COMO SI FUERA DE CRISTAL

COMO SI FUERA DE CRISTAL

Dana R

28/07/2020

Odiar es una palabra muy fuerte y así de fuerte era mi odio que sentía por todo y por todos, no existía un ápice de amor en mi corazón. Me llamo Leila y mi forma de actuar era terrible, agresiva, iracunda, incluso en muchas ocasiones hasta violenta. No cuidaba de nada ni nadie ni aun de mi misma, estar en el mundo era una completa pérdida de tiempo.

Nací en Italia donde crecí en un hogar lleno de maldad, amargura, violencia y gritos sin fin, por lo que no es extraño que con el tiempo me fuera nutriendo de odio y sentimientos sombríos. Sin embargo algo en mi era especial, tenía la capacidad de ver la maldad y la dureza en los corazones de la gente. Por ejemplo cuando llegaba a una casa y habían discutido veía todo más oscuro, o sí una persona quería hacer daño lo sentía como un corrientazo que estremecía toda mi piel. Podía ver en los ojos de las personas el reflejo de su interior. Algo muy desconcertante, me empecé a alimentar de esa densa oscuridad, del rencor, de ese nauseabundo y penetrante olor a perversidad que me indicaba que algo andaba mal. Pero un día esa parte particular de mí murió.

Recuerdo el día en que todo cambio. Llegué a la escuela luego que papá y mamá discutieran por alguna estúpida razón e inevitablemente me culparan. Vi a la única amiga que tenía, Emma, ella era amorosa y llena de humildad cuidaba todo y de todos en especial de mí. En realidad se podría decir que era mi polo opuesto y pese a que era la única persona en todo el mundo que verdaderamente quería, la estaba perdiendo. Por esa maldita costumbre de tratar todo a las patadas también a ella la trataba horrible por lo que ella se alejaba poco a poco de mí y busco la amistad de Deborah, la maldita Deborah quien muy a mi pesar era peor que yo.

Deborah me odiaba porque su novio estuvo enamorado de mí, ese pequeño y desagradable remedo de hombre, en fin. Emma estaba hablando con ella y yo estaba muy irritada por la pelea en casa, cuando las vi juntas me hirvió la sangre, los músculos se tensaron, camine hacia ellas con el puño cerrado, pero me contuve. Deborah me ignoro mientras Emma me abrazo, aunque como siempre no respondí, jamás lo hacía. Caminamos hasta la clase de educación física y Deborah nunca nos dejó solas, eso me irrito más de lo habitual y me enfurecí con Emma ¿Cómo podía ser tan ingenua? ¿Cómo podía admitir a esa…?. Actué como solía actuar, fui muy grosera con ella toda la clase y Deborah lo aprovechaba para actuar como si le importaran sus sentimientos. En ese instante recordé que días atrás Emma me había sermoneado acerca del respeto por los novios ajenos. Para ella la infidelidad era imperdonable pues su padre le había sido infiel a su madre, así que reprobaba “las mujeres fáciles” peleo por interminables horas y yo no tenía idea del por qué, entonces le pregunte y por supuesto no me respondió, esa pelea casi acaba con nuestra amistad.

Deborah había inventado cosas acerca de mí y su patético novio, decía que yo le escribía todo el tiempo, que le rogaba permitirme estar con él, que terminara con ella y estuviera conmigo, además que yo era una mala amiga, bueno…eso si era cierto. Pero a mi manera yo amaba a Emma con todo mi corazón la amaba y perderla me destruiría por completo. Al enterarme de eso no pude evitar enfurecer, sentí como un rio rojo me cegaba y mi pulso aumentaba, quería arrancarle la cabeza, arrastrarla contra el mundo. Me abalance sobre Deborah y con todas mis fuerzas la empuje, cayó en el pavimento pero se incorporó rápidamente y me miro a los ojos aterrada. Le dije todo con una mirada pero justo antes de poder golpearla tan fuerte como para quitarle sus horribles brackets, Emma me tomo del brazo, me obligo a alejarme. Me miro con ojos de decepción, me grito y me dijo las palabras que siempre temí oírle decir, esas cuatro simples y aterradoras palabras: “nuestra amistad se terminó”. Todo en mí se apagó sentí que me arrancaban un pedazo del alma, la única persona a quien yo realmente le importaba se alejó de mí.

Desde ese día me volví peor, no pensaba que fuera posible pero así fue, trataba mal a las personas, a los animales, a las plantas. La luz del sol y la noche me fastidiaban, hacia lo posible por no salir a la calle pero si tenía que hacerlo tiraba basura, si veía un perro lo espantaba o le arrojaba piedras. Las personas a mí alrededor terminaron por alejarse, parecían humo que se difuminaba en un segundo, ellos no me entendían y yo no quería que me entendieran.

Pero el mundo sigue su curso, gira, da vueltas y no nos avisa que todo puede cambiar. Una tarde Iba conduciendo mi carro mientras usaba el teléfono. Estaba buscando la canción perfecta y en mi imprudencia cambie de carril y otro carro venía de frente hacia mí. Alcance a maniobrar y regrese al carril correcto, tal vez raye un poco el automóvil pero nada más. Llegue a mi casa, tome una ducha y al salir del baño sentí un fuerte dolor en mis ojos, la cabeza estaba a punto de estallarme y no podía creer lo que estaba viendo. Mi casa tenía un aspecto de cristal, parecía que con el más mínimo susurro todo se rompería en pequeños fragmentos, de pronto vino a mi mente la imagen de la abuela, la única persona que nunca se alejó de mí pese a que casi toda mi vida fui grosera con ella.

La abuela iría a visitarme como todos los sábados. Fui a mi habitación, tome una camiseta y unos jeans rotos, me los puse y al instante sonó el timbre. Era ella y yo no sabía qué hacer, trate de cubrir con sabanas las paredes para que no notara lo extraño de la casa, pero era imposible, por más esfuerzo que hacía todo seguía siendo de cristal. Abrí la puerta y mis ojos casi se salen de mis orbitas ¿Era ella? ¿Era mi abuela? tenía el mismo aspecto de cristal que la casa, estaba brillante y muy delgada, tan frágil que parecía que si respiraba muy fuerte se podría quebrar. Lo que más me impresionó fue su corazón, era la pieza clave de esa escultura, me sonrió, y pregunto por mi cara, le respondí muy confundida que parecía de vidrio “debí parecer una idiota”, a lo que me respondió que yo debía estar alucinando. La invite a entrar con la intención de preguntarle acerca de lo que estaba pasando y rechazo la propuesta, me dijo que la llevara al parque porque quería ver el cielo.

Me puse tenis y una chaqueta, al salir vi alrededor y todo era de cristal: el cielo, las nubes, los árboles, absolutamente todo. Metí la mano al bolsillo con intención de sacar mi celular, sentí un papel, por inercia lo bote y de repente un crujido sonó, era el suelo ¡había roto el suelo! solo se veía un enorme hueco interminablemente negro que por un segundo creí que me absorbería. Mi abuela me miro y me regaño, no lo soporte y la grite igual, al instante se pudo pálida, a su corazón le había salido una pequeña fisura, cayó al suelo mientras apretaba su pecho. Todo empezó a desquebrajarse, el cielo se caía a pedazos, yo solo podía llorar sobre la abuela pidiendo a Dios que me sacara de esa pesadilla. Por todos lados se escuchaba ese terrible sonido del cristal rompiéndose. Hasta que por fin se desvaneció tras un pip…pip…pip… era como el tintineo de las máquinas que hay en los hospitales. Cuando mire hacia abajo no había nadie, estaba sola en la oscuridad y preferí cerrar los ojos.

No sé cuánto tiempo pase en esa densa oscuridad, solo sé que al abrir los ojos me encontraba en el hospital con un catéter conectado a mi brazo. Vi a mi abuela, la abrace con las fuerzas que tenía y al soltarla reconocí otra figura familiar, mi corazón palpitaba vertiginosamente, creí que reventaría. Era Emma mi única amiga, la que había partido hace más de 6 años, me explico que yo había sufrido un accidente al chocar con otro carro. Les conté lo que vi en mi sueño, mi abuela me dijo que era esa parte que yo creía destruida en mí, me dijo que era una señal para que en adelante cuidara mi trato con las personas y con el mundo. Recupere mi amistad con Emma, el odio desapareció, era una Leila absolutamente nueva, la oscuridad en mis ojos se desvaneció y por fin me sentí bien conmigo misma. Ahora me rodean personas que me aman y cuido de ellas como si fueran de cristal.

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