El cuadro al vivo natural de los parques colmados de niños y de diversas criaturas vestida de adultos. Fue ahí que me di cuenta, que yo lentamente me iba entremezclando entre la gente. Me divertía y sonreía junto a ellos. Ya no lo estaba viendo, sino que lo estaba viviendo. Ya no escribía más versos. El mundo era mundo, y el infinito era incalculable. Las flores eran flores, y había de muchos colores. Ya no se parecían a ella (la musa que tantas veces me alegró, me agobió y sobretodo me inspiró) ¡Qué pena! Ahí me fui dando cuenta, que ya no era un ser universal. Me di cuenta que era uno más de ellos. Porque así, lo soñaba la noche.