Hace millones de noches atrás, en una era en la que el hijo de los dioses no aparecía en la tierra, la Diosa Luna caminaba por los páramos donde hoy se alza majestuoso el volcán Chiles.
Andaba despaciosa como buscando flores, de aquellas que tenían un aroma a eternidad, serían destinadas para la mesa del abuelo tiempo, pues aquel día estaba cumpliendo un eón más de funciones en el Ministerio de la Creación.
Diosa Luna, tarareaba unos alegres cantos que le enseñó su tatarabuela, la Señora de la Vida, cuando sus ojos se toparon con la mirada de un extraño quien parecía ser algo así como un viajero de otro lugar del espacio, mismo en quien miró el padre de sus hijos aún no nacidos: los hechiceros del pueblo Pasto.
Dicen las estrellas que mientras Diosa Luna parpadeó, el extraño viajero desapareció cuando el viento tocaba la música de las esferas, y se quedó tan impresionada por la mirada de ese extranjero que enseguida su corazón ardió en amor durante muchas noches.
Pero Diosa Luna era una chiquilla tan consentida por el Gran Espíritu, que éste no tardó en comprender que era necesario crear un idilio para satisfacer el alma de la diosa. Así que el Gran Espíritu se encargó de traer a aquel viajero cósmico, para que hiciese de los anhelos de Luna, una realidad.
Se conocieron los amantes; y según lo comunican las estrellas, aquel amorío fue famoso por aquestas tierras frías y mágicas. Hasta que en cierto ocaso dicen que llegó un comunicado en el cual se pedía a aquel viajero, un cometa muy distinguido por cierto, regresar a su lugar de origen para atender otros asuntos urgentes, por lo que tuvo que partir con mucha prisa de aquí, de nuestro suelo hoy hogar del Chiles.
Fue tarde cuando Diosa Luna se enteró de lo que sucedía y quiso detener el paso acelerado de su amante… Ni siquiera alcanzó a despedirse.
Y así, Diosa Luna quedose llorando, dejando al páramo sumido en la oscuridad y envenenado por el sollozo que ella mostró melancólicamente a pesar de todo el consuelo que se le ofreció, hasta por parte de la chuquiragua con su arrullo y los prudentes frailejones. Su llanto fue tan grande que el páramo, entendiendo semejante dolor, guardó en sus patios las lágrimas de ella en forma de lagunas, dándoles una verde tonalidad de color para tener la esperanza de sanar las heridas sentimentales y fomentar el regreso de aquel cometa.
Dicen las estrellas también, que siempre, la Diosa Luna asoma su hermosa figura, con el fin de ver en el espejo mágico de las Lagunas Verdes, el majestuoso porte de su querido cometa; y aunque ya casada con el sol, sin que éste sepa aún de este secreto, recuerda muy triste el eón en el que amó a su viajero…
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