Los últimos granos de un reloj de arena (Fragmento)

Los últimos granos de un reloj de arena (Fragmento)

Diego Ferreira

06/12/2017

No todas mis noches son rodeadas de versos. A veces me acompaña un pecado. Un vino con olor a recuerdo, una cerveza con el color del olvido, o un vodka con sabor a verdad. Se esconde en el vacío infinito de una copa la congoja de un alma que espera emerger.

Entre besos llegó el olvido. Con el olvido llegó el amor, las caricias, las estrellas. Besé cada una de las pecas de su espalda. Sus senos fueron, por primera vez, amados de verdad. Redondos, sutiles y tentadores. Me acarició el rostro y le besé. Hice del café en sus ojos el alcohol que necesitaba para amar. Sus ojos eran el tango que se dejaba bailar en su piel de reina. Dejamos a un lado la amistad, el desconocimiento. Sentimos en aquella noche anónima que nos conocíamos de hacía décadas. Sentí su ternura. Sentí la humedad que provocaban placer, la humedad de sus labios. La noche, al igual que los suspiros, se perdió en el olvido.

Al amanecer me espera un café espumoso, siempre en la cafetería de calle Constitución. Siempre a la misma hora, siempre en la misma mesa, siempre con la libreta en la mano, siempre con un olvido a recordar. Aunque cada mañana, luego de un leve suspirar me pregunto ¿en qué momento habré empezado a soñar? ¿En qué momento aquellos labios se volvieron, aunque fuera fugaz- de mi pertenencia? ¿En qué momento me venció la desesperación del instinto? ¿En qué momento murió mi cordura? ¿En qué momento perdí de vista el reloj de arena que cada mañana me anunciaba que estaba por comenzar a soñar? ¿En qué momento perdí de vista el tiempo que fue mi frontera entre los sueños y la realidad? Tan solo una cosa era irreprochable para mí, ya no eran las tres y diez.

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