Y vi en esa mirada de fotografía lo que había sentido solo en los sueños. Aquellos que cuando despierto solo recuerdo la sensación de lo que quiero en mi vida, en esta que vivo en realidad cada día. Pero esta vez lo vi estando despierta, y me comparé, y no encontré ninguna similitud, y mi mente se apuró para señalar que habíamos mujeres nacidas para ser fuertes y otras que nacían para ser compañeras de alguien más. Me peleé con mi ego otra vez, porque yo quiero ser una combinación de ambas, mientras él solo quiere justificar mi soltería.
Ella se ve iluminada, mientras su vientre crece cada día, no la recuerdo como alguien dulce, pero realmente así se ve. Él, sus palabras, todo lo que siento cuando los leo amándose, es sorprendente. Porque cuando escribe parece que fueran palabras escritas para mí, como si las hubiera leído alguna vez no en esta vida porque las recordaría, pero en alguna otra. Es tan perfecto. Se aman y a mi me encanta que se amen. Pero también me gustaría sentir eso por alguien. Y que alguien lo sintiera por mí.
Pienso en la forma en que amo a ese hombre con el que comparto buenos momentos, pero no se compara con lo que vi reflejado en esas fotografías. Ni en las palabras que leí. Me cuestiono. ¿Cómo es mi forma de amar? ¿Cómo es la forma en que me aman?
Es directa, sin aspavientos, sin rodeos, a medias, y en penumbras, a escondidas, en secreto y a viva voz, tiene límites, y en ciertos momentos es libre como lo permite el tiempo. Es amorosa y sensual, dejó de ser tormentosa hace tiempo, cuando los límites quedaron claros, cuando nos entregamos a lo que sentíamos, cuando decidimos hacernos cargo de lo que nos pasaba sin importar nuestros prejuicios, nos juzgamos más nosotros que los demás, por lo menos por ahora. Sin fijar horarios fijamos rutinas que pueden ser bastante flexible cuando lo necesitamos dentro de las obligaciones que nos permitimos nos embarguen.
Sin duda alguna, no tiene forma de comparación. No es lo que quisiera, es lo que tengo. Por ahora. No nos confundimos, pero no nos entregamos. No crece, solo se mantiene. Circula por donde puede, pero ¿acaso esto del amor-romance no debe ser libre? ¿no debería tener nada que lo frene? ¿no se supone que es la base de la vida?
Creo que me he acostumbrado a una relación, ¿cómo digo yo?, «operativa». Funcional.
Que no nos quita tiempo pero que satisfaga nuestras necesidades básicas.
Que no requiera de exceso de cuidado pero que esté ahí para cuando se necesite.
Que no exija nada pero que sepa que existe.
¿Por qué?
El vacío sigue estando porque el vacío no lo llena nada. El vacío está dentro de mí. Solo yo puedo llenarlo.
Y no se trata de no sentir algo por él, porque si lo siento, y se que también siente algo por mí. Pero de todas formas, por lo menos yo no puedo dejar expresarse este sentimiento, porque no tiene un recipiente que lo espere. No habrá alguien que lo reciba porque no puede recibirlo. Se diluirá entre sus dedos porque aún queriendo hacerlo no lo hará.
No puedo dejar expresar lo que pueda sentir, no puedo dejarlo crecer, porque tengo miedo. Porque creo que terminaré expresando esto solo yo. Porque él cree que no puede hacerlo.
Parece que he llegado a una conclusión.
Solo tengo miedo de sentir. Y me protegeré a toda costa con tal de no sufrir. Y de paso, no tendré lo que quiero.
Entendí. No se como amar.
Me parezco tanto a mi madre.
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