-Verás, el lugar era lúgubre, neblinoso y fresco; pero que bien se sentía!!!- Le decía Nerín a Emma, mientras le volvía a cargar la taza con más té.
-Pero… de qué bosque me estas hablando? estamos en medio de la nada, no hay dos árboles juntos en millas- Le replicaba Emma con el rostro confundido.
-Ya verás!! no es lejos de aqui, termina el té y lo verás por ti misma.-
Nerin continuó contándole un rato más, sobre el maravilloso lugar que había descubierto, mientras terminaban el té y las galletitas.
-Bueno, estas preparada? ponte una bufanda y acompáñame- Se dirigía Nerín al rostro atento de su amiga.
Llevó de la mano a Emma, a través del vestidor, subieron la chirriante y antigua escalera al primer piso y luego escalaron otra aún más empinada.
Emma, ya comenzaba a sentir la emoción, la humedad y el frío. Llegaron a una puerta oscura y Nerín volteo a ver a su amiga, quien se pasaba la mano por el antebrazo con piel de gallina y entonces sonrió. Se había dado cuenta que Emma ya sentía de que iban las cosas y no hacian falta mas palabras.
Con gran entusiasmo Nerín abrió la puerta y allí estaba, tal cual lo había descrito. Aquella siniestra y frondosa naturaleza.
Allí se encontraron, durante largas horas, abrigadas hasta el cuello, corriendo, riendo, esquivando árboles y haciendo muñecos de nieve, en aquel viejo, sucio y vacío altillo abandonado.
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