❤️TRES PROMESAS ❤️

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Fragmento

Cuando desperté todavía continuábamos volando. Creí que había dormido más, aunque el vuelo no era tan largo. Me interrumpió el sueño la misma pesadilla de siempre, que me hace abrir los ojos empapado de sudor y con una taquicardia que dura varios minutos.

En mi sueño tengo seis años y me encuentro en el asiento trasero del coche. Algo acaba de suceder, algo que mantiene el tráfico parado a media carretera. Mamá está asustada. Papá baja del coche y ofrece su ayuda. Me deslumbra una luz roja y blanca que proviene de una ambulancia que alcanzo a distinguir a lo lejos. Mamá está tan preocupada que no se da cuenta de que me acabo de escapar, aun cuando me prohibieron que bajara del auto. Camino a escondidas entre el resto de los automóviles que conforman una fila interminable. Entonces llego hasta un espacio abierto donde se encuentra un vehículo totalmente destrozado. La gente se forma alrededor, como si aquello fuera una función de circo. Hay restos de cristal por todos lados y el olor a gasolina es insoportable. En mi sueño me escabullo hasta acercarme a los restos del coche y es entonces cuando lo veo: el cuerpo de una mujer sin vida, cubierta de sangre, que tiene los ojos fijos en mí. Aterrorizado, me quedo paralizado y no recupero la movilidad hasta después de unos segundos. Tan pronto como puedo, escapo de allí y voy en busca de mis padres. Pero, en lugar de llegar a nuestro coche, me topo con la ambulancia que minutos antes me cegaba la vista. Me siento perdido y, por un segundo, considero la posibilidad de no poder volver a casa. Entonces mis ojos descubren el rostro más tierno y dulce que jamás han visto, a pesar de que su mirada se esconde detrás de la tristeza. De pronto, todo alrededor desaparece: los coches, la ambulancia, el bosque alrededor, la carretera, todo. Me encuentro en un espacio oscuro e infinito. Se apodera de mí una ansiedad que me roba un grito de desesperación, ni siquiera mi voz existe. ¿O será que en mi sueño soy mudo? Entonces un latido en la ceja derecha, que luego se convierte en dolor, me saca inmediatamente del sueño; es tan real que al despertar parece que aún lo siento.

Siempre he tenido claro que las imágenes de mis sueños son más que eso. En realidad, son recuerdos de una tragedia que sucedió hace muchos años y que mi subconsciente jamás ha podido olvidar. Ni aunque intentara recordarlo podría hacerlo con tanto detalle como sucede en mis sueños.

Respiré profundamente tres veces y sequé mi frente con la servilleta de los cacahuates. La señora del asiento a un lado me miró como si yo fuera portador de algún virus contagioso y todo el avión estuviera condenado.

Faltaba muy poco para descender, pero el tiempo se me hacía eterno, y más porque sabía que Ana estaría esperándome en el aeropuerto. Sin duda alguna, fue lo que más me costó dejar atrás durante los dos años en Londres. Le había hecho tres promesas, y en mí estaba poder cumplirlas.

La vi desde que estaba recogiendo mis maletas en el carrusel. Bella como siempre, con su rostro tan dulce y tierno, una chica que sin duda llamaría la atención de quien la viera en cualquier lugar: delgada, alta, la piel blanca como de porcelana y las pecas que le daban un encanto especial, además de los ojos verdes y el cabello pelirrojo. Esta vez lo llevaba recogido con una coleta que la hacía ver más elegante. Conozco a Ana desde que éramos niños. A partir de entonces hem

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