Hay veces que los años parecen siglos

Lo que pasó esa noche creo que es harina de otro costal, o quizás quiero evadir aquél momento, aunque saben qué fue la sensación más exquisita que habia sentido, el disparo de esa arma calibre 38, aquel poder que había adquirido en una habitación como era habitual, tenía un poder inmejorable, la potencia de aquel arma desbordó mi placer de venganza contra ese mal nacido, que sin duda hubiera violado a mi compañera. Que plan más asertivo; solo necesitaba una excusa, y la condena me la llevo con responsabilidad y lejos de verla como un castigo la vi como la opción, que me da un sistema nefasto en justicia, para acribillar, si escuchaste bien acribillar, (herir o dar muerte con varias heridas, eso significaba lo investigue) a ese imbécil valla noche aquella (valla plan aquel realizado con mi compañera  nos dimos el gusto de disparar en varias ocasiones aprovechandome, de mi cabeza rápida, luego te contaré cómo fue).

-Tendría más oportunidades pero tú no imbécil!! , ya estás muerto, me dije-, -Igual que mi padre, secreto delito que tenía escondido y quizás un día me tomé el tiempo y les cuente-

Había planeado en que terminarían mis un últimos días en la calle y empezarían los  primeros años en prisión, entendiendo que mi primer delito cometido con pruebas, era esta mi conducta irónicamente irreprochable para un sistema nefasto, la que me daba la facilidad para que en corto tiempo saliera, fue la segunda vez que me dije, tú no eres promedió cosas grandes podrías hacer, pero en la cárcel las cosas son difíciles para una persona de mi físico y estatura, era el momento ideal para probarme que tan cierto era eso del sobresaliente, debía usar mi cabeza para eludir cualquier conflicto, con la manos era hábil solo para escribir, ya lo había intentado en algun momento en mi época escolar, que es un fastidio de historia, quizás algún día se las cuente, pero peliar no sería mi mejor estrategia, debía pensar y ser astuto, llegue al módulo uno de la cárcel, módulo de baja peligrosidad, pero habían tipos rudos, mucho más rudos que aquel disparo de esa arma calibre 38, adquirida en una habitación cómo era habitual, ya que estos tenían aquella rudeza incorporada, no era necesario un accesorio para ellos, mi colectivo fue el tres, ocho personas estaban hay con sus pertenencias camas y todo, nada les faltaba, la celda media 5×4, se me viene de inmediato a la cabeza la pregunta que se están haciendo, solo había que mirar hacia arriba, era una torre de camas, todas con toallas tratando de retener lo poco y nada que existe de privacidad en ese lugar, si era peor que los departamentos donde vivíamos, ya les conté aquel detalle, pero de algo me serviría aquella experiencia. Los grilletes aún lástimaban mis tobillos, pareciera qué ese dolor no pararía, es que si te contará como duele el roce frío del metal, en una parte del  cuerpo con grueso hueso, ya lo había sentido alguna vez pero en la cabeza, triste anécdota que algun día contare. Sobre mí, el jefe del colectivo, que no era gendarme por cierto, aquí las cosas no son así como deberían ser en la práctica, el pachuco lo apodaban, viejo delincuente carterista de profesión, y con un conocimiento intelectual imaginable, para una persona con esas características, a sus lados, el maxi y el travieso los mano derecha,el maxi  condenado por la cantidad de hurtos que acumuló robando en los supermercados y grandes tiendas, el otro era el travieso, estaba condenado por robo en lugar habitado, ese era mi favorito desde el principio, no sé porque, debe ser por ese maldito hábito del habitado, bueno no se, la cosa es que pusieron sus reglas, yo puse las mías, naa!! mentirá si casi no me salió el habla, siempre hize todo solo, nunca tuve un amigo, después del bochornoso episodio con el pan, asqueroso que traía en el bolsillo ese mal nacido de Matías, las risas de aquellos, para mí amigos hasta entonces, bloquiaron sin posibilidad alguna de volver a adquirir esa cosa llamada amigos.

Hasta aquí, amablemente me ofrecieron el piso para dormir, que terrible dios mío me dije, son ocho tipos, tres me caen muy bien y son los que la llevan (los jefes), cualquier cosa que hiciera con ellos sería grave, quedaban cinco, hasta ese entonces había un tipo que aborrecía, que comía como cerdo, de echó así lo llamaban, el cerdo, era gordo y sucio cuando comía, la comida pegada entre sus labios más su interminable mascadera, lo hacía parecer una momia seca con las babas pegajosas, esa sería mi víctima, no podía seguir durmiendo en el piso como los que lavaban la ropa de otros presos, más de un mes no podía estar, ni dos semanas me demoraría en efectuar un plan, que quizas haga que a parten esas miradas de mi trasero que ya les parecía apetitoso, una excusa necesitaba, antes que alguien más me partiera la cara o me apuñalara, era el más debil, si como entiendo las discusiones aquí, tendríamos que enfrentarnos a estocazos, con lo gordo y tanta clonazepam, no sería enemigo para mí y mi agilidad que, era lo que me caracterizaba a la hora de pelear, si no era bueno haciendo lo, pero no significa que no quisiera aprender, aprender me apasionaba, lo sabía desde pequeño y era lo que me hacía diferente.

Una noche inventé una historia donde el cerdo estuviera involucrado, tendría que defenderse y golpiarme, era quien dormía en el suelo no podría tolerarlo, en la noche me enfrento, me comí con palabras que había aprendido de algunos bandidos comunes, barretin se llama eso, es como te desenvuelves detrás de los barrotes, es como hablas bromeas y te defiendes de bromas rapidas, me invitó a pelear, como era precisamente mi plan, en el pasillo se escuchó el nuevo va a pelear con el cerdo, el cerdo tenía reputación, no solo por ser asqueroso para comer, si no también como persona, era tramposo y cobarde, mucho más fuerte que yo, me aseguré que tomara muchas clonazepam, al fin eran de su gustó, lo miro y sus ojos apenas se abrían, era mi oportunidad, me moví rápido, como lo hacía saltando murallas o techos, habilidad que aprendí por mis habitos al habitado, una certera estocada le di, en a la altura de su estómago, callo, pidió clemencia, se la di, igual que el pedazo de piso, que era mi cama ya hace 1 semana y media.

Me llamo a un lado depues de unos días el pachuco, obvio este no estaba solo, andaba con sus secuaces, el maxi y el travieso, me dijo 

-Se lo que hiciste, me gusta, en el mundo existen tres tipos de personas, los que ven, pero no miran, los que miran, pero no observan y los que observan, tú eres de los que observan y maxi y el travieso son iguales estás dentro y prepárate porque, aquí los años parecen siglos-.

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