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El secreto.

-¿Qué quiere para navidad?

-(Que no te vayas) No sé. Igual no vamos a estar juntos para esas fechas, usted va a estar de vuelta en su pueblo.

-¿Quién dice que el regalo solo se da en esas fechas?

-Quiero un vinyl. ¿Vos que quieres?

– Un libro de parrilla, en la tienda lo venden.

-Tengo un secreto.

-¿Cual secreto?

-No lo puedo decir, es un secreto y a usted no le va a gustar.

-Dígame.

-No

-¿Para qué me dice que tiene un secreto entonces?

-Porque se lo quiere decir hace mucho. Pero no le va a gustar y no va a saber qué hacer. (Te amo)

-¿Es algo malo?

-Depende de cómo usted lo vea. (Te amo)

– No me diga mejor.

Nunca pensé que esta iba hacer la conversación más emocionante y a la vez más ridícula que iba a tener con Bernal. Todo un lio para poder decirle algo tan normal y cotidiano como un te amo. Pero ese es el problema, Bernal no era común. Veintidós años, de los cuales veintiuno y medio nunca tuvo que decirle a nadie que la quería, en los cuales nunca abrió su corazón y en los cuales vivió pensando que él era el único en el mundo.

¿Cuántas posibilidades hay que se tope conmigo? Para mi decir te amo, abrazar, besar, decir cosas que hagan sentir bien a las personas es lo que hay que hacer, esa es mi forma de retribuirle un poquito al mundo. Cuantas posibilidades hay que dos personas tan diferentes coincidan, aunque ambos sabíamos que iba hacer por poco tiempo. Bernal tuvo que aprender a enfrentar sus miedos y sus miedos tenían mi rostro, mis ojos y mi cuerpo. Sus miedos lo veían de una forma retadora y a la vez dulce, quería matarlo, casi siempre pero lo terminaba besando y esos besos y caricias llenaban poco a poquito mi espacio chiquitito para él.

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