TODO INICIO TIENE SU FINAL…
La calle es dura, dijo Andrés mientras le clava un puñal a una mujer de cincuenta y tantos años solo por quitarle su celular y así venderlo para poder comer.
Esta historia que les contare no será otra novela pendeja las cuales están acostumbrados a ver o leer, esta historia se trata de como una vida se convierte en muerte y como mi vida se fue al carajo por enamorarme e intentar creer que una simple persona puede lograr todo lo que se propone.
Todo comienza en el año mil novecientos noventa y cinco, el año que yo nací y el mismo año que Andrés murió: en Bogotá Colombia, Andrés Sandoval Pereira, un importante empresario en Colombia con un patrimonio sobrevaluado en más de siete mil millones de pesos, nacido en Bogotá en el año de mil novecientos cincuenta y cinco, un hombre muy culto, que llego a la cima desde cero, su padre José Sandoval murió cuando él tenía apenas ocho años de vida dejando a la señora Dorainys Pereira madre a cargo de su hijo, la cual solo le pudo ofrecer cariño y mucho amor ya que era una mujer muy humilde, la señora Dorainys murió cuando Andrés cumplió quince años de vida por un cáncer en la pelvis, la familia Sandoval Pereira no pudo reunir el dinero suficiente para que la señora Dorainys se hiciera quimioterapia.
Andrés estudio administración de empresas en la universidad nacional con el apoyo de su tío Carlos Pereira Montejo el cual se hizo cargo de Andrés cuando la señora Dorainys falleció, Andrés comenzó su vida laboral a los diez y ocho años trabajando para una empresa de lavado de autos, él era el encargado de pulir y encerar autos, pasados un par de años logro reunir cinco millones de pesos, además pidió un préstamo de diez millones de pesos a el banco JFK para poner una micro empresa, el préstamo se lo aprobaron avalado con la casa de su tío Carlos que fue su codeudor, su primer negocio fue una lavandería exprés en los años ochenta, la cual en el año noventa y uno la vendió en quinientos millones de pesos dinero que posteriormente uso para comprar un concesionario de automóviles y con su sabiduría en negocios y publicidad ponerlo en el puesto número uno en ventas en Colombia, se casó en el año noventa y tres con Esperanza Martínez hija de don Ignacio Martínez dueño del banco JFK de Bogotá, Esperanza Martínez era la típica mujer controladora y educada en las más importantes escuelas de Bogotá, una mujer que siempre lo tuvo todo, una mujer que siempre se creyó superior a las demás personas… la cual conoció en su época de universidad y con quien tenía dos hijos, para conquistar a esa mujer fue muy difícil ya que Andrés no tenía tanto dinero en su época universitaria, según Andrés me cuenta le tomo muchas cartas y poemas conquistarla, pero ella no lo presento ante su familia hasta que Andrés fue el dueño del concesionario.
ya cuando Andrés tuvo su familia constituida y su futuro asegurado con el concesionario y el banco, ya que Esperanza era hija única del señor Ignacio y solo era cuestión de tiempo para tomar el trono de dicho banco, Andrés quería mucho más, entre más dinero adquiría más quería. una fría tarde de sábado Andrés conoció a unas personas muy peculiares que querían hablar con él, para un asesoramiento en unas pequeñas inversiones en el exterior, en esa misma tarde hablaron de todo un poco y como a Andrés se le veía la codicia en sus ojos y siempre quería ingresar nuevos negocios rentables, los supuestos inversores aprovecharon y así le propusieron un negocio en el cual todo parecía salir perfectamente ante sus ojos de codicia.
Andrés acepto el negocio que le propusieron, tal negocio requería todo su dinero de inversión inicial. Sin pensarlo dos veces y viendo una buena oportunidad financiera vendió el concesionario a escondidas, en cuatro mil millones de pesos porque necesitaba el dinero lo más rápido posible además de eso le pidió prestado mil millones de pesos a su suegro quien se los presto sin dudarlo un segundo pensando que Andrés aún era dueño del concesionario, que estaba valorado en cinco mil millones de pesos, Andrés invirtió sin preguntarle nada a su esposa o familiares, confiado en sus “Habilidades de negocios” las cuales lo habían puesto en la posición y estrato que se encontraba en ese entonces decidió invertir. Pero lo que no sabía Andrés era que lastimosamente lo estaban estafando ya que la empresa donde pensaba invertir todo su patrimonio era una empresa falsa, sus socios de nombres “Rubén Hernández y pablo Vidal” los inversores cuando Andrés abrió las cuentas bancarias de la tan famosa empresa y deposito todo los cinco mil millones de pesos, jamás aparecieron y su dinero se perdió… Andrés estaba totalmente desubicado unos días después de depositar el dinero en las cuentas bancarias porque sus socios no aparecían por ningún lado y ninguna persona en el mundo empresarial daban razón de ellos o conocimiento alguno de su existencia, llegaba el momento de decir las cosas y Andrés no encontraba la manera de comunicarle a su familia que había perdido todo el dinero, llegado el día de informarle a su esposa y su familia adinerada que había perdido todo su capital, cuando le comento a su esposa Andrés se sorprendió con su respuesta. Ella solo le respondió.
_ tranquilo yo cuidare a tus dos hijos, pero eso si ya no seré más tu esposa, yo no puedo estar con alguien sin dinero, siempre he tenido esta vida de comodidades y de lujos y la verdad no quiero apartarme de ella _ le contesto su esposa viéndolo a los ojos y apartada de sus hijos para que no escucharan.
su suegro le dijo algo igual.
_si perdiste tu dinero no creas que te daré más, ya a partir de este momento dejas de ser nuestro familiar _ le responde el señor Ignacio Martínez con desprecio.
Viéndose en una situación muy abrumadora pidió ayuda a sus amigos, pero la frase cuanto tienes es cuánto vale ellos se la sabían bien de memoria, ninguno le tendió la mano, a raíz de eso y al verse tan agobiado, por perder todo su dinero y a su familia decide fumar marihuana, en un callejón oscuro de esa ciudad implacable, llamada Bogotá. Y allí empieza su camino a la perdición y la más absoluta miseria… desde ese día pasan doce años para que nuestras historias se crucen.
Mientras tanto yo…
Déjenme presentarme: me llamo Víctor José Ramírez y soy un asesino gracias a la calle y a varias personas que desgraciadamente intervinieron en mi vida.
Como ya les había dicho cuando Andrés perdió todo, en ese mismo año nací, pero lastimosamente no tuve un nacimiento muy normal, realmente tuve el peor nacimiento de todos según me cuenta mi madre cada vez que llegaba a la casa ebria y me golpeaba maldiciendo el día en que dios me trajo al mundo. Casi siempre que llegaba en ese estado mi madre María Inés Ramírez me contaba la gran historia de mi nacimiento; Yo sería abortado, pero ya mi madre tenía ocho meses de embarazo así que cuando me sacaron de su vientre para tirarme a la basura en la clínica del aborto, sitio de baja calidad en donde un aborto te cuesta aproximadamente doscientos mil pesos, en ese mismo instante llore y el supuesto doctor de abortos le dijo a mi madre con una actitud muy negativa y fumando un cigarrillo que el recibía solo niños muertos no vivos y que ella por favor viera que hacia conmigo pero que no me podía tener en la clínica, el doctor me entrego en una bolsa de basura con un par de huecos para que así yo pudiera respirar… muy lindo el doctor pensando en mi bienestar. Siendo las dos de la madruga después de esperar solo dos horas de recuperación, Mi madre salió de esa “clínica” con una bolsa de basura, dicha bolsa en donde yo me encontraba… mientras mi madre va caminando por la calle buscando un sitio en donde deshacerse de mí, camina solo un par de manzanas desde la “clínica” y justamente encuentra un bote de basura, mi madre me tira a ese bote de basura sin ninguna precaución o preocupación por crearme lesiones en mi cuerpo y se retira muy lentamente para no levantar sospechas, unos segundos después un vagabundo de esos señores que se ganan la vida reciclando me escucho llorar, así que le grita a mi madre que se detuviera y me recogiera porque de lo contrario llamaría a la policía y la denunciaba.
En pocas palabras mi madre no tenía más opciones que llevarme a casa y criarme o bueno dejar que la calle me criara, Y exactamente eso fue lo que paso. En el año dos mil siete ya tenía doce años de vida y era un pequeño delincuente el cual hurtaba todo lo que podía para así poder comer y comprar un tarrito de bóxer de trecientos pesos para drogarme y olvidarme de mi hermosa realidad…
Mi historia como lo dije antes se cruzaría con la de Andrés el año dos mil siete más exactamente el día veinticuatro de diciembre a las once y treinta de la noche, cuando por primera vez lo vi como apuñalaba a una mujer mientras le quitaba su celular. Andrés ya tenía cincuenta y dos años en ese entonces y lucia muy mal, ese día llevaba puesta una camisa de color azul muy ultrajada y maltratada además de un pantalón jean con un par de huecos en la entrepierna, mientras le quitaba la vida a esa señora él me vio y me dijo.
_ vete de aquí, antes de que te haga lo mismo a ti también _ me dice Andrés con mucha fuerza en su voz y prosigue _ no escuchas o que maldito mocoso.
Mientras lo veo en esa escena solo pensaba en que ese día no había comido nada y solo quería comer y drogarme un poco, así que hice caso omiso a su sugerencia y me quedé viéndolo, talvez ese día quería morir, pero me dio igual su advertencia. Me le acerqué un poco temeroso de lo que me hiciera y le pedí un poco de dinero para comer algo y comprar un tarrito de bóxer, a esa petición Andrés respondió con mucha irritación.
_ te daré más que eso _ respondió, subiendo su mano y dándome una cachetada, después de darme la cachetada, soltó a la señora y reviso sus bolsillos.
Hasta la fecha no he podido olvidar esa bofetada ni mucho menos esa escena tan monstruosa, la bofetada me dolió tanto que caí de inmediato al piso y mi primera reacción estando allí fue pasarme la mano derecha por mi cara y sobarme para que se me pasara el dolor. La escena me traumo tanto que desde ese día le tengo mucho temor a Andrés… Andrés solo me vio tirado, me dio la espalda, camino dos pasos, paro, volteo la cabeza, me miro y por último se acercó a mí, se inclinó para quedar a la par con mi cabeza y me dice con una voz frágil.
_ come algo y compra tu bóxer, este es tu regalo de navidad pequeño _ me dice, estirando la mano y en ella un billete de veinte mil pesos.
Mientras Andrés se alejaba de mí, mis ojos llorando lo miraron con odio y mucho respeto a la vez, esa noche regrese a casa, pero antes de eso pase por un asadero de pollos y compre medio pollo con el dinero que Andrés me había regalado horas antes, hice la transacción del medio pollo con la idea de compartirlo con mi madre ya que era navidad, cuando por fin llego a casa, encuentro a mi madre tirada en el suelo, ella usualmente estaba tan ebria que no podía llegar a la cama y se dejaba caer al piso y posteriormente se quedaba dormida, pero esa vez era diferente, en esa ocasión le salía mucha sangre de sus manos más exactamente de sus muñecas, cuando me percate de la sangre, me acerque a su cuerpo, intente moverla pero ella no respondía a mis movimientos bruscos, me senté a su lado, le di un pequeño abrazo y dije unas cuantas palabras, pasando un par de minutos me pare y Salí dejando la puerta sujetada con una silla además del seguro en la cerradura. El señor Jairo Bello quien era el dueño de la casa donde vivíamos no venía a cobrar desde hace más de seis meses porque mi madre casi nunca tenía el dinero para pagar y además de eso no le daba la cara, solo era cuestión de tiempo para que encontraran a mi madre en estado descompuesto. Mientras tanto yo debía seguir viviendo, no quería incomodar a nadie así que lo único que podía hacer era huir y entregarme por completo a la calle, tal vez tener el mismo destino que tuvo mi madre o aceptar mi destino, aquel destino desdichado que me había tocado vivir cuando era apenas un feto, aquella vez me salve de morir abortado por un vagabundo, pero quizás esta vez la muerte ya tendría preparada mi transición de la vida hacia el óbito y así hacer que acompañe a mi madre ya fallecida.
El primer día de vagabundo oficial fue muy difícil, saber que ya no tenía lugar a donde llegar o quien pudiera responder por mí fue algo complicado de aceptar, yo apenas era un niño de doce años que tenía que mirar la vida a los ojos y decirle acá estoy y podre contigo… recuerdo muy bien aquel veinticinco de diciembre el primer día de mi vida en la calle solo y sin nadie que me cuidara, el principio de mi vida o el final de ella. Como no había sacado nada de casa porque realmente no recuerdo tener nada, de ropa tenía solo lo que conservaba puesto aquel momento oscuro que encontré a mi madre suicidada en el piso de la casa, con mi vestuario puesto me dirigí al centro, cuando ya me encontraba en el centro buscando una mano amiga que me diera algo de trabajo para así poder tener dinero y comer, para mí infortunio ninguna persona me tendió la mano porque yo era solo un niño además de que nadie me conocía, ya siendo las cinco de la tarde y viéndome en la necesidad de comer algo porque en mi estómago no había nada de vianda, mire la oportunidad de robar a una persona que tenía su cartera en la parte atrás de su pantalón, aprovechando que ese día en el centro había mucha gente, me le acerque de una forma muy sigilosa y saque partido de que el señor llevaba en sus hombros un saco repleto al parecer de ropa, mientras él tenía las manos ocupada sosteniendo su saco en sus hombros no habría manera de que se defendiera de mi ataque a su bolsillo trasero, pero la huida estaría algo comprometida al ver que en esa zona había mucho personal policiaco, mientras caminaba detrás del señor titubee un poco pensando en que algo podía salir mal y así pudiera pagar mi fechoría, cada vez se acercaba más a la avenida principal donde había mucho más personal policiaco, tenía que actuar rápido si lo iba a robar de lo contrario al llegar a esa avenida sería más complicado realizar mi canallada. Llegando al semáforo para pasar a la avenida principal el señor se detuvo y espero que cambiara el semáforo para así poder pasar, en ese momento yo le metí la mano muy rápidamente en el bolsillo donde llevaba su cartera, puedo cometer mi fechoría y salgo volado de la escena del crimen, sin mirar atrás corro lo más rápido posible y esquivo todos los obstáculos que se me atraviesan en mi camino, mientras escuchaba detrás de mí, ladrón, ladrón, seguía corriendo e intentando seguir mi huida por calles diferentes para así poder despistar a cualquiera que me estuviera siguiendo, al pasar casi media hora de cometer mi crimen y de empezar mi huida decido parar y mirar hacia atrás, volteo la cara y no vi a ninguna persona sospechosa de seguirme o de querer cobrar alguna represalia contra mí, llegando la hora de revisar mi botín llego a una avenida completamente ajena a la que robe minutos antes y me siento en el andén, abro la cartera para revisar cual fue mi presa robada y me encuentro con un par de fotos de una señorita de aproximadamente quince años o tal vez menos, era una foto muy hermosa porque la modelo tenía la cara más agraciada que había visto hasta ese entonces, deduje que sería la hija del señor Jairo Lambona según decía la cedula que apareció en aquella cartera hurtada, mientras sigo revisando la cartera me encuentro con un par de tarjetas, una de esas era una tarjeta de crédito y la otra débito, también encuentro un aproximado de cuatrocientos mil pesos en efectivo en la parte inferior de la cartera, junto al dinero me encuentro una carta que comencé a leer y me dio mucha nostalgia al terminarla de ojear, ya que era un mensaje muy sentimental y precioso que le escribió su hija unos días antes de ese veinticinco de diciembre agradeciendo su esfuerzo por ella, al terminar de leer esa carta me entro mucha repugnancia hacia mí mismo, pensaba que era un monstruo al cometer un crimen en contra de una persona que solo está trabajando por un bien mayor, por el bienestar de su familia y por el futuro de su pequeña hija, quería buscar a la persona a quien robe y devolverle sus pertenencias, pero al oír mi estómago gruñir de hambre se me paso esa idea, me pare de ese anden en donde me encontraba sentado y comencé a caminar buscando un sitio donde comer, mientras caminaba seguía leyendo la carta por última vez, despreciándome un poco más…
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