«Breve autobiografía del que será, nunca ha sido, pero siempre fue lo que ha querido. Léase en el momento en el que deje de ser, eso, persona —calculo que dentro de unos 110 años—. En el supuesto de llegar a ser, publíquese en cualquier diario de tirada media. Si por el contrario, nunca fuese, es suficiente con que se lea entre los que han sido para éste».

          Quien escribe ahora estas líneas quiso ser y nunca fue. Quiso ser algo más que persona, tal vez ser, pero se quedó a medio camino. Quien ahora escribe tuvo todo lo que siempre quiso: voz y palabra, aunque no le sacó todo el provecho que debiera. Se perdió por el camino, pero por suerte siempre logró encontrarse; nunca demasiado tarde para dejar de ser, pero siempre a destiempo cuando casi ya era. Recorrió senderos, vidas, paisajes. Solo, junto, acompañado. Vivió todo lo que le vino a su manera: a trompicones indecisos o a ráfagas infundadas; y de todo sacó algo: cicatrices, experiencias, memorias, ilusiones.   

Y con todo, hubo veces que hasta fue. Fue abuelo, antes padre, incluso tío, esposo —qué palabra más fea— hermano, tal vez hijo; dos nietos, una hija, dos sobrinos, una mujer y un hermano pueden dar cuenta de ello —en esta enumeración faltan dos, pero el tiempo quiso que dejaran de ser, eso, personas—. En unos mejor que en otros, en todos hizo lo posible por dejar huella; tal vez nunca fuera, pero en todo quiso ser: maestro, estudiante e ingeniero de causas perdidas, escribidor de vidas soñadas, soñador de vidas escritas. Y con todo, hasta fue.    

          Hizo de su pasión, su vida. Quizá cogiera el camino equivocado; tal vez errara en la dirección que un día, sin previo aviso, tomó; pero fue —o al menos intentó— lo que siempre ha perseguido en esta senda finita: libre. Libre para ser, para querer, para vivir.   

          Quien tuvo, retuvo; da igual cuánto se esfuerce uno por dejar de ser, pues al final siempre queda algo de lo que se ha sido. Valiente temeroso, tímido e insolente. Amante de primera, amigo de segunda, enemigo de tercera —qué se le va a hacer—. Y con todo, siempre fue el mismo que ahora escribe. Quizá nunca fuera consigo, pero sí logró ser con otro —otra, para ser más exactos—, y juntos fueron uno hasta que éste dejara de ser para no ser, eso, persona.   

Y conviviendo aprendió que todo lo importante, lo que de verdad da sentido, dura lo que un parpadeo —breve pero imprescindible—. Lo demás tan sólo alegra los sentidos, entretiene el ánimo y ayuda a seguir —o al contrario, según se vea. 

          La única pega que pusiera a la vida, según la fue viviendo, es el orden de ésta: las caídas, primero; los intentos, después; a continuación, los empates; y por último, los porqués —siempre tan tarde estos—. Y con todo, éste que ahora escribe, ya no hay duda, tal vez fue.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS