Se ven las personas y tras ellas, una historia de anhelos y de alegría, construida en más de cinco años se vino al suelo, en cinco minutos. Llegar hasta la Arena de Verona, había costado unos esfuerzos, no tanto económicos, como los que sortear las dificultades de los tramites que imponen los gobernantes en sus egoísmos de no compartir territorios con otras nacionalidades. Ellos, por razones que en abierto exponen como económicas, no hacen sino poner muros invisibles a las personas que desean transitar por sus tierras. Es la eterna discusión entre cerrar y abrir fronteras, en pos de un mejor vivir interno; como si aún estuviéramos en la época feudal. Ya en común habíamos pagado las entradas, gracias a la magia de la tecnología ello se hizo desde el calor del hogar, que contrastaba con el frio de la respuesta negativa de la oficina consular, a la cual se debía acudir desde los lejanos territorios nacionales de Colombia, hacia su centro capital, donde a manera del virreinato absentista resolvía lo que no conocía, y a lo mejor ni leía. Así perdimos esa primera oportunidad de conocer al anfiteatro lleno de historia en la ciudad del amor por excelencia; que desde 1913 se reúne lo mejor del bello canto en un festival que llena las expectativas de sus espectadores llegados de diferentes partes del mundo para poder compartir en el terreno propio las interpretaciones de las mejores voces, con suntuosos vestuarios y participación de extras sin recortes. Ese rocoso escenario, construido en el año 30 antes de El Mesías- para nosotros los creyentes- era esquivo a nuestros deseos; entrar a uno de los setenta y cinco escenarios del mundo romano de piedra caliza blanca y roja a la usanza, parecía muy lejano, más la persistencia invita a nuevos listones, aupada por la esperanza y anhelo de gozar de la victoria; porque después de conocer los 15 coliseos de España y los dos de Roma, no entrar en el mágico ambiente del calor veraniego para escuchar con la melódica acústica sonido de la Arena, la marcha triunfal de la belleza de Aida: poder y amor, la dicotomía eterna; al estilo de la inauguración del espectáculo moderno en esta época de música y no como en la antigua era de su construcción, dedicada a la munera y venationes; era ya la frustración total. Mas el destino depara momentos que la imaginación no alcanza. Se llega el año de 2013, justo cien años de la primera presentación de la egipcia, con pompas originales y podemos llegar al hogar de Julieta, vestidos para la ocasión. Trepamos los roídos escalones, encontramos las sillas dispuestas y en consagrado silencio nos entregamos al placer del sonido coral y no se habían puesto de nuevo los vellos de nuestros brazos en su natural posición, cuando en comunicación directa Don Pedro- el que habita arriba- dejo abiertos los grifos con torrentes lluvias que hicieron aplazar el goce iniciado por Don Plácido para el año siguiente, en el 2014.Despues de tantos años, uno más qué más da!
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